9 de noviembre. Dedicación de la Basílica de Letrán en honor del Santísimo Salvador y de los Santos Juan Bautista y Juan Evangelista
Textos recopilados por fray Gregorio Cortázar Vinuesa
NVulgata 1 Ps 2 E – BibJer2ed (en) – Concordia y ©atena Aurea (en)
(1/5) San Juan Pablo II, Ángelus 9-11-1980 (es it pt)
(2/5) San Juan Pablo II, Ángelus 9-11-1986 (es it)
(3/5) Benedicto XVI, Ángelus 9-11-2008 (de hr es fr en it pt)
(4/5) San Juan Pablo II, Homilía de beatif. 9-11-1997 (es en it pt):
«1. “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Jn 2, 19).
Las palabras de Cristo, que acabamos de proclamar en el Evangelio, nos llevan al centro mismo del misterio pascual.
Habiendo entrado en el templo de Jerusalén, Cristo manifiesta su indignación porque la casa de su Padre había sido transformada en un gran mercado. Ante esta reacción, los judíos protestan: “¿Qué signos nos muestras para obrar así?” (Jn 2, 18). Jesús les responde, indicándoles un único y grandísimo signo, un signo definitivo: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”.
No se refiere, naturalmente, al templo de Jerusalén, sino al de su propio cuerpo. En efecto, entregado a la muerte, el tercer día manifestará la fuerza de la resurrección. El evangelista añade: “Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús” (Jn 2, 22).
- Este domingo, la Iglesia que está en Roma y todo el pueblo cristiano celebran la solemnidad de la dedicación de la basílica lateranense, a la que una antiquísima tradición considera la madre de todas las iglesias. La liturgia nos propone palabras relativas al templo: templo que es, ante todo, el cuerpo de Cristo, pero que, por obra de Cristo, es también todo hombre.
Se pregunta el apóstol Pablo: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” (1Co 3, 16). Este templo se levanta sobre el cimiento puesto por Dios mismo. “Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo” (1Co 3, 11). Él es la piedra angular de la construcción divina.
Sobre Cristo, cimiento firme de la Iglesia, edificaron el templo de su vida los tres siervos de Dios, a quienes hoy tengo la alegría de elevar a la gloria de los altares (…).
- La primera lectura, tomada del libro del profeta Ezequiel, habla del símbolo del agua. Para nosotros, el agua está asociada al sacramento del bautismo, y significa el renacimiento a la vida nueva en Cristo».
(5/5) San Juan Pablo II, Homilía de beatif. 9-11-2003 (de es fr en it pt):
«1. “El templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros” (1 Co 3, 17). Volvemos a escuchar estas palabras del apóstol san Pablo en esta solemne liturgia de la fiesta de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, catedral de Roma, madre de todas las iglesias.
Todo lugar reservado al culto divino es signo del templo espiritual, que es la Iglesia, formada por piedras vivas, es decir, por fieles unidos por la única fe, por la participación en los sacramentos y por el vínculo de la caridad. Los santos, en particular, son piedras preciosas de este templo espiritual.
La santidad, fruto de la obra incesante del Espíritu de Dios, resplandece en los nuevos beatos (…).
- La visión del santuario, que el profeta Ezequiel nos presenta en la liturgia del hoy, describe un torrente que mana desde el templo llevando vida, vigor y esperanza: “Allí donde penetra esta agua, lo sanea todo” (Ez 47, 9). Esta imagen expresa la infinita bondad de Dios y su designio de salvación, desbordando los muros del recinto sagrado para ser bendición de toda la tierra (…).
- Las palabras de Jesús en el Evangelio proclamado hoy: “No hagáis de la casa de mi Padre una casa de mercado” (Jn 2, 16), interpelan a la sociedad actual, tentada a veces de convertir todo en mercancía y ganancia, dejando de lado los valores y la dignidad que no tienen precio. Siendo la persona imagen y morada de Dios, hace falta una purificación que la defienda, sea cual fuere su condición social o su actividad laboral (…).
- “Él hablaba del templo de su cuerpo” (Jn 2, 21). Estas palabras evocan el misterio de la muerte y resurrección de Cristo. Todos los miembros de la Iglesia deben configurarse con Jesús crucificado y resucitado. En esta ardua tarea nos sostiene y nos guía María, Madre de Cristo y Madre nuestra.
Que intercedan por nosotros los nuevos beatos, que hoy contemplamos en la gloria del cielo. Que se nos conceda también a nosotros volvernos a encontrar todos un día en el paraíso, para gustar juntos la alegría en la vida eterna. Amén».