En esta primera quincena de febrero se reúnen en la actividad eclesial diversas convocatorias. Manos Unidas vuelve a recordarnos la importancia de unir nuestras manos de forma fraterna y solidaria en favor de aquellos que padecen. Eso que un poema llama un resumen de injusticias que es el hambre. Este año, Manos Unidas nos recuerda la importancia del factor humano, del factor humano a la hora de tomar decisiones.
De caer en la cuenta de cuáles son las causas que provocan el hambre. El factor humano que solidariamente ayuda a otros. El factor humano que cuida la causa común que se nos ha dado. Un factor humano que puede contribuir al bien o que como consecuencia del pecado puede estar en las causas del hambre. Del deterioro de nuestra causa común.
Este factor humano es frágil, frágil también en nuestro propio cuerpo. Por eso también en esta primera quincena de febrero, la Iglesia Universal, el Día de la Virgen de Lourdes, 11 de febrero, vive el día del Enfermo, recordándonos a todos esa enfermedad, esa falta de firmeza que nos caracteriza y que en algunos momentos de la vida, cuando nos visita la enfermedad, adquiere características dramáticas.
¡Por eso, qué importante es la pastoral de la salud! El que nuestras parroquias haya grupos de personas que quieran estar cercanos a los enfermos, a los que viven. La falta de firmeza por la soledad, a los que se sienten algunas veces también solos y abandonados en las residencias de mayores. Todo este factor humano, la importancia de la persona, nos hace mirar a otra de las convocatorias de esta primera quincena de febrero.
La semana del matrimonio. Porque es en el matrimonio. En la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer. Abierto a la vida. Donde se produce la genealogía de este factor humano de la persona que somos cada uno de nosotros, hijos de nuestros padres, que a su vez lo son de su respectivos padre y madre, formando así un tejido, una alianza, una familia de familias.
La vocación al matrimonio hoy es de particular importancia en nuestras sociedades. Un matrimonio que rompe el individualismo, que sella una alianza que se abre a la vida para colaborar con el Creador y contribuir así a que la vida siga siendo transmitida de generación en generación. Matrimonio en el seno de la Iglesia es Iglesia doméstica. Iglesia donde se trasmite la fe. Donde se anuncia la Palabra y se enseña a orar. Donde se celebra la pequeña liturgia de la oración compartida. Y la liturgia existencial de la vida que se regala gratuitamente en los cuidados de la madre que el padre tiene respecto de sus hijos, especialmente los más pequeños o los más frágiles. Matrimonio. Familia. Iglesia doméstica donde se ensayan las virtudes humanas. Donde se practica la caridad. De una forma podríamos llamar con natural matrimonio, familia, iglesia doméstica que se abre a la vida eclesial y a la vida social. Que no se cierra en los propios intereses. Que quiere en el seno de la Iglesia. Participando con otras familias. Con otros matrimonios, con otros creyentes. Ir renovando la vida de nuestras comunidades cristianas y que en la vida social tiene una importancia tan grande.
Puesto que en la familia se ensayan las primeras decisiones económicas. Se practica un ejercicio responsable del consumo. Familias donde a veces se padecen las injusticias sociales, las dificultades para llegar a fin de mes, la falta de vivienda que hace que todos estemos llamados a una singular responsabilidad en el cuidado del matrimonio y de la familia. En nuestra diócesis hacemos un esfuerzo grande por acompañar a los novios en la preparación para su matrimonio y también para acompañar a matrimonios jóvenes.
Los grupos que participan podríamos decir que son pequeños, puesto que aquellos que hoy quieren contraer matrimonio como sacramento en la Iglesia han disminuido entre nosotros, pero su existencia nos llena de esperanza. Y en esta primera quincena de febrero en el que miramos al factor humano en el hambre y sus causas, en la enfermedad y la llamada a la ternura y al cuidado, hace que pongamos un acento especial en la mirada al matrimonio, a la familia, en la propuesta de esta vocación, en la formación del corazón para poder vivir esta caridad esponsal propia de quienes contraen matrimonio.
Por eso, amigos, en estos días que van además a ser días previos a la Cuaresma, vivamos intensamente nuestra responsabilidad con la persona, factor decisivo para el futuro de la humanidad y de la Iglesia.