Comienza la Cuaresma del Año Jubilar del Corazón de Jesús. Todos los años, la Cuaresma nos propone un camino para profundizar en nuestra conversión. Un camino para un encuentro más vivo con el Señor en la Pascua. Para renovar nuestra condición de bautizados. Este año, en medio del Año Jubilar, esta llamada resuena de una manera especial. ¡Escuchemos la voz de Jesús que nos dice Venid a mí!
Venid a mí. Para un encuentro más vivo, más íntimo, más profundo. Venid a Mí. En una experiencia en este tiempo de Cuaresma más intensa y extensa de oración, venid a mí y encontraros conmigo en la Palabra, en una lectura reposada, cotidiana del Evangelio que, como lluvia fina, vayáis sembrando en nuestro corazón los sentimientos del Corazón de Jesús. Venid a Mí y encontraros conmigo en la fuente de la Misericordia.
El tiempo de Cuaresma es singularmente propicio para celebrar el sacramento de la Penitencia. Si ya la Iglesia nos propone las prácticas penitenciales de la oración, el ayuno y la limosna. Si nuestras cofradías se denominan a sí mismo penitenciales, cómo no celebrar el sacramento de la Penitencia, el sacramento en el que Jesús, diciéndonos Venid a mí, nos muestra la misericordia de su corazón, nos abraza y nos pone de pie.
Venís a mí a un encuentro sereno, largo, en la Eucaristía, celebrando la y adorándola. Si el Señor insiste, gime, desea encontrarse con nosotros. Venid a mí. Claro que para poder encaminarnos a Jesús, para dar un paso más hondo, más profundo, en nuestro encuentro con Él, precisamos dejar otras cosas al lado. Es imprescindible ayunar de otros reclamos. Es necesario abstenernos de aquello que nos estorba para el encuentro con el Señor.
El encuentro con el Señor pide tiempo. Por eso hemos de renunciar a otras maneras de usar el tiempo. El encuentro con el Señor pide que dejemos al lado fuentes de distracciones. Por eso es bueno que en estos primeros días de Cuaresma hagamos nuestro pequeño plan de abstinencia de lo que nos estorba, de ayuno, de lo que nos impide con una sensibilidad especial, cómo no, para la renuncia de todo aquello que sea pecaminoso en nuestra vida, y también con la determina da determinación para poderle dedicar tiempo al Señor y a los hermanos de abstenernos de ayunar.
El Señor tiene una manera muy especial de decirnos Venid a mí. Lo hace a través de hermanos que están a nuestro lado, de las llamadas que a lo largo de la vida cotidiana nos piden simpatía, servicio, ayuda, compasión. Ternura. Dedicación. El Venid a mí del Señor. Pide una respuesta de nosotros de entrega de la vida a los demás en un ejercicio de limosna, de entrega de lo que somos. También de algo de lo que tenemos para expresar. Así que queremos reconocer a Jesús y a sus llamadas en medio de las personas que nos rodean. Si el Señor nos dice Venid a mí para que nos convierta a Él y convirtiéndonos a Él, sea más fácil nuestra comunión, para que convirtiéndonos a Él, estemos también dispuestos para ser enviados por Él a anunciar la Buena Noticia de la Pascua.
La buena noticia de un Dios que hecho hombre para nuestro bien, va a subir a un madero de criminales y va a dar la vida por nosotros, liberándonos de la fuerza del pecado y del miedo a la muerte. Amigos, que vivamos una santa e intensa Cuaresma como camino de conversión en este año Jubilar. Para que encontrándonos con Jesús, podamos participar de los latidos de su corazón.