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El belén, admirable signo de la ternura de Dios

Una herencia franciscana

Celebramos en la Navidad de este año, queridos hermanos y hermanas, el octavo centenario del primer belén de la historia, obra de san Francisco de Asís en la localidad italiana de Greccio, que ha dado vigencia y continuidad a la larga tradición de los belenes en nuestra tierra mallorquina y en todo el mundo. Han sido sus custodios y promotores especialmente las comunidades de frailes franciscanos y monjas franciscanas, los cuales, con su mensaje y su creatividad sobre el Nacimiento de Jesús, han sabido plasmar en el corazón de nuestra cultura el signo admirable de la ternura de un Dios que se hace hombre como nosotros en una cultura marcada por la acogida y la indiferencia a la vez, como ya sucedió en tiempos de Jesús.  

Después de 800 años, este hecho emblemático sigue vivo entre nosotros y ha creado tradición, la que de año en año, de Navidad en Navidad, decora nuestras iglesias y hogares familiares, instituciones públicas y espacios privados, donde la figura humilde del Niño Jesús aparece de forma muy discreta poniendo en medio de los ambientes, incluso los más seculares, un detalle de ternura que nos hace abrir los ojos y enardecer el corazón para que entendamos que este es el mensaje cristiano también hoy, y no el de la mentira, la crispación y la violencia. Cuando nació Jesús -dicen las crónicas del momento- había paz en todo el mundo conocido. Qué bien, si dejándolo nacer ahora, en pleno siglo XXI, somos capaces de acogerlo habiendo superado también todos los enfrentamientos bélicos en su tierra de Palestina, en la castigada Ucrania, en la violencia institucionalizada en tantos otros lugares y en las agresiones entre nosotros.

La tradición de los 800 años del primer «belén», iniciativa y obra del diácono san Francisco de Asís, ahora es recibida con gozo y agradecimiento por nuestra generación porque queremos que sea una realidad entre nosotros de la mayor actualidad el anuncio del nacimiento de Jesús, como lo fue en aquel momento histórico en el que -según escribe el biógrafo Tomas de Celano- recordando que esa noche se añadió a la escena simple y llena de emoción el don de una visión maravillosa: uno de los presentes ve recostado en el pesebre al propio Niño Jesús. Dice que de aquel «belén de la Navidad de 1223, todos regresaron a sus casas colamdos de alegría».

Representar con sencillez la belleza de nuestra fe

Comenta el papa Francisco que san Francisco de Asís «San Francisco realizó una gran obra de evangelización con la simplicidad de aquel signo. Su enseñanza ha penetrado en los corazones de los cristianos y permanece hasta nuestros días como un modo genuino de representar con sencillez la belleza de nuestra fe. Por otro lado, el mismo lugar donde se realizó el primer “belén” expresa y evoca estos sentimientos. Greccio se ha convertido en un refugio para el alma que se esconde en la roca para dejarse envolver en el silencio» (AS 3).

Y añade el papa Francisco: «¿Por qué el “belén” suscita tanto asombro y nos conmueve? En primer lugar, porque manifiesta la ternura de Dios. Él, el Creador del universo, se abaja a nuestra pequeñez. El don de la vida, siempre misterioso para nosotros, nos cautiva aún más viendo que Aquel que nació de María es la fuente y protección de cada vida. En Jesús, el Padre nos ha dado un hermano que viene a buscarnos cuando estamos desorientados y perdemos el rumbo; un amigo fiel que siempre está cerca de nosotros; nos ha dado a su Hijo que nos perdona y nos levanta del pecado» (ibid.). Es sintomático que, entre nosotros, imbuidos en una cultura que desplaza el hecho religioso, esta admiración por el misterio de la Navidad y todo lo que representa, todavía nos conmueva, y la tradición del «belén» se mantenga viva. ¿No será que en el fondo existe en muchas personas la búsqueda de un sentido que retorne a la verdad que convence y a la humildad que anima a vivir? Probablemente, por aquello de padecer una fe vergonzante, muchos lo sienten pero no lo dicen, lo cual les impide vivirlo. Tenemos que ser más valientes y más sinceros, y seremos más coherentes y más felices.

¿Qué podemos aprender contemplando el belén?

