Católicos y científicos: Eduardo Llanas, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC
En una obra de reciente aparición, “Naturaleza y laboratorio”, se hace referencia a multitud de aspectos interesantes desde el punto de vista histórico científico, con especial mención a las polémicas suscitadas entre la aparición de las obras de Darwin, la utilización ideológica de su teoría de la evolución, y la postura de la Iglesia Católica.
A ese respecto aparece la figura del Padre Llanas, católico y científico, de quien nos ocupamos sucintamente, para volver a indicar que la Iglesia Católica no está en contra de la teoría de la evolución, si no de su empleo ideológica a manos del materialismo y el ateísmo.
En la mencionada obra, se dice que el padre Eduardo Llanas y Jubero nació en Binéfar (Huesca) en 1843, ordenándose sacerdote en 1860, y siendo nombrado rector del colegio de Vilanova i la Geltrú, fundado con el objetivo de impartir bachillerato, tras su regreso de Cuba. Su actividad docente conllevó la ampliación del edificio y la implantación de las enseñanzas primarias. Su colaboración durante estos años con el Ateneo local y con la Biblioteca-Museo Víctor Balaguer, le llevaron a ser nombrado la Academia de Buenas Letras de Barcelona lo incorporó a su nómina en 1891. Su actividad científica era de calidad y reconocida.
Es una constante en la Iglesia Católica, que en ocasiones y a través de sus miembros ha podido manifestar disconformidad con determinados planteamientos del llamado evolucionismo, que en la Biblia no pone exactamente cómo ocurrió, sino lo esencial de lo que ocurrió. A este respecto, el relato de la creación no debe ser interpretado literalmente, como hacen los creacionistas, sino más bien conceptualmente. La Iglesia Católica no renuncia a defender lo que entiende como verdad revelada, es decir, que existe Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la Tierra, y de lo que contienen, y eso incluye al hombre. Tampoco renuncia a denunciar los contenidos ideológicos del ateísmo y materialismo militantes, al afirmar que el evolucionismo ha sido utilizado con fines laicistas. Al tiempo sostiene que ciencia y fe son compatibles. Esto ocurrió en la persona del Padre Llanas.
Algunos de sus escritos, incorporados a modo de pasajes en “Naturaleza y laboratorio”- obra coordinada por Luis Calvo, Álvaro Girón y Miguel Ángel Puig-Samper- concretamente en un capítulo escrito por Pasqual Bernat equivocadamente titulado “Contra Darwin. La Iglesia católica y el evolucionismo en la España del siglo XIX. Las posiciones de los clérigos Francisco de Asís Aguilar y Eduardo Llanas”, equivocado por que los comentarios no son contra Darwin si no contra la utilización ideológica de sus hallazgos, comenta el padre Llanas “La ciencia moderna no ha comprobado una sola verdad que contradiga a nuestras creencias, al paso que ha realizado magníficos descubrimientos que han venido á fortalecer nuestras convicciones religiosas. ¿Cómo ha de ser enemigo de nuestras creencias un progreso que mediante la moderna Geología nos ha aclarado ciertos pasajes confusos del Génesis, que mediante la Filología comparada ha sancionado la unidad, el origen asiático, la caida y la esperanza de rehabilitador de la especie humana, que mediante los trabajos arqueológicos, llevados á cabo por Smith, Layard, Place, Loftus, en las márgenes del Nilo, del Eufrates y del Tigris, han confirmado en nuestros días las narraciones bíblicas relativas á los imperios faraónicos, caldeos y asirios? De ese progreso, que es el progreso verdaderamente científico, parte del cual habemos elaborado, parte del cual viene en nuestro apoyo, y la otra parte es indiferente á nuestras convicciones religiosas, de ese progreso no podemos ser adversarios los católicos, ni él puede ser de los católicos adversario” (Llanas, 1878), o este otro “Admitido este criterio, compréndese perfectamente que al fin de la edad terciaria creara Dios al hombre: todo estaba preparado para recibirle; el clima, la situación definitiva de mares y tierras, las faunas y floras que debían servirle: nada faltaba para que pudiera desarrollar en buenas condiciones su existencia. Ni pudo aparecer antes, ni podía venir después: antes de esa época, hubiera hallado un clima inconveniente, unas faunas ó floras inútiles, una inestabilidad geológica mortífera; además tampoco estaba reclamada su aparición por los tipos zoológicos existentes que se iban aproximando al tipo humano, pero del cual se hallaban aun muy distantes. Y de retardarse su aparicion hubiera habido una solucion de continuidad en el desarrollo orgánico, nunca hasta entonces realizada, ya que todas las especies habían llegado cuando su existencia fue posible. De esa manera, la creación del hombre está ligada á las creaciones anteriores: todas contribuyeron á prepararla: la primera alga, el primer infusorio existieron para que á su tiempo pudiera existir el hombre”(Llanas, 1879, p. 35).
El autor del mencionado artículo termina concluyendo que “… imbuidos por sus creencias religiosas, pero también por sus convicciones científicas, se sumaban a los científicos contemporáneos-como Owen en Inglaterra; Agassiz en América del Norte; Kolliker, von Baer y Wigand en Alemania; Quatrefages , Bernard y Pasteur en Francia-que, ante el drástico cambio que significaba situar los conceptos de evolución y de selección natural en la base de todos los conocimientos sobre los seres vivos, denunciaban las debilidades y contradicciones … Defendieron siempre la posibilidad de una armonía entre ciencia y relato bíblico, atribuyendo a lo que ellos consideraban «ciencia falsa» una incapacidad total para legitimar sus posturas de una forma plenamente científica. Veían en los argumentos defendidos por los promotores de las ideas evolucionistas una simple exageración de la realidad objetiva y una intención clara para deslegitimar las creencias cristianas, propiciando la irreligiosidad y el descreimiento”.