«El diálogo amable es la mejor medicina que puede ofrecer el Evangelio a nuestro mundo. Nosotros somos sus testigos de misericordia y esperanza, no de oscuridad y condena», ha subrayado en la Eucaristía de clausura del Encuentro sobre Laicos
El arzobispo de Madrid, cardenal José Cobo, ha presidido este domingo la Eucaristía de clausura del Encuentro de Laicos sobre Primer Anuncio, que se ha celebrado en Madrid desde el pasado viernes, bajo el auspicio de la Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida. En ella, ha puesto sobre la mesa las tres tentaciones —haciendo referencia al Evangelio de este domingo— a las que se enfrenta la Iglesia en un contexto de evangelización.
Porque, ha dicho, «el desierto es la puerta del primer anuncio». «Se trata de aprender a ir a cada persona en su hondura. Ir a escuchar los latidos más profundos del otro. No es ir a nuestras estructuras ni llenar nuestras iglesias, sino que la dirección primera es el otro, su sed, su necesidad».
La tentación de la confrontación
En primer lugar, ha señalado la tentación de la confrontación, tanto interna como externa, que no solo afecta a la sociedad, sino también a la Iglesia. «El Espíritu nos empuja a afrontarlas con la frescura del diálogo», ha subrayado.
Ha sido más concreto al abordar la confrontación con el mundo de hoy y con su cultura, con sus espacios. «De nuevo el diálogo amable es la mejor medicina que puede ofrecer el Evangelio a nuestro mundo, y nosotros somos sus testigos de misericordia y esperanza, no de oscuridad y condena», ha afirmado.
Por eso, ha animado, tomando palabras del papa Francisco, a ir al mundo sin prejuicios y abiertos a entender el modo en que Dios nos habla hoy.
La tentación del éxito inmediato
La segunda tentación es la del éxito inmediato, es decir, la de «suplantar el rimo que pone el Espíritu Santo, que es el protagonista de la evangelización». «Es la impaciencia por recoger los frutos de la siembra del Evangelio. Lo que el Señor nos pide es que preparemos el terreno de la siembra (la preevangelización), que sembremos su palabra (primer anuncio) y acompañemos su crecimiento (la iniciación cristiana), pero no que precipitemos el final del proceso, porque no somos nosotros quienes lo dirigimos», ha añadido.
Esta tentación ha abundado el purpurado, puede aparecer cuando se da «excesiva prioridad a la dimensión emocional, cuando descuidamos el acompañamiento personal, como cuando nos encerramos en métodos, grupos o experiencias y olvidamos la dimensión eclesial o la misma misión».
La tentación del descarte
Por último, Cobo se ha referido a la tentación del descarte. Porque, ha dicho, al ser enviados a la misión, el Espíritu señala a muchas personas rechazadas y escondidas, «los invisibles, los que no cuentan, bien por su estatus social, o porque ni siquiera están presentes en nuestra mirada como Iglesia».
Y ha sentenciado: «No podemos hacer una evangelización de primera y otra de segunda. En la misión evangelizadora no podemos excluir a nadie: ni a los lejanos, que nunca han recibido la Buena Nueva de Jesucristo, ni a los alejados, que recibieron el bautismo, pero viven al margen de toda vida cristiana, ni a muchos otros, que, con una fe débil, necesitan volver a acoger la Buena Noticia de Jesucristo».
Nuevos brotes
En opinión del arzobispo de Madrid, hay nuevos brotes que nos piden creer en el Evangelio, que significa «aprender a ver y confesar testimonialmente a Dios en esta realidad».
«Está cerca el reino de Dios, porque, aunque vivimos en un mundo en crisis, en medio de tantas equivocaciones, hemos visto aquí a comunidades que buscan caminos de creatividad y fraternidad, en una constante lucha con las trasnochadas ideologías de antaño», ha agregado.
Y ha concluido diciendo que el reino de Dios está presente «en cada uno»: «Vosotros sois la primordial oportunidad de la misión de la Iglesia desde vuestra vocación laical. Oportunidad significa ocasión. Hoy es la ocasión, Vosotros sois llamados a llevar la frescura del evangelio al corazón de vuestros vecinos y nuestras diócesis».