Esta escenificación tan sencilla, hecha de elementos del medio natural, vegetal y animal, donde una pareja joven, María y José, vive el gozo del hijo que nace en unas circunstancias muy originales, no hay duda de que es una fuerte interpelación a toda nuestra sociedad tan dada a malgastar, a la ostentación y a las diferencias sociales, porque deshace de arriba a abajo todas las pretensiones de abuso de poder y de aprovechamiento del pueblo en beneficio de intereses particulares o partidistas. Incluso, los sabios Reyes Magos, tan representados por doquier en cabalgadas y adoraciones, tan admirados y queridos por los niños, son representados con la humildad del que se arrodilla reconociendo a Dios en la pequeñez de un niño en la casa familiar. 

¿Qué podemos aprender, contemplando a la familia de Nazaret en una cueva de la Palestina actual, en la ciudad de Belén, que es donde según los profetas tenía que nacer el Mesías? ¿Qué tienen que contemplar hoy nuestros ojos en la austeridad y pobreza de esa cueva, donde solo habitan como refugio los animales y que ahora ha recibido unos nuevos inquilinos en el momento de nacer su primer hijo?

No hay duda de que en una transposición del tiempo, hoy no solo los vemos a ellos y a los pastores que van a adorar al Niño Jesús que ha nacido, sino que descubrimos en ella pueblos enfrentados, muros que separan e impiden la convivencia pacífica entre vecinos de un mismo pueblo y, sobre todo recientemente, una guerra fratricida, una catástrofe humanitaria, una matanza indiscriminada de inocentes, unas viviendas y unos hospitales destruidos por los bombardeos, sembrando la muerte entre todas las edades y entre el aturdimiento y el horror de los que se ven amenazados… ¿Qué se está haciendo de la tierra de Jesús? ¿Qué «belén» construiríamos hoy contemplándola y qué imágenes pondríamos en escena?

El belén, un gesto elocuente a favor de la paz

El «belén» que ideó y construyó san Francisco en Greccio, lo tenía muy definido y era un indiscutible gesto a favor de la paz. El «belén» en sí mismo ya era la muestra de una propuesta que podemos hacer realidad viva en cada casa, en cada iglesia, en cada lugar donde se representa. Por eso, qué bien que podamos anunciar este eslogan de «¡un belén en cada casa!» para exponer al público nuestra fe y dar a conocer sus raíces. Cada casa, cada iglesia, cada lugar donde esté, puede ser un testimonio vivo de la ternura de Dios manifestada en Jesús, el niño que nace en un lugar cargado de historia, de presente y de futuro, pero siempre con el distintivo de la paz. Visitando los distintos belenes que hay en nuestra isla, descubriremos la belleza del arte, testimonio de la belleza de la fe de los que a lo largo de los siglos dejaron una huella de paz y sencillez de corazón que no se ha borrado. San Francisco de Asís hace de ello plegaria cuando pide ser él mismo instrumento de paz.

Irá bien que la recemos con él, en público y en particular, en casa, en la iglesia o en cualquier otro lugar donde nos encontremos, también ante un «belén». Os la facilito para que la podáis rezar:

«¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz! Que allí donde haya odio, ponga yo amor; donde haya ofensa, ponga yo perdón; donde haya discordia, ponga yo unión; donde haya error, ponga yo verdad; donde haya duda, ponga yo fe; donde haya desesperación, ponga yo esperanza; donde haya tinieblas, ponga yo luz; donde haya tristeza, ponga yo alegría. ¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto ser consolado como consolar; ser comprendido, como comprender; ser amado, como amar. Porque dando es como se recibe; olvidando, como se encuentra; perdonando, como se es perdonado; muriendo, como se resucita a la vida eterna

Amor, perdón, unión, fe, verdad, esperanza y luz. Estos son los auténticos valores a través de los que podemos hacer que nos llegue la paz tan deseada y que se oponen al odio, a la ofensa, a la duda, al error, a la desesperación, a la tiniebla.

¿Cómo se construyó el primer «belén» hace ahora 800 años?

Las fuentes franciscanas -dice el papa Francisco en su Carta Apostólica Admirabile signum– narran en detalle lo que sucedió en Greccio. Dice que quince días antes de la Navidad, Francisco llamó a un hombre del lugar, de nombre Juan, y le pidió que le ayudase a cumplir un deseo: «Deseo celebrar la memoria del Niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno». Enseguida que lo escuchó, ese hombre Bueno y fiel fue de prisa y preparó en el lugar señalado lo que el santo le había indicado.

