Católicos y Científicos: Dámaso Alonso, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC
Se cumple el 90 aniversario de la Generación del 27. Es buen momento para reflexionar sobre este grupo de insignes hombres y mujeres que laboró la lengua española de diversos modos, engrandeciendo su fama y esplendor en cualquier caso. El madrileño Dámaso Alonso (1898-1990) fue uno de sus principales integrantes, coincidiendo en su persona el poeta, el científico y el creyente. Esta última faceta es poco o nada comentada en los medios, y para nada baladí, pues si se menciona contribuye a la relativización del mito de que ciencia y fe son incompatibles o que el mundo de la cultura es del ateísmo, mito creado por el laicismo.
Hay quien considera que la Generación del 27 debe su nombre a un artículo de Dámaso Alonso. Este grupo desarrolló buena parte de su actividad durante la denominada Edad de Plata, bajo el marco político de la monarquía católica de Alfonso XIII, monarca que fundara la Residencia de Estudiantes de Madrid, espacio relacionado directamente con el grupo, y la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE). Dámaso Alonso fue doctor en Filosofía y Letras, licenciado en Derecho y discípulo de Ramón Menéndez Pidal, que sería presidente de la JAE, trabajando con él en el Centro de Estudios Históricos. Además de impartir clases de Lengua y Literatura Españolas en varias universidades, tanto españolas como extranjeras, ostentó la cátedra de Filología e Historia de la Literatura en la Universidad Central de Madrid, y fue miembro de la Modern Language Association, de la Real Academia de la Historia y de la Academia Mexicana de la Lengua. Colaboró con Revista de Occidente y dirigió la Revista de Filología Española. De aprticular relevancia en su actividad científica fue la etapa de director del Instituto Antonio de Nebrija del CSIC. También fue presidente de honor de la Asociación Internacional de Hispanistas.
Sus estudios sobre la obra de Góngora, el español medieval en Estilo y creación en el Poema del Cid y la obra de san Juan de la Cruz, así como sus incursiones en la dialectología la gramática histórica y la estilística dan buena fe de su capacidad investigadora en filología. En cuanto a su obra literaria, fue Premio Nacional de Literatura (1927), el Premio Fastenrath (1943), el Premio Cervantes (1978), y recibió la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, la Orden Militar de Santiago de la Espada (Portugal), la Orden del Sol (Perú), la Orden de Andrés Bello, la Medalla de Oro de Madrid y la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo. Fue elegido presidente de la Real Academia Española en 1968 y reelegido en cuatro ocasiones más; la última, el 4 de diciembre de 1980. Ocupó el cargo hasta el 26 de noviembre 1982, fecha en que renunció.
Su faceta religiosa católica es bien conocida y rastreable. En algunas de sus obras se encuentran multitud de pruebas en este sentido, obras tales como “La poesía de san Juan de la Cruz” (1942), “Hijos de la ira” (1944), “Hombre y Dios” (1955) y “Oscura noticia” (1959). En su funeral, su esposa recitó dos versos de “Hijos de la ira”: Virgen María, Madre, / dormir quiero en tus brazos hasta que en Dios despierte.