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El cardenal O’Malley ya es doctor honoris causa por la UPSA: «La migración no es una amenaza, sino una oportunidad»

El purpurado, miembro del Consejo de Cardenales, centra su discurso en el fenómeno migratorio. «Me presento aquí, no como una voz académica, sino como un sacerdote, obispo y cardenal cuyo ministerio ha estado vinculado durante cincuenta años al cuidado de los migrantes y refugiados en los Estados Unidos», dijo

Con alegría y esperanza. Así recibió este viernes el cardenal Seán Patrick O’Malley, OFM Cap, arzobispo de Boston (EE. U.U.) el doctorado honoris causa de la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA). Bromeó, incluso, al inicio de su intervención, sobre las palabras laudatorias del padrino, Miguel Anxo Pena González. Profundizó sobre la migración.

Ya en materia, el purpurado, miembro del Consejo de Cardenales, dejó claro que no se presentaba allí como una voz académica, sino, más bien, como «un sacerdote, obispo y cardenal cuyo ministerio ha estado vinculado durante cincuenta años al cuidado de los migrantes y refugiados en los Estados Unidos». Fundamentalmente, con la comunidad cristiana.

Y, por eso, su intervención estuvo dedicada a este fenómeno global sin olvidar que detrás de las grandes cifras y tendencias se esconden personas, como el salvadoreño que se marchó a Estados Unidos, donde pasa todo tipo de penurias, para ayudar a su mujer e hijos. «Cuando se ven los rostros, las migraciones dejan de ser un obstáculo», añadió.

O’Malley repasó el liderazgo del papa Francisco en la cuestión migratoria, una prioridad para él desde que inició su pontificado en 2013. Un ministerio que se manifiesta con su presencia entre los migrantes, su enseñanza sobre ellos y su defensa.

«Ninguna voz ha sido más apasionada ni más poderosa en el análisis que la del Santo Padre. Desde el comienzo de su papado en 2013, ha sido persistente y consistente en su esfuerzo por centrar la atención de los estados, las agencias internacionales y los ciudadanos comunes en la difícil situación de aquellos que se encuentran a la deriva en el mundo sin un camino seguro hacia la seguridad y la estabilidad», dijo.

Como buen conocedor de la situación de Estados Unidos, expresó cómo la Iglesia en el país está respondiendo al desafío migratorio. Un esfuerzo que se desarrolla, dijo, en dos líneas: el cuidado pastoral directo de las comunidades migrantes y la defensa pública en la sociedad civil. «La historia de la inmigración ha hecho del catolicismo la comunidad religiosa más grande de los Estados Unidos. Hoy, toda esa historia es relevante para poder comprender en qué nos hemos convertido, pero ahora obviamente estamos viviendo un nuevo momento en la vida de la Iglesia y del país», relató.

Finalmente, reflexionó sobre el papel de Europa y, recordando algunos de los discursos de Francisco, hizo hincapié «en la necesidad de abordar la migración global con un espíritu de esperanza, no de miedo, como una oportunidad, no como una amenaza»

«La esperanza puede motivar y generar un espíritu de creatividad en nuestras leyes y políticas que brindará estabilidad a nuestras sociedades y nos permitirá a todos dar la bienvenida a los extraños como nuestra fe nos pide», agregó.

Así, el arzobispo de Boston concluyó su intervención apelando a que europeos y estadounidenses trabajen juntos, como ya lo han hecho, en el último siglo, en cuestiones de seguridad, económicas y culturales: «Podemos volver a hacerlo cuando las vidas de otros están en juego. Esta es la base de mi esperanza. No es utópico, sino realista».

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