Ha dedicado 75 años de su vida al sacerdocio, de ahí que se le conozca como el «eterno párroco» de Casas del Puerto, Navacepedilla del Corneja o Villafranca de la Sierra
«Nunca dejó de subir al pueblo, ni faltó a dar la misa, a visitar enfermos, o a lo que se necesitara en el pueblo. Aunque nevase o hiciera como hiciese. Siempre al pie del cañón», con estas palabras describen a Don Virgilio González las personas que le conocen bien y además destacan su entrega y disponibilidad siempre con los fieles. Don Virgilio ha celebrado esta semana sus 100 años de vida, de los cuáles ha dedicado 75 al sacerdocio en la diócesis de Ávila, de ahí que se le conozca como el «eterno párroco» de Casas del Puerto, Navacepedilla del Corneja o Villafranca de la Sierra, entre otros. Localidades cercanas a Piedrahíta donde ha ejercido su ministerio sacerdotal desde principios de los años 50 hasta su jubilación no hace tantos años.
La Casa Sacerdotal le quiso preparar una bonita mañana para compartir con sus hermanos de presbiterio, comenzando con una Misa presidida por el obispo de Ávila, Jesús Rico. En ella, ha querido dar gracias a Dios por la vida y el ministerio de Don Virgilio, ejemplo de entrega sacerdotal. Mons. Rico, en su homilía, recordaba las claves de vida de un sacerdote como el centenario homenajeado: «humildad (renunciando a toda comodidad y sembrando a largo plazo), fidelidad (que no vale con ser material o aparente, pero por dentro mostrarnos huecos), y gratitud (superando el falso autoconcepto de que no le debemos nada a nadie)».
«Un sacerdote debe ser muy grande, y a la vez muy pequeño»
Además, indicó que «un sacerdote debe ser muy grande, y a la vez muy pequeño, de espíritu noble y sencillo. Fuente inagotable de santidad, y pecador a quien Dios perdonó. Servidor de débiles, que no se doblega ante los poderosos y se inclina ante los más pequeños. Anciano por la prudencia de sus consejos, y niño por la confianza en los demás. Alguien que aspira siempre a lo más alto, pero es también amante de lo más humilde. Amigo de la paz, enemigo de la pereza», destacaba Mons. Rico, glosando así la figura de D. Virgilio, a quien agradecía su generosa entrega con la Iglesia de Ávila.
Tras la Eucaristía, tuvo lugar una pequeña sorpresa: un pequeño vino español, compartido por el resto de residentes de la casa, entre los que se encontraban los obispos eméritos de Valladolid y Salamanca, el cardenal Ricardo Blázquez y D. Carlos López, que viven actualmente allí, así como el obispo emérito de Ávila, Mons. García Burillo. Los sones del cumpleaños feliz y unas jotas al ritmo de dulzaina pusieron la nota festiva a una mañana emotiva en torno a la figura de D. Virgilio.