Afirma en su mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales que «la inteligencia artificial podrá contribuir positivamente en el campo de la comunicación si no anula el papel del periodismo sobre el terreno»
El papa Francisco ha dedicado a «la así llamada inteligencia artificial» su mensaje de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (12 de mayo) titulado Inteligencia artificial y sabiduría del corazón: para una comunicación plenamente humana. El Pontífice ha querido «despejar el terreno de lecturas catastrofistas y de sus efectos paralizantes», haciendo hincapié en que «según la orientación del corazón, todo lo que está en manos del hombre se convierte en una oportunidad o en un peligro» y ha querido abordar preguntas fundamentales como «¿qué es, pues, el hombre? ¿Cuál es su especificidad y cuál será el futuro de esta especie nuestra llamada homo sapiens, en la era de las inteligencias artificiales? ¿Cómo podemos seguir siendo plenamente humanos y orientar hacia el bien el cambio cultural en curso?»
La respuesta, en su opinión, «no está escrita, depende de nosotros», pues corresponde al hombre «decidir si se convierte en alimento de algoritmos o, en cambio, si alimenta su corazón con la libertad». Por ello, ha querido subrayar que «para no perder nuestra humanidad, busquemos la Sabiduría que es anterior a todas las cosas (cf. Si 1,4), la que pasando por los corazones puros hace amigos de Dios. Ella nos ayudará también a orientar los sistemas de inteligencia artificial a una comunicación plenamente humana».
Para ello, ha recordado que Romano Guardini «instaba a no ponerse rígidos ante lo nuevo, intentando “conservar un mundo de infinita belleza que está a punto de desaparecer”». Proféticamente, el que fuera uno de los grandes intelectuales del catolicismo señaló hace un siglo que «nuestro puesto está en el porvenir. Todos han de buscar posiciones allí donde corresponde a cada uno (…), podremos realizar este objetivo si cooperamos noblemente en esta empresa; y a la vez, permaneciendo, en el fondo de nuestro corazón incorruptible, sensibles al dolor que produce la destrucción y el proceder inhumano que se contiene en este mundo nuevo». Y concluía: «Es cierto que se trata, de problemas técnicos, científicos y políticos; pero es preciso resolverlos planteándolos desde el punto de vista humano. Es preciso que brote una nueva humanidad de profunda espiritualidad, de una libertad y una vida interior nuevas».
Es preciso, por tanto, alertar sobre «esta época que corre el riesgo de ser rica en tecnología y pobre en humanidad», en palabras de Francisco, y por ello es imprescindible alentar «nuestra reflexión, que solo puede partir del corazón humano». «Solo dotándonos de una mirada espiritual, solo recuperando una sabiduría del corazón, podremos leer e interpretar la novedad de nuestro tiempo y redescubrir el camino de una comunicación plenamente humana. El corazón, bíblicamente entendido como la sede de la libertad y de las decisiones más importantes de la vida, es símbolo de integridad, de unidad, a la vez que evoca afectos, deseos, sueños, y es sobre todo el lugar interior del encuentro con Dios», ha agregado el Santo Padre.
En su escrito, el Papa ha destacado que «no podemos esperar esta sabiduría de las máquinas», recordando que «el término inteligencia artificial ha suplantado al más correcto utilizado en la literatura científica, machine learning». Sin duda, las máquinas «poseen una capacidad inconmensurablemente mayor que los humanos para almacenar datos y correlacionarlos entre sí, pero corresponde al hombre, y solo a él, descifrar su significado. No se trata, pues, de exigir que las máquinas parezcan humanas; sino más bien de despertar al hombre de la hipnosis en la que ha caído debido a su delirio de omnipotencia, creyéndose un sujeto totalmente autónomo y autorreferencial, separado de todo vínculo social y ajeno a su creaturalidad», ha subrayado.
El hombre prosigue el texto, siempre ha experimentado «que no puede bastarse a sí mismo e intenta superar su vulnerabilidad utilizando cualquier medio». Sin embargo, desde los primeros artefactos prehistóricos hasta las máquinas más sofisticadas de hoy, «cada una de estas realidades puede estar contaminada por la tentación original de llegar a ser como Dios sin Dios (cf. Gn 3), es decir, de querer conquistar por las propias fuerzas lo que, en cambio, debería acogerse como un don de Dios y vivirse en la relación con los demás».
En su opinión, «los sistemas de inteligencia artificial pueden contribuir al proceso de liberación de la ignorancia y facilitar el intercambio de información entre pueblos y generaciones diferentes, pero al mismo tiempo pueden ser instrumentos de contaminación cognitiva», y ha citado los problemas de las fake news o los deepfakes, de los que, ha destacado, también él mismo ha sido objeto. Ya desde la primera ola de la inteligencia artificial, continúa el Pontífice, nos hemos dado cuenta «tanto de sus potencialidades como de sus riesgos y patologías» y nos enfrentamos a un «segundo nivel de inteligencia artificial generativa marca un salto cualitativo indiscutible». Por ello, ha renovado su llamamiento, exhortando a «la comunidad de las naciones a trabajar unida para adoptar un tratado internacional vinculante, que regule el desarrollo y el uso de la inteligencia artificial en sus múltiples formas». Pese a ello, ha querido dejar claro que «la sola reglamentación no es suficiente» y que es preciso «crecer en humanidad».
La revolución digital ha observado, «puede hacernos más libres, pero no si nos dejamos atrapar por los fenómenos mediáticos hoy conocidos como cámara de eco». En tales casos, «corremos el riesgo de perdernos en un pantano desconocido, al servicio de los intereses del mercado o del poder». «La representación de la realidad en macrodatos, por muy funcional que sea para la gestión de las máquinas, implica de hecho una pérdida sustancial de la verdad de las cosas, que dificulta la comunicación interpersonal y amenaza con dañar nuestra propia humanidad. La información no puede separarse de la relación existencial: implica el cuerpo, el estar en la realidad; exige poner en relación no solo datos, sino también las experiencias; exige el rostro, la mirada y la compasión más que el intercambio», ha agregado.
Por todo, ello, en relación con las nuevas técnicas, el Santo Padre ha señalado que «la inteligencia artificial podrá contribuir positivamente en el campo de la comunicación si no anula el papel del periodismo sobre el terreno, sino que, por el contrario, lo respalda». «Por una parte –ha avanzado–, se cierne el espectro de una nueva esclavitud, por la otra, una conquista de la libertad; por un lado, la posibilidad de que unos pocos condicionen el pensamiento de todos, por otro, la posibilidad de que todos participen en la elaboración del pensamiento».