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Formación Profesional: una salida laboral envuelta en un abrazo

laboral envuelta en un abrazo

Primavera de 2020. Un antiguo alumno de la FP de los Salesianos de Pamplona crea en su empresa un respirador para ayudar a los hospitales que no dan abasto al inicio de la pandemia del COVID. Ante la falta de recursos y un espacio para la fabricación recurre a sus antiguos profesores, que abren el colegio. Ellos mismos colaboran en la creación de un prototipo. Uno de ellos es Juan Alfonso Gordillo, antiguo alumno y actualmente jefe del Departamento de Mecánica del centro.

A 400 kilómetros de allí, en el barrio de La Ventilla, en Madrid, Roberto Alonso, director de FP en el Colegio Padre Piquer y Javier Pozo, coordinador, buscan recursos, para otro tipo de UCI, la Formación Profesional básica. «La FP básica es como los pobres de los pobres, es donde hay que poner recursos, cuidar más. En una conferencia, una persona decía que si el cole fuera un hospital, esta gente sería la UCI, están en un riesgo personal, social… en la UCI necesitas los mejores recursos porque si no les pierdes». 

Roberto, que es antiguo alumno del colegio en el que ahora imparte clases, Javier y Juan Alfonso no entienden eso de trabajar lo justo para luego desconectar. Es un trabajo que les exige darlo todo y no esconder delante de sus alumnos quiénes son y de qué viven. Y son y viven de Cristo. Es su identidad cristiana —y así lo reconocen públicamente ante sus alumnos de una forma muy natural— la que vertebra su labor. 

El Padre Piquer, de la Compañía de Jesús, y los Salesianos ofrecen una formación profesional muy dirigida al mundo laboral. El objetivo es reenganchar al sistema educativo a aquellos que se han ido quedando por el camino y ofrecer un abanico de alternativas más amplio. Pero también tienen una responsabilidad humana con sus alumnos que no está separada de la profesional. Explica el coordinador de FP en el Piquer que el centro «es un colegio de mucha gente herida, hay muchos heridos dentro de nuestras clases, familiarmente, socialmente, económicamente. La jugada es acompañarles, que se sientan queridos, que no es fácil, a la vez que les ofrecemos una salida profesional para que se ganen la vida».

En estos niveles de enseñanza la relación con los alumnos es mucho más estrecha. Como señala Gordillo, «quieras o no, en el taller tienes que estar al lado de ellos viendo cómo están haciendo las cosas, corrigiéndoles aquello que pueden hacer mejor, la cercanía es muy grande». Por su parte, los profesores del Piquer son muy conscientes de que el acompañamiento forma parte esencial de su trabajo. «Decimos por qué todos los días estamos delante de ellos. Todo está cuidado, la oración está cuidada para incluir a todas las religiones, hay gente herida con la Iglesia y hay heridas que son difíciles de trabajar. Hay un rechazo inicial que hay que ir venciendo. El trabajo poquito a poco y de una manera coherente y abierta. El objetivo es la justicia social, que tengan oportunidades para salir adelante», indica Roberto.

Una compañía que los alumnos claramente perciben. Ante la pregunta de qué destacan del colegio, contestan: «Maravilloso», «diferente», «te sientes acogido desde el principio». Dice Roberto que en el Piquer son más de acciones que de palabras. Y sin palabras se ve un patio repleto de chavales de 35 nacionalidades y nueve religiones distintas que se relacionan entre ellos con absoluta naturalidad. O la sensibilidad social que desprenden los grados sociales que ofertan: de atención a la dependencia, auxiliar de enfermería o inserción social. O el cuidado hacia el equipo docente porque, como dice el director, «el profesorado de básica tiene que ser gente potente, que quiera estar con ellos». «Los espacios te pueden ayudar, pero lo más importante es que el profesorado crea en el alumno, crea en sus posibilidades, que le pueda decir “no hacemos borrón y cuenta nueva de tu pasado, porque tu pasado eres tú, pero tenemos una oportunidad de empezar con lo que traes, con lo que te puedo aportar yo y con lo que podamos crecer juntos”. Necesitamos ese profesorado, que quiera estar», añade

Los «pacientes» de la «UCI» del Padre Piquer, después de dos años en las mejores manos, suben a la planta del Grado Medio y Superior. Salen adelante porque, acostumbrados al fracaso, se encuentran con alguien que les abraza y apuesta por ellos.

En Pamplona, cuatro años después de la pandemia, el proyecto de respiradores se ha convertido en una fábrica de lo que ellos llaman cunas climáticas, una especie de incubadoras. Esta vez, ya sin restricciones, son los alumnos de Mecánica los fabricantes. Ya son más de 100 las que han mandado a bebés de cuatro continentes, mientras ellos aprenden tecnología. Así abrazan a prematuros de todo el mundo, algo que prácticamente sale solo cuando tú ya has sido abrazado. 

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