La catedral del Buen Pastor acogió este lunes la celebración de inicio del Jubileo que coincide con el 75 aniversario de la diócesis
La diócesis de San Sebastián vivió este lunes un momento muy especial. El cardenal José Tolentino de Mendonça, prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación, presidió la apertura del Jubileo Ordinario de 2025, que es universal, y a la vez uno diocesano por los 75 años de esta sede episcopal guipuzcoana.
Acompañaron al purpurado en la catedral del Buen Pastor de San Sebastián el obispo diocesano, Fernando Prado, así como el arzobispo de Pamplona y Tudela, Florencio Roselló Avellanas, y el obispo de Vitoria, Juan Carlos Elizalde.
«Con inmenso gozo y profundo agradecimiento, la diócesis de San Sebastián le extiende su más calurosa bienvenida en esta jornada histórica, en la que nos congregamos para dar inicio al jubileo universal en el que conmemoramos también nuestros 75 años de fecunda historia y testimonio cristiano. Su presencia es un valioso testimonio de la cercana solicitud del Sucesor de Pedro hacia nuestra Iglesia particular y del profundo carácter universal que reviste este importante acontecimiento», dijo Prado al prefecto vaticano.
En su homilía, Tolentino de Mendonça tomo el camino de los Reyes Magos al portal de Belén para hablar sobre la peregrinación que, según dijo, «nos interpela profundamente en el contexto de este doble Jubileo que inicia esta Iglesia particular».
Desde el punto de vista universal, el cardenal portugués renovó la invitación del Papa a vivir este tiempo de gracia y misericordia, a convertirnos en peregrinos de esperanza y a transformar los signos de los tiempos en signos de esperanza.
«Y en clave diocesana, podemos inspirarnos en los Magos y convertirnos en rastreadores que saben encontrar en la naturaleza de esta bella tierra la huella indeleble del Creador; apasionados por la verdad que nos ayuda a superar todo relativismo; buscadores de ese anhelo infinito que solo puede colmar Dios», agregó.
Finalmente, al hilo de una imagen del Sagrado Corazón, el purpurado animó a retornar a lo fundamental: la adhesión a Cristo, que nos lleva a amar a los hermanos.