Católicos y científicos: Juan Cabré Aguiló, por Alfonso V. Carrascosa, científico del MNCN-CSIC
Se exhibe en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN, CSIC) de Madrid la exposición temporal ARTE Y NATURALEZA EN LA PREHISTORIA en la que se muestran una pequeña parte de la colección de calcos de arte rupestre que se guardan en el MNCN.
. Dichos calcos eran llevados a cabo sobre pinturas rupestres para catalogar las mismas, estudiarlas, y finalmente en algunos casos reproducirlas a todo color, simulando el aspecto del original en la cueva. Las condiciones climatológicas o el vandalismo han hecho desaparecer algunas pinturas rupestres de las cuales sólo se conservan las pinturas y los calcos del MNCN. Juan Cabré Aguiló (1882-1947) fue uno de los dibujantes de las pinturas y calcos que se exhiben: era católico y científico.
Trabajó codo con codo con el Marqués de Cerralbo, presidente fundador de la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas a la que también perteneció durante algún tiempo Juan Cabré. La amistad que le unió al Marqués de Cerralbo fue más allá de lo profesional, siendo los dos miembros del Partido Carlista, cuyo lema es Dios, Patria y Rey. La fuerte catolicidad de sus miembros era seña de identidad de los mismos. Cabré y el Marqués fueron científicos católicos. Cabré, como todos los carlistas, vivió en la semiclandestinidad su ideología durante el franquismo: los monárquicos también sufrieron exilio interior.
Formado en el Seminario de San José en Tortosa (Tarragona), o sea, recibiendo religión en la escuela, en la Escuela de Artes y Oficios y en el estudio de Mariano Oliver Aznar de Zaragoza, Cabré estudió becado en la Real Academia de San Fernando de Madrid. Se relacionó con el círculo de la Real Academia de la Historia y, especialmente, con Enrique de Aguilera y Gamboa, Marqués de Cerralbo. Lo que le terminó por decantar hacia la prehistoria fue el hallazgo de las primeras pinturas de arte rupestre levantino que se daban a conocer en España, la Roca dels Moros en Calapatá (Teruel), que le permitieron trabajar con Henri Breuil, científico católico y cura para más señas, que demostró la autenticidad de las Cuevas de Altamira en 1902, y el Institut de Paléontologie Humaine de París, en el que trabajaban varios científicos católicos europeos de la época. Cabré conoció así la arqueología que se estaba llevando a cabo en Europa, al tiempo que iba a misa los domingos o a caso todos los días.
Juan Cabré colaboró con la Comisión hasta 1917, a partir de cuyo momento se dedicó enteramente a la arqueología. Su formación se amplió gracias a una de las becas que la Junta para Ampliación de Estudios le concedió para visitar Francia, Alemania, Austria, Italia y Suiza. Fue nombrado jefe de la sección de Prehistoria del Instituto “Diego de Velázquez” de Arte y Arqueología del CSIC, fundado por científicos católicos. En julio de 1942, obtuvo, por oposición, la plaza de preparador de la sección de Prehistoria y Edad Antigua del Museo Arqueológico Nacional, cargo que desempeñó hasta el momento de su muerte, el 2 de agosto de 1947. Su legado alcanzó casi el millar de obras y un buen número de publicaciones científicas, algunas de las cuales se exhiben en la exposición, junto a objetos como un rosario, y libros religiosos que manifiestan también la compatibilidad ciencia y fe, ya que los llevaban a la exploración de las grutas para ahcer sus oraciones cotidianas. Cabré formó parte de la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas (1912-1916) y del Centro de Estudios Históricos (1917-1939). Al mismo tiempo dirigía el Museo Cerralbo (1922-1939) y colaboraba con el Museo de Antropología. Su hija Mª Encarnación Cabré Herreros sería una de las primeras mujeres en emprender el camino científico del estudio de la prehistoria ayudada por su padre con quién trabajó.
Con personajes como Cabré es evidente que ciencia y religión o razón y fe son compatibles, y que se puede llegar a ser una eminencia científica internacional a la que le dediquen una exposición habiendo estudiado en un seminario, o sea, habiendo recibido religión en la escuela, tras todo lo cual se puede introducir a una mujer –su hija- en la carrera científica en época donde tal práctica no era precisamente lo más habitual.