El 24 de diciembre llegaron a Greccio muchos frailes de distintos lugares, así como hombres y mujeres de las granjas de la comarca, trayendo flores y antorchas para iluminar aquella noche santa. Cuando llegó Francisco, encontró el pesebre con el heno, el buey y el asno. Las personas que habían llegado mostraron ante la escena de la Navidad una alegría indescriptible, como nunca habían experimentado. Después el sacerdote, ante el Nacimiento, celebró solemnemente la Eucaristía, mostrando así el vínculo entre la Encarnación del Hijo de Dios y la Eucaristía. En aquella ocasión, en Greccio, no había figuras: el «belén» fue realizado y vivido por todos los presentes.

En el belén, los pobres tienen un lugar privilegiado

El «belén» es la puesta en escena del amor de Dios, de su ternura. Pero, el marco en el que se revela es la pobreza. Dice el papa Francisco que «el corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres, tanto que hasta Él mismo “se hizo pobre”» (EG 197). Se refiere al texto de san Pablo a los corintios donde dice «Conocéis bien la generosidad de Nuestro Señor Jesucristo; él, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza» (2Co 8,9). Y, sigue el texto del Papa Francisco: «Todo el camino de nuestra redención está signado por los pobres. Esta salvación vino a nosotros a través del ” de una humilde muchacha de un pequeño pueblo perdido en la periferia de un gran imperio. El Salvador nació en un pesebre, entre animales, como lo hacían los hijos de los más pobres […] A los que estaban cargados de dolor, agobiados de pobreza, les aseguró que Dios los tenía en el centro de su corazón: “¡Felices vosotros, los pobres, porque el Reino de Dios os pertenece!” (Lc 6,20); con ellos se identificó: “Tuve hambre y me disteis de comer”, y enseñó que la misericordia hacia ellos es la llave del cielo (cf. Mt 25,35s)».

«De modo particular, el pesebre es desde su origen franciscano una invitación a “sentir”, a “tocar” la pobreza que el Hijo de Dios eligió para sí mismo en su encarnación. Y así, es implícitamente una llamada a seguirlo en el camino de la humildad, de la pobreza, del despojo, que desde la gruta de Belén conduce hasta la Cruz. Es una llamada a encontrarlo y servirlo con misericordia en los hermanos y hermanas más necesitados» (AS 3).

Pongámonos en silencio ante el «belén» y contemplemos la cueva con María y José con Jesús en sus brazos, observemos el entorno repleto de gente pobre como son los pastores que han acudido, atraídos por un misterio que les sobrepasa y en el que encuentran la ternura de una familia pobre que, como ellos, también vive la misma pobreza. En el «belén» también vemos todo lo que traen los pastores, fruto de su generosidad y ocasión de compartir lo que tienen. Fijémonos en lo que traen ellos en sus manos para ofrecer a Jesús y preguntémonos qué llevamos nosotros para ofrecer a nuestros hermanos más necesitados.He aquí el sentido que podemos dar a todo el mundo de los regalos que corren por Navidad, para detectar sus excesos y limitaciones. ¿Dónde estamos situados y qué pensamos contemplando la generosa pobreza que vemos en el «belén»?

Un apunte más relacionado con este hecho personal y social de la pobreza y que nuevamente nos viene de la mano del papa Francisco cuando dice que «el pobre, cuando es amado, «es estimado como de alto valor»[168], y esto diferencia la auténtica opción por los pobres de cualquier ideología, de cualquier intento de utilizar a los pobres al servicio de intereses personales o políticos. Sólo desde esta cercanía real y cordial podemos acompañarlos adecuadamente en su camino de liberación. Únicamente esto hará posible que «los pobres, en cada comunidad cristiana, se sientan como en su casa. ¿No sería este estilo la más grande y eficaz presentación de la Buena Nueva del Reino?» (EG 199). Haciendo referencia al libro de Tobías y en ocasión de la Jornada Mundial de los Pobres, celebrada recientemente, nos ha dejado grabada la exhortación a tener siempre presente: «¡No apartes tu rostro del pobre!» (4,7).

El belén propone un itinerario pedagógico de oración y de trabajo creativo

Esta realidad es presente en nuestros «belenes» si somos fieles a su origen, a lo que san Francisco concibió hasta ponerlo en escena, más aún cuando en tantos lugares se hace un «belén» viviente. Todo ello nos ayuda a profundizar en el misterio de Navidad y revivir la historia de Belén, sobre todo en cuanto nos implica en su preparación y exposición de forma pública. Estamos ante un ejercicio de pedagogía a llevar a cabo en nuestras casas, centros educativos y parroquias, que nos puede ayudar a vivir a fondo lo que celebramos. Por ello, puede ser bueno realizar un itinerario que tenga el espacio del tiempo de preparación que llamamos «Adviento», y que comprende las cuatro semanas que preceden la fiesta de Navidad, este año desde el primer domingo de Adviento, día 3 de diciembre, hasta el cuarto domingo de Adviento, día 24, vigilia de Navidad. ¿Qué hacer durante este tiempo de preparación?

