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El papa reitera a los jóvenes que en la Iglesia «hay lugar para todos, todos, todos»

Primer encuentro multitudinario del Francisco con los jóvenes en Lisboa. El parque Eduardo VII y los aledaños se llenaron para gritar que allí estaba la juventud del papa, llegada desde todos los confines de la tierra. Y el pontífice respondió a la acogida y al cariño con un discurso de padre, recordando a los jóvenes que son valiosos, que la Iglesia tiene las puertas abiertas para ellos estén como estén y que también los necesita.

«Si Dios te llama por tu nombre, significa que para Él no eres un número, sino un rostro, una cara un corazón. Muchos hoy saben tu nombre, pero no te llaman por tu nombre. De hecho, tu nombre es conocido, aparece en las redes sociales, se elabora por algoritmos que le asocian preferencias. Pero todo esto no interpela tu unicidad, sino tu utilidad, para los estudios de mercado», afirmó en un discurso a caballo entre la lectura y la improvisación.

Así, advirtió de los lobos que se esconden «en sonrisas de falsa bondad, diciendo que saben quién eres, pero no te quieren». «Insinúan que creen en ti y te prometen que llegarás a ser alguien, para dejarte solo cuando ya no les interesas más. Son las ilusiones de lo virtual y debemos estar atentos para no dejarnos engañar, porque muchas realidades que nos atraen y prometen felicidad después se muestran por aquello que son: cosas vanas, superfluas, pompas de jabón», explicó.

En cambio, Dios, continuó, llama a cada uno por su nombre, porque ama a todos: «Que sean días en los que grabemos en el corazón que somos amados como somos, no como quisiéramos ser. Este es el punto de partida de la JMJ, pero sobre todo de la vida. Chicos y chicas somos amados como somos, sin maquillaje».

Dios no señala

Como hizo ante los responsables de la Iglesia en Portugal, Francisco repitió que en la Iglesia «hay espacio para todos, también para el que se equivoca, para el que cae, para el que le cuesta». Porque, dijo, «la Iglesia es esa casa donde resuena el eco de la llamada que Dios dirige a cada uno por su hombre». «Todos, todos, todos», hizo repetir a los jóvenes.

Y recordó que el Señor «no señala con el dedo», sino que abre sus brazos, como hizo Jesús en la cruz. No cierra la puerta, sino que invita a entrar.

Y concluyó reiterando un mensaje que ya había transmitido: «Dios nos ama como somos, no como la sociedad quiere, nos ama con los defectos, las limitaciones y con las ganas que tenemos. Confíen porque Dios es padre que nos quiere y padre que nos ama. No es fácil y para esto tenemos una gran ayuda que es la madre del Señor. Ella es nuestra madre. No tengan miedo, tengan coraje, vayan adelante, sabiendo que estamos amortizando por el amor que Dios nos tiene. Dios nos ama».

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