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Francisco a los jesuitas en Portugal: «El Sínodo no es una invención mía»

El Sínodo es una de las cosas que el papa Francisco tiene en la cabeza y le preocupan. Así lo confirmó en el encuentro privado con miembros de la Compañía de Jesús en Portugal, cuyo contenido se ha hecho público este lunes a través de La Civiltà Cattolica.

A falta de poco más de un mes para que empiece la primera sesión en Roma, que se extenderá del 4 al 29 de octubre, el Pontífice aseguró en la citada conversación que «el Sínodo no es una invención mía». Y recordó que fue Pablo VI, al final del Concilio Vaticano II, quien se dio cuenta de que la Iglesia católica había perdido la sinodalidad y creó la Secretaría para el Sínodo de los obispos.

Desde entonces se ha recorrido un largo camino, no sin imperfecciones, hasta «llegar a una expresión madura de lo que es la sinodalidad». «No es andar buscando votos como lo haría un partido político, no es una cuestión de preferencias, que si soy de este partido o del otro. En un sínodo, el protagonista es el Espíritu Santo. Él es el protagonista. Entonces, ha que hacer de modo que sea el Espíritu el que guíe las cosas. Creo que ese es el camino más fuerte», agregó.

También compartió con los jesuitas su preocupación por las guerras. «Desde el fin de la II Guerra Mundial, no ha parado de haber guerras en todo el mundo. Y hoy vemos lo que está sucediendo en el mundo. No hace falta añadir palabras», recalcó.

La tentación de volver atrás

Francisco se detuvo bastante tiempo en la pregunta de un jesuita que había pasado un año en Estados Unidos y que había percibido en la Iglesia allí numerosas resistencias. «He comprobado que en los Estados Unidos la cosa no es fácil: hay una actitud reaccionaria muy fuerte, organizada, que estructura una pertenencia incluso afectiva. A estas personas quiero recordar que el indietrismo [ir hacia atrás] es inútil, y que es necesario comprender que existe una justa evolución en la comprensión de las cuestiones de fe y de moral. La doctrina también progresa, se consolida con el tiempo, se expande y se hace más firme, pero siempre progresando. El cambio se desarrolla desde la raíz hacia arriba, creciendo con estos tres criterios», explicó.

Puso el ejemplo de las bombas atómicas, la pena de muerte o la esclavitud, que hoy, dijo, «son pecado». «Estos grupos estadounidenses de los que hablas se van a aislar solos. Y en vez de vivir de doctrina, de la verdadera doctrina que siempre crece y da fruto, viven de ideologías. Entonces, cuando uno en la vida deja la doctrina para suplirla por una ideología, pierdes como en la guerra», sentenció.

Tras ser preguntado por la acogida de personas homosexuales en la Iglesia, insistió en que la llamada de Jesús es a todos y que pide a sus discípulos que inviten a todos, sanos y enfermos, justos y pecados. «Todos tienen lugar en la Iglesia. Ayudémoslos a vivir de modo que ese lugar sea uno de madurez para ellos, para todo tipo de personas», explicó. En este sentido, el Papa dijo que a veces se pone la lupa en los pecados de la carne, pero si se explota a los obreros, se miente o se estaba no es importante.

«Así que todos están invitados. Este es el punto. Con la metodología pastoral que convenga a cada uno. Eso sí, no hay que ser ingenuos, y obligarles a veces a una pastoral para la cual todavía no están maduros, o no son capaces. Para acompañar espiritual y pastoralmente a las personas se requiere mucha sensibilidad y creatividad. Pero todos, todos, todos están llamados a vivir en la Iglesia: nunca olviden eso», añadió.

Clericalismo, mundanidad, pobres y oración

Entre otros temas, recordó que dos de los principales males que aquejan a la Iglesia son la mundanidad y el clericalismo. Sobre el segundo, dijo que es malo cuando afecta a los sacerdotes, pero peor cuando se mete en los laicos. «Los laicos clericalizados son terribles».

Sobre la mundanidad, les recordó que hay que salir al mundo con los valores y antivalores que tiene, pero advirtió de que «una cosa es prepararse para dialogar con el mundo y otra meterse en las cosas del mundo». Y concluyó con dos claves: la inserción con los pobres, «que nos ayuda a nosotros mismos, nos evangeliza», y la oración, pues «el jesuita, con la oración, va adelante, no le tiene miedo a nada; cuando un jesuita no reza, se convierte en un jesuita seco».

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