Os propongo un itinerario pedagógico de plegaria y de trabajo creativo, construyendo al mismo tiempo el «belén» en cada casa, en cada comunidad, centro educativo o catequético, o espacio que creamos adecuado para que el mensaje que contiene llegue al corazón de cada familia y a cualquier lugar donde queramos darlo a conocer. Ciertamente, en el ambiente secular que vivimos, poner el nacimiento de Jesús en medio nuestro, puede ser un signo valiente de dar a conocer y agradecer el origen y la belleza de nuestra fe.

Construir el «belén» en cada casa es un gesto de oración a la vez que es llevar a término una obra de arte, donde podamos hacerlo posible, ya que cualquier intento de dejar lugar a Jesús en nuestros edificios es porque lo llevamos en el corazón y lo queremos dar a conocer desde nuestra fe y nuestro amor. Eso vale tanto para los «belenes» con más peso de la historia y belleza escultórica o pictórica, como para los que provienen del arte incipiente de los niños que, con su limpieza de corazón, saben acoger a Jesús y plasmar con papel o plastilina el misterio más grande de su amor. Toda esta escenificación la podréis ver en muchas de nuestras iglesias donde el «belén» está expuesto todo el año, en las casas con las más variadas representaciones, en los colegios con mil interpretaciones, en tantos otros lugares públicos de nuestros pueblos y ciudades, viendo también que la fe crea cultura popular. Merece especial atención la exposición en la Seu en la que intervienen los niños poniendo con la ilusión más grande del mundo su granito de arena mostrando el misterio de la Navidad, el misterio de Jesús que nace entre nosotros, un encuentro masivo de niños que hace entrañable el ambiente navideño.   

Un belén en cada casa

Con el lema «un belén en cada casa» sugiero a todas las familias y, especialmente a los padres y madres, abuelos y abuelas, que construyan el «belén» haciendo al mismo tiempo una adecuada catequesis a los más pequeños que dé a conocer las raíces y el sentido de lo que celebramos durante estas fiestas navideñas: el entorno natural y sus valores ecológicos, los pastores y otras personas que van camino de la cueva para encontrarse con Jesús, la familia de María, José y Jesús con todo lo que significa la pobreza de un establo, un pesebre por lecho, el rechazo a la hora de encontrar habitación, el dolor de la inmigración, el canto de los ángeles, el largo camino de los Reyes Magos siguiendo la estrella hasta encontrar a Jesús y con humildad adorarlo… Siguiendo el Evangelio, podéis ser muy creativos.

Se trata de poner en acción la inventiva y la creatividad para comunicar plásticamente y de palabra las virtudes que se desprenden de la revelación del nacimiento de Jesús, su humildad y proximidad a unos hombres y mujeres, ancianos, jóvenes y niños que necesitan de salvación y sienten la necesidad de acogerlo y hacerlo vida de sus vidas, un gesto de amor correspondido. 

El tiempo de Adviento es el más oportuno para esta entrañable experiencia de ir construyendo el «belén» y preparar bien la fiesta de Navidad. La liturgia de cada día, con la lectura de los textos bíblicos, es el mejor medio para preparar el nacimiento de Jesús, conocer las raíces históricas de su anuncio a un pueblo que quiere fundamentar su espera y convertirla en esperanza, un pueblo que debe superar muchos obstáculos humanos y continuas tentaciones de abandono, invitados a renegar del Dios que los ha creado por amor y, como pueblo, ahora quiere rehabilitarlos del todo con la venida del Mesías. Cada «belén» puede convertirse en un espacio maravilloso de catequesis en familia.

