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El Papa sobre la figura de José Gregorio: «el cristiano no está llamado a chismorreos sino a ensuciarse las manos»

El papa Francisco ha querido dedicar la audiencia de este 13 de septiembre a la figura del beato venezolano José Gregorio Hernández Cisneros. Laico a su pesar, puesto que su estado de salud no le permitió ordenarse, dedico toda su vida a los más débiles y a la paz.

El beato Hernández Cisneros es conocido en su tierra como «el médico de los pobres». Destaca de él el Santo Padre que «en los pobres, en los enfermos, en los migrantes, en los que sufren, José Gregorio veía a Jesús». El beato estudió Medicina, guiado por su sensibilidad a las necesidades de los demás. Dice Francisco que «llegó a acoger la medicina como un sacerdocio».

Pero, se pregunta el Papa, ¿de dónde venía a José Gregorio todo este entusiasmo, todo este celo? De la gracia de Dios. «Era un hombre de oración: cotidianamente participaba en la misa y recitaba el rosario. En la misa unía a la ofrenda de Jesús todo lo que vivía: llevaba a los enfermos y a los pobres que ayudaba, a sus estudiantes, las investigaciones que emprendía, los problemas que tenía en el corazón».

Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, José Gregorio se sintió llamado a ofrecer su vida por la paz. Quiso inmolarse por la paz en Europa, a pesar de que no era su continente. Cuando en junio de 1919 se entera de que se había firmado el tratado de paz, explica Francisco, «su ofrenda de paz ha sido acogida, y es como si él presagia que su tarea en la tierra se ha terminado». Esa mañana, continúa el Pontífice, «había ido a misa y entonces baja por la calle para llevar una medicina a un enfermo. Pero mientras atraviesa la calle, es atropellado por un vehículo; llevado al hospital, muere pronunciando el nombre de la Virgen».

Ante este testimonio, ha concluido el papa Francisco la Audiencia, debemos preguntarnos: «yo, delante de Jesús presente en los pobres cerca de mí, frente a quien en el mundo sufre más, ¿cómo reacciono?¿hago algo o me quedo como espectador?» La figura del beato José Gregorio es de gran actualidad ante las grandes cuestiones de hoy. Pero el cristiano, insiste el Santo Padre, «no está llamado a hablar mal sino a ocuparse, a ensuciarse las manos (…) y después, a comprometerse no en chismorreos, sino a promover el bien, a construir la paz y la justicia en la verdad».

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