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Cofradías, hermandades y asociaciones de fieles, grandes protagonistas

Queridos hermanos:

El pasado sábado, día 24 de febrero, celebramos la XXXIII Asamblea Diocesana de Cofradías y Hermandades en el Santuario de la Montaña. Como cada año, la Delegación diocesana correspondiente organiza un encuentro conjunto de todas las cofradías al comienzo de la Cuaresma para caminar juntos, en sintonía y comunión, hacia la ya cercana Semana Santa.

En nuestra diócesis las cofradías representan una gran riqueza humana y espiritual. En estos dos años que llevo recorriendo la geografía diocesana, no he visto parroquia, por pequeña que sea, que no cuente con una o varias hermandades, signo de la vitalidad de la fe de nuestros pueblos. En estos tiempos secularizados, las asociaciones de cristianos constituyen una preciosa ayuda para llevar una auténtica vida cristiana. En ellas, la fe busca nuevas formas para expresar públicamente las raíces cristianas, los sentimientos y las convicciones más profundas que han marcado y siguen marcando nuestra convivencia y que han quedado reflejadas en las obras de arte, en las edificaciones de los templos, en las iniciativas sociales…

Las cofradías y las asociaciones, al igual que las órdenes y las congregaciones religiosas, son un derecho fundamental de los bautizados como miembros activos de la Iglesia y partícipes responsables en su vida y en su misión. Los fines propios de la Iglesia, y en ella de todos y cada uno de los cristianos, son la evangelización, el servicio de la caridad y la liturgia. Es decir, las obras de apostolado, que no son independientes, sino que están interrelacionadas: no se puede desligar el culto de la caridad, ni la caridad del anuncio del evangelio. Y todas ellas contribuyen al fin principal de la Iglesia que es la salvación de las almas mediante la perfección en la caridad.

Muchas cofradías se han fundado para vivir mejor la Semana Santa, y reciben la denominación de “penitenciales”. Hay que agradecer a sus miembros todo lo que aportan a las procesiones y a las celebraciones para revivir mejor el drama de la Pasión, con repercusión local, nacional e internacional. Las cofradías mantienen el patrimonio, hacen cada vez más solemnes los actos religiosos, conservan costumbres, en las que se han inculturado la conciencia y la identidad de un pueblo. Pero el mayor servicio de las cofradías es la unión de la fe y a vida de sus miembros, cultivando los valores espirituales que dieron lugar a esas imágenes, templos y tradiciones. No vamos detrás de los pasos de Semana Santa admirando la belleza de sus expresiones y la riqueza de sus adornos, sino como devotos y seguidores de aquel que dio su vida por nosotros. No veneramos las imágenes por ellas mismas, sino por el misterio que representan. Las cofradías penitenciales mediante el acompañamiento en el duelo, en la pasión al Señor Jesús, como si de un familiar se tratase, dan testimonio de su fe ante el mundo y de su confianza en Dios en medio de las dificultades de la vida.

En esta Iglesia sinodal que el Papa Francisco está impulsando, las cofradías, las hermandades y las asociaciones de fieles cobran un gran protagonismo, complementario de las parroquias, los colegios, los movimientos, las órdenes religiosas, para participar en la comunión y en la misión de la Iglesia.

Con mi bendición,

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