«La inteligencia artificial debe ser entendida como una galaxia de realidades distintas y no podemos presumir a priori que su desarrollo aporte una contribución benéfica al futuro de la humanidad», afirma en el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz
El protagonismo de este jueves, 14 de diciembre, es para el mensaje del papa Francisco para la Jornada Mundial de la Paz, que celebra su 57.ª edición el próximo 1 de enero. Una ocasión que el Pontífice ha aprovechado para reflexionar sobre uno de los hitos del año que ahora se cierra: la inteligencia artificial.
«La inteligencia artificial debe ser entendida como una galaxia de realidades distintas y no podemos presumir a priori que su desarrollo aporte una contribución benéfica al futuro de la humanidad y a la paz entre los pueblos. Tal resultado solo será posible si somos capaces de actuar de forma responsable y de respetar los valores humanos fundamentales», escribe Francisco.
En su opinión, no se puede suponer que quien proyecta los algoritmos que configuran la inteligencia artificial vayan a actuar correctamente y, por ello, considera necesario «reforzar o instituir organismos encargados de examinar las cuestiones éticas emergentes y de tutelar los derechos de los que utilizan formas de inteligencia artificial o reciben su influencia».
Para el Papa, «la dignidad intrínseca de cada persona y la fraternidad que nos vincula como miembros de una única familia humana, deben estar en la base del desarrollo de las nuevas tecnologías y servir como criterios indiscutibles para valorarlas antes de su uso».
Y continúa: «Los desarrollos tecnológicos que no llevan a una mejora de la calidad de vida de toda la humanidad, sino que, por el contrario, agravan las desigualdades y los conflictos, no podrán ser considerados un verdadero progreso».
Por eso, insiste en que hay que ser conscientes de las rápidas transformaciones y gestionarlas de modo que salvaguarden los derechos humanos fundamentales. «La inteligencia artificial debería estar al servicio de un mejor potencial humano y de nuestras más altas aspiraciones», añade.
Francisco a lo largo del mensaje toca asuntos muy técnicos como el de los algoritmos, que pueden «controlar los hábitos mentales y relacionales de las personas con fines comerciales y políticos, frecuentemente sin que ellos lo sepan» y el machine learning o deep learning, las máquinas que aprenden solas.
El sentido del límite
Con todo, el Pontífice reivindica el sentido del límite, «decisivo para el desarrollo personal y social». «Reconocer y aceptar el propio límite de criatura es para el hombre condición indispensable para conseguir, o mejor, para acoger la plenitud como don», agrega.
De hecho, advierte ante la tentación del ser humano de querer sobrepasar todo límite gracias a la técnica, pues corre el riesgo de queriendo controlarlo todo «perder el control de sí mismo y caer en la espiral de una dictadura tecnológica».
En este sentido, muestra la preocupación por la posibilidad de que máquinas decidan sobre la idoneidad de un individuo para un trabajo, el derecho a recibir asilo o asistencia social y generen destrucción de empleo. También censura el uso de sistemas de armas autónomos que «no podrán nunca ser sujetos moralmente responsables». «La exclusiva capacidad humana de juicio moral y de decisión ética es más complejo que un conjunto de algoritmos», remarca.
Finalmente, también expresa su preocupación por el desarrollo de esta tecnología en la educación y pide a la comunidad internacional que regule su desarrollo a todos los niveles. «El objetivo de la reglamentación no debería ser solo la prevención de las malas prácticas, sino también alentar las mejores prácticas, estimulando planteamientos nuevos y creativos y facilitando iniciativas personales y colectivas», concluye.