En el saludo del papa Francisco a la Asociación Deportiva Athletica Vaticana, del pasado 3 de enero de 2024, afirmaba: «El deporte es un medio para expresar los propios talentos, pero también para construir la sociedad. Nos enseña el valor de la fraternidad. No somos islas: en el campo, no importa el origen, la lengua o la cultura de una persona. Lo que importa es el compromiso y el objetivo común. Esta unidad en el deporte es una poderosa metáfora de nuestras vidas. Nos recuerda que, a pesar de nuestras diferencias, todos somos miembros de la misma familia humana. El deporte tiene el poder de unir a las personas, independientemente de sus capacidades físicas, económicas o sociales». En efecto, el deporte tiene muchos beneficios para el hombre, ya que se convierte en una puerta hacia el despertar y descubrir nuevos horizontes de crecimiento integral. Cuando el ser humano crece en armonía de cuerpo, mente y espíritu trasciende sus limitaciones y se encamina hacia una vida lograda.
En este punto, es importante señalar las aportaciones del documento de la Oficina Iglesia y Deporte del Vaticano, de 2018, que aborda la perspectiva cristiana del deporte y de la persona humana a través de la premisa Dar lo mejor de uno mismo, en el que se incentiva y promueve un modelo deportivo que permite dar un sentido a la existencia y un desarrollo de la dimensión ética, moral, social y religiosa.
En España, se han empezado a desarrollar estas líneas de acción a través del departamento de pastoral deportiva de la Conferencia Episcopal Española, que dirige el padre Litus Ballbé. De tal forma que, en marzo de 2023, se celebró la I Jornada Deporte y Fe, en Pamplona, donde asistieron un centenar de profesionales del deporte que testimonian en su día a día que el deporte y la fe van de la mano. En línea con la anterior, tuvo lugar, a principios de abril en Sevilla, la II Jornada Deporte y Fe, donde se evidenció, de nuevo, que el deporte y la fe se constituyen en un potencial dinamizador para la formación de la conciencia de comunidad y fraternidad humana; contagiando, a su vez, la pasión por la educación integral de la persona, poniendo el foco en dos dimensiones fundamentales: la corporal y la espiritual.
Se compartió cómo el deporte profesional es compatible con una vida de fe personal y en equipo. De cómo, en la debilidad, la fe permite a los deportistas mantenerse en un alto nivel. Otro tema fue la superación en el deporte y cómo un cristiano puede, frente a la adversidad, vivir el momento con la alegría del Evangelio. El deporte como enseñanza de vida también se hizo presente a través de las experiencias de profesionales que atestiguaron cómo la práctica deportiva les ha hecho vivir su fe de una forma más potente.
Por último, se abordó el tema de la educación en la fe a través del deporte, donde tuve la oportunidad de participar compartiendo no solo mi experiencia deportiva y de fe, y cómo han ido de la mano durante toda mi vida, sino también cómo se puede educar en la dimensión espiritual a través del deporte. La importancia de la figura del entrenador, el ejemplo de la familia, los referentes en los que se fijan los niños, son clave para que el deporte pueda tener esa transferencia a un crecimiento integral de la persona y no se quede en un hecho aislado. Concebir a la persona como una unidad, en la que debe crecer en todas sus dimensiones, al unísono y equilibradamente, permite que todo acto educativo esté relacionado entre sí hacia un bien mayor: la educación integral del deportista.
Es importante que no se perciba el crecimiento deportivo por un lado y el espiritual, por otro, como si se tratara de una espiral en paralelo, sino que sea una acción conjunta de pastoral deportiva al servicio de la persona, construida sobre una base dialógica, honesta y abierta entre los profesionales del deporte y los educadores espirituales.
Este tipo de pastoral debe ser una especie de puente entre el deporte y la fe, uniendo dos mundos aparentemente divergentes, pero intrínsecamente conectados. Las instituciones de enseñanza deben diseñar un modelo pedagógico diáfano en lo referente a la misión y, al mismo tiempo, asentado sobre un compromiso firme y fiel con la misma. Es decir, creer en lo que proponen, armando modelos educativos que lo consigan. Para la educación en la fe no es suficiente con tener solo una capilla, de la misma forma que en el deporte con tener un polideportivo grande, sino que la clave está en la acción formativa que se lleva a cabo, cotidianamente, con las personas.