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‘In memoriam’: Angelo Amato, el cardenal de las beatificaciones en España

El purpurado, que falleció el 31 de diciembre, fue el enviado pontificio en 14 ceremonias de mártires del siglo XX. También participó en las de otros grandes testigos como Ciriaco María Sancha, Manuel Lozano Garrido, María de la Purísima o Juan de Palafox

El pasado 31 de diciembre, a los 86 años, el cardenal salesiano Angelo Amato, que tuvo un papel muy destacado en el servicio a la Santa Sede en la Pontificia Academia Teológica y en los dicasterios para la Doctrina de la Fe y en el de las Causas de los Santos. Una tarea que, en palabras del papa Francisco, realizó «con finura humana y generosidad por el Evangelio y la Iglesia».

«Un hombre rico en fe y humanidad», dijo de él el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, en la Misa exequial celebrada este jueves en la basílica de San Pedro. Tras la ceremonia, Francisco presidió la Commendatio y la Valedictio.

Durante su etapa como prefecto de las Causas de los Santos, el cardenal italiano fraguó una especial relación con España. Hasta nuestro país fue enviado del Papa hasta en 14 beatificaciones de mártires del siglo XX. En total, fueron 898 mártires beatificados.

También participó en las beatificaciones, entre otros, del cardenal Ciriaco María Sancha (Toledo), Bernardo de Hoyos (Valladolid), Manuel Lozano Garrido, Lolo (Linares), fray Leopoldo de Alpandeire (Granada), María de la Purísima (Sevilla) o Anna Maria Janer (La Seo de Urgel).

La gran beatificación de 2013 en Tarragona

Si hubiese que destacar una de todas sus estancias en España, habría que referirse a la gran beatificación de Tarragona del Año de la fe, el 13 de octubre de 2013. Allí, donde está la memoria de los primeros mártires hispanos, se beatificaron a 522 mártires procedentes de todo el país.

Aquel día, el cardenal Amato lanzó varias ideas en su homilía. 

En primer lugar, que los mártires «no fueron caídos de la guerra civil, sino víctimas de una radical persecución religiosa, que se proponía el exterminio programado de la Iglesia». «Estos hermanos y hermanas nuestros no eran combatientes, no tenían armas, no se encontraban en el frente, no apoyaban a ningún partido, no eran provocadores. Eran hombres y mujeres pacíficos. Fueron matados por odio a la fe, solo porque eran católicos, porque eran sacerdotes, porque eran seminaristas, porque eran religiosos, porque eran religiosas, porque creían en Dios, porque tenían a Jesús como único tesoro, más querido que la propia vida».

También dijo de ellos: «No odiaban a nadie, amaban a todos, hacían el bien a todos. Su apostolado era la catequesis en las parroquias, la enseñanza en las escuelas, el cuidado de los enfermos, la caridad con los pobres, la asistencia a los ancianos y a los marginados. A la atrocidad de los perseguidores, no respondieron con la rebelión o con las armas, sino con la mansedumbre de los fuertes».

Del mismo modo, subrayó que la Iglesia no buscaba culpables con la beatificación: «¿Por qué la Iglesia beatifica a estos mártires? La respuesta es sencilla: la Iglesia no quiere olvidar a estos sus hijos valientes. La Iglesia los honra con culto público, para que su intercesión obtenga del Señor una lluvia beneficiosa de gracias espirituales y temporales en toda España. La Iglesia, casa del perdón, no busca culpables. Quiere glorificar a estos testigos heroicos del Evangelio de la caridad, porque merecen admiración e imitación».

De hecho, recordó que esta celebración es una invitación al perdón y a la conversión. «¿Qué mensaje nos ofrecen los mártires antiguos y modernos? Nos dejan un doble mensaje. Ante todo, nos invitan a perdonar. [.…] Y a la conversión del corazón a la bondad y a la misericordia».

Biografía

Según recogen los medios vaticanos, Amato nació en Molfetta (Bari) el 8 de junio de 1938 en una familia de constructores navales. En 1953 dejó sus estudios en el Instituto Náutico de Bari para entrar en el aspirantado salesiano de Torre Annunziata. En 1962 hizo su profesión religiosa perfetua y fue profesor de Literatura en Brindisi. Se licenció en Teología y fue ordenado sacerdote en diciembre de 1967.

Tras doctorarse en Teología, fue enviado a Grecia por el Secretariado para la Unidad de los Cristianos. Y a su vuelta a Roma, fue profesor Cristología en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Salesiana, de la que fue decano y también vicerrector.

En 1999, Juan Pablo II lo nombra secretario de la Pontificia Academia de Teología y en 2022 secretario del hoy Dicasterio para la Doctrina de la Fe. El Papa polaco lo consagró, además, obispo.

Benedicto XVI lo nombró prefecto del hoy Dicasterio de las Causas de los Santos en 2008 y lo creó cardenal en 2010. De este modo, el purpurado italiano participó en el cónclave de 2013 que eligió al papa Francisco.

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