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Esther, la joven que habló en el viacrucis con el Papa: «Que mi historia pueda ayudar a alguien le da sentido a tanto sufrimiento»

La Jornada Mundial de la Juventud está llena de protagonistas españoles. Si Francisco Valverde fue uno de los tres jóvenes que se confesó con el Papa en el Parque del Perdón, Esther Ramiro dio testimonio en el viacrucis ante 800.000 personas.

Es cierto que su historia se grabó en vídeo para ponerla en las pantallas, pero también lo es que ella está allí presente, con su marido y su hija. Era su primera JMJ y jamás la olvidará.

Esta mujer de 34 años vivió numerosos calvarios antes de encontrarse con Dios. Creció alejada de la fe y, como ella misma dice, a los 18 años vivía como si estuviera casada, en una relación muy dependiente. Hasta que con 24, todo cambió: un accidente la llevó a una silla de ruedas.

«Aquello borró mis planes de futuro, pero con el tiempo descubrí que fue un regalo. Me sacó del ambiente donde estaba metida, me cambió la mirada y vi que no estaba viviendo bien», cuenta en el vídeo.

Pero el sufrimiento no terminó, porque tras conocer al que hoy es su marido, también con discapacidad, y quedarse embarazada, decidieron abortar. «Después de aquello me quedé muy triste y sin ver sentido a nada. Algo había muerto dentro de mí», reconoció.

Pero fue en ese momento cuando Dios salió en su busca, despertó su conciencia y se confesó por primera vez: «Fue enseñándome a vivir de otro modo y volví a la Iglesia. Entonces me regaló de nuevo un embarazo y esta vez lo acogí agradecida». Y nació Elisabeth y el año pasado se casó.

Pocas horas después de vivir esta emocionante experiencia, Esther Ramiro, conversa con ECCLESIA, ya de regreso a España. Está emocionada por estar tan cerca del Papa y por poder vivir en primera fila el viacrucis. Todo eso a pesar de que estaba muy nerviosa y que Lisboa no es una ciudad amable para las personas que van en silla de ruedas.

«Pienso que mi vida ha sido un desastre, pero que mi historia pueda ayudar a alguien le da un sentido a tanto sufrimiento. Reconforta», afirma, al tiempo que reconoce que no se esperaba que hubiera tanta gente escuchándola.

Una cosa de Dios

No es fácil, abrir las heridas en público, pero lo hizo porque veía que era una cosa de Dios. Si no fuese así, no lo habría hecho. «No creo que me hubiese puesto en esa situación, no», agrega.

Y concluye la entrevista con un consejo para los jóvenes presentes en Lisboa: «Que confíen en Dios, aunque a veces no entendemos sus caminos, que sean valientes y se lancen a seguirle. Podemos hacer mucho bien a los demás y a nosotros. Ahí vamos a encontrar la felicidad, aunque no sea el camino más fácil. Y luego que lo vivan en comunidad. Vivir la fe sin una comunidad que te sujete es duro».

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