La archidiócesis de Madrid ha publicado este martes un documento de la Vicaría Episcopal para el Desarrollo Humano Integral y la Innovación en la que se insiste en que la atención y la acogida de los migrantes no se puede limitar solo a Cáritas y en que las parroquias deben darles más protagonismo y buscar espacios para ellos.
«Queda dicho que nuestras comunidades tienen a tratar a los migrantes desde Cáritas, desde sus necesidades materiales. Pero habría que añadir un acompañamiento mucho más comprehensivo e integrador. En las parroquias buscamos espacios para niños, para ancianos, para familias, para sacramentos, para jóvenes, para formación… ¿Y el espacio con migrantes? Necesitamos ejemplos de esto, con toda la variedad de la que seamos posibles. Necesitamos comunicar buenas prácticas», recoge el documento, de una veintena de páginas. Señala también la falta de protagonismo en las comunidades: «Nos faltan modelos claros».
Este es solo una de las muchas tareas que indica la archidiócesis madrileña en este texto titulado El actual momento migratorio. Puntos críticos y retos. Una es la espiritualidad como factor de protección social, que implica entender y acoger también las expresiones religiosas propias de los que llegan a las comunidades cristianas. «Las parroquias, para ser misioneras, tienen antes que ser acogedoras e integradoras, ofreciendo a quien llega todas las posibilidades religiosas y humanas».
El texto también hace propuestas concretas en ámbitos no exclusivamente religiosos, como en el que tiene que ver con las necesidades de las personas que llegan a nuestro país buscando una vida mejor —empleo, vivienda…— o en sus derechos. Sobre la primera cuestión, anima a incentivar procesos de formación y capacitación para personas que no tienen la documentación en regla, insiste en que la atención debe ser cálida y de calidad. También plantea la posibilidad de reorganizar recursos eclesiales para llevar a lugares donde no hay presencia y la atención a grupos vulnerables como encarcelados y jóvenes presionados para entrar en bandas.
En materia de derechos, primero señala la necesidad de formar en esta cuestión en arciprestazgos y parroquias, propone la creación de un equipo para dar respuestas ágiles en cuestiones de incidencia pública y mejorar la incidencia sociopolítica. Apunta la importancia de atender a los que tienen problemas en las solicitudes de asilo o empadronamiento.
«Las parroquias tienen que convertirse en espacios de concienciación no solo genérica, sino sobre cosas concretas como, por ejemplo, la incompatibilidad de ser cristiano y lucrarse de manera desmedida con el alquiler de la vivienda o mal pagar al personal que atiende a nuestros mayores o realiza tareas domésticas», señala.
Los puntos críticos
Todas estas iniciativas parten de una reflexión previa sobre la realidad actual de la migración, que analiza desde el punto de vista de los diversos actores: los migrantes, las administraciones, la sociedad y la Iglesia.
Denuncia, en concreto, que los representantes públicos traten el tema desde el enfoque de seguridad y «la ausencia interesada de la realidad migratoria en el debate político». «No da réditos electorales a menos que sea criminalizándola o presentándola como u gasto económico indebido», agrega.
Ve en la sociedad «signos claros» de xenofobia o aporofobia racista, circunstancia que está entrando incluso en los sectores jóvenes y cultivados académicamente. A esta realidad no escapan los miembros de la Iglesia, donde «hay aspectos morales que no son racistas, pero sí bastante pobres». Cita, por ejemplo, que se vea como un folclore las manifestaciones de fe de los migrantes, la escasa participación en eventos eclesiales diocesanos o la escasa integración en las comunidades.