Con la Octava de Pascua, celebramos uno de los encuentros más emblemáticos y consolidados en la agenda de la vida consagrada en España: la Semana Nacional para los Institutos de Vida Consagrada, que en el 2024 alcanza su 53ª edición. Este año se celebra entre los días 3 y 6 de abril, y se centra en el siguiente tema: Comunión y Fraternidad. Dos tareas siempre pendientes.
Las cuatro jornadas se articulan en torno a dos conceptos de profunda raigambre evangélica, y de indudable relevancia para la Iglesia y la vida consagrada hoy: la comunión y la fraternidad. Ambas categorías son vistas como aspiraciones profundas de nuestro corazón y como tareas pendientes.
El tema se eligió al principio de este curso, con el convencimiento de que respondía cabalmente a una inquietud presente en nuestra situación actual. Sintetizando mucho, pero no simplificando, podría decirse que hoy en día los proyectos de fraternidad no cuajan o se ven amenazados, mientras que el ideal de comunión a menudo es puesto en entredicho. Vivimos en un mundo de fusiones estratégicas, de índole pragmática, que no nacen de la fusión de los ideales más profundos del ser humano y paradójicamente producen fisión. Un mundo donde la Iglesia no es inmune a los virus que destruyen la comunión e impiden la fraternidad.
La vida consagrada se ha presentado tradicionalmente como escuela de comunión y parábola de fraternidad. Esto ya no se puede afirmar sin ambages. Por ello, es preciso pararse a reconsiderar lo que implican dichos ideales, comprometiéndose a darles un nuevo contenido. Esta es, pues, la pretensión de la Semana 2024: actualizar y profundizar en el significado de la comunión y la fraternidad, incluyendo sus exigencias básicas en el catálogo de nuestras preocupaciones más apremiantes.