Por una lectura evangélica actual del Jesús del belén

También es importante saber hacer una lectura actual del «belén» más tradicional, para no quedarse con una visión solo del pasado y vivirlo como un recuerdo que tiene poco que ver con el momento que vivimos. Hoy nos preocupa mucho la situación de Palestina, la tierra de Jesús, el lugar donde nació, vivió y murió siendo condenado a muerte y clavado en la cruz como un blasfemo y delincuente. Es el nacimiento de este Jesús que anuncia en nuestra cultura popular el canto de la Sibila, tan escuchado y valorado; en él se expresa cómo el Mesías esperado será el Salvador de su pueblo, ante el que cada uno tendrá que definirse. Por eso, nos remite al nacimiento de Jesús y desde él nos proyecta hacia el Juicio final, donde quedará dirimido si hemos sido fieles a este Mesías que nace en el corazón de la humanidad y nos ha traído un mensaje de salvación. Fijémonos que dice: «Lo jorn del judici parrà (aparecerá) qui haurà fet servici». Es más que un texto literario, mucho más que un punto de atracción o de interés cultural. Es una interpelación a la conciencia sobre la coherencia entre la fe cristiana y el comportamiento que los cristianos, los seguidores de Jesús, debemos tener.  

Recientemente, fijando la mirada en la tierra de Jesús castigada en tantas víctimas inocentes y con las que Él se identifica porque también será víctima inocente, estamos contemplando un «belén» diferente, en cuyo centro vemos a un Jesús que padece bajo los bombardeos; a un Jesús que está herido y muere en unos hospitales que ya no disponen de lo más necesario para ser atendido y curado respetando su dignidad humana; a un Jesús que se ve obligado a salir de su tierra y emigrar huyendo para salvar su vida, formando parte de esa multitud de prófugos que malvivirán en un exilio que desconocen y, además, llevando encima solo lo más imprescindible y precario; a un Jesús que no utiliza la violencia, sino que la sufre y se hace solidario de los que como Él están padeciendo el mismo destino; a un Jesús que en todo el mundo reclama la paz para todos, por encima de ideologías, tendencias políticas, situaciones sociales y estilos de vida. Y lo que es más grave, a un Jesús niño, hijo de una familia joven y pobre -como lo colocamos en el «belén»-, que muere injustamente en los más de cinco mil niños inocentes que recientemente son víctimas de forma injusta bajo las bombas, aplastados entre las ruinas de lo que han sido hasta ahora sus casas, escuelas, hospitales y calles, con un alto el fuego que no llega nunca.

Construimos el Belén, una catequesis familiar progresiva

Desde esta reflexión y en comunión con las comunidades franciscanas y las parroquias e iglesias, casas particulares y otros espacios privados y públicos donde habrá la bella diversidad de los «belenes»,queremos invitarosa celebrar este octavo centenario del «primer belén» de san Francisco de Asís profundizando en su sentido, explicándolo a los más pequeños y construyéndolo con ellos.

He aquí el modelo y guía para el Belén, el texto que encontramos en el Evangelio de san Lucas 2,1-20. Leedlo con atención y actitud de plegaria. El relato nos ayudará a situar la escena. José y María salen de Nazaret para registrarse en Belén, su población de origen, según lo mandaba el gobernador de Siria, Quirino, para tener el censo de todo el Imperio romano. ¿Qué dice exactamente el Evangelio sobre el nacimiento de Jesús y su entorno?   

«… María esperaba un hijo. Mientras estaban allí se le cumplió el tiempo, y nació su hijo primogénito: ella lo envolvió en pañales y lo puso en el pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada.

En aquel contorno, había unos pastores que vivían al raso y de noche se turnaban para guardar el rebaño. Un ángel del Señor se les apareció, y la gloria del Señor los envolvió de claridad. Ellos se asustaron.

Pero el ángel les dijo: No tengáis miedo. Os anuncio una buena noticia que traerá a todo el pueblo una gran alegría: hoy, en la ciudad de David os ha nacido el Salvador, que es el Mesías, el Señor. Esto os servirá de señal: encontraréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

Y de repente se unió al ángel un ejército celestial que alababa a Dios cantando: Gloria a Diso en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad.

Cuando los ángeles los dejaron y se volvieron al cielo, los pastores se decían entre sí: Lleguemos a Belén a ver lo que ha pasado y que el Señor nos ha hecho saber.

Fueron, pues, de prisa y encontraron a María y José, con el niño puesto en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían anunciado de aquel niño. Todos los que lo oían quedaban maravillado de lo que decían los pastores. María guardaba todas estas cosas en su corazón y las meditaba.

Después los pastores se volvieron, glorificando a Dios y alabándolo por lo que habían visto y oído: todo tal como les había sido anunciado».

Estimadas familias, el belén en casa es el mejor elemento para los más pequeños. Depende de las posibilidades de cada familia. Puede ser de papel, con figuras recortadas, de barro y corcho, de cerámica… El material importa poco, lo importante es hacerlo y tratarlo con los hijos. Pensemos que el belén no es un elemento decorativo ni un juguete. Ha de ser una expresión plástica de nuestras creencias, una expresión viva y educativa. Es toda una catequesis con mucho atractivo para llevarla a cabo durante el tiempo de Adviento. ¿Por qué no, padres catequistas de vuestros hijos? La finalidad definitiva de la catequesis es poner a alguien, no solo en contacto, sino en comunión, en intimidad con Jesús. La mejor catequesis es la que proviene sobre todo de los padres y de la familia. Dedicadle las semanas de Adviento.

Primera semana: preparamos la base del belén. Un río, unos márgenes, un pequeño huerto, un puente, un pozo, una cueva, caminos, casetas, un pajar…, y un cielo azul con muchas estrellas. Hablemos de ello: este pequeño pueblo se llama Belén y es muy importante porque Jesús nació en él. Hagamos una pequeña oración agradeciendo la creación que nos rodea. Y, si nos vemos capaces, cantemos o escuchemos una canción navideña.

Segunda semana: ponemos los habitantes repartidos por todo el belén. Los pastores con las ovejas, el pescador y el cazador, la mujer que lava y la que va a la fuente, las que cuidan las gallinas y los pollitos, los pastores al lado de la hoguera, atentos al ángel que les anuncia el nacimiento de Jesús. Hablemos de ello: es la gente que espera que un día nacerá una persona que traerá la paz y el amor a todo el mundo. Añadamos una oración y canción.

Tercera semana: en un margen del camino reposan María y José. Hablemos de ello: hace días que caminan, no han encontrado casa, todos les han dicho que no hay lugar para ellos ni para el niño que esperan. Aunque están cansados, han tenido que marchar de su tierra y de su casa. Pero, los dos están muy contentos porque pronto nacerá el niño que esperan. Recemos juntos con la plegaria compuesta con las palabras con que el ángel anunció a María que tendría un hijo, el Avemaría. Continuemos cantando…

Cuarta semana: Ya están colocados el buey, la mula y quizás otros animales. José y María están en la cueva. Han preparado el pesebre como cuna. Podemos preparar los pastores y todas las figuras de personas con todo lo que traen de regalos y que irán a adorar a Jesús. En la noche de Navidad pondremos a Jesús que ha nacido. Hblemos de ello: podemos explicar muchas cosas y muchos detalles de humanidad que los niños pueden aprender y admirar. Oremos de nuevo con el Avemaría y preparemos villancicos.

Debemos tener presente que la magia del teatro llega a los niños por medio de todos sus lenguajes, les habla con el gesto, la palabra, la música, los símbolos, los decorados, la indumentaria…, y ofrece a los niños vivencias difícilmente sustituibles. A todo ello podemos añadir otros elementos -incluso participando en ellos- como asistir a representaciones de Belenes vivientes o de los tradicionales Pastorells, o visitar los innumerables Belenes llenos de arte y belleza, tradición y mensaje, presentes en las iglesias parroquiales y tantas otras iglesias, especialmente las que mantienen vivo el carácter franciscano, la mayoría de ellas con el Belén montado todo el año.

Todo ayuda a conseguir el mismo objetivo, 800 años después de que san Francisco de Asís ideó el primer belén. A la vez, también es una invitación a vivir el tiempo de Adviento que nos prepara para celebrar las fiestas de Navidad con espíritu cristiano, logrando, con actitudes y hechos, que sean para todos repletas de paz y felicidad.

Y, orando ante el «belén», podemos acercarnos al Misterio de Amor a la humanidad, el admirable signo de la ternura de Dios que puede transformar nuestros corazones y darnos fuerza para vivir con sencillez y humildad, con solidaridad y coherencia, con fidelidad y entusiasmo, nuestra vida cristiana con fraternidad y sinodalidad, haciendo camino juntos y siguiendo a Jesús. Contemplándolo niño recién nacido en el corazón de nuestra humanidad, hagamos que el Belén sea sobre todo un clamor de PAZ entre nosotros y para todo el mundo, y nos acerque a contemplar en el nacimiento de Jesús el misterio más grande del amor de Dios que quiere que todo el mundo llegue a participar de su plenitud ya ahora y por siempre.

¡Con todo mi afecto y deseo de paz y bendición!

Sebastià Taltavull. Obispo de Mallorca

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