El Papa continúa con sus catequesis sobre vicios y virtudes. Este miércoles ha meditado sobre la gula
Inmerso en su ciclo de catequesis sobre vicios y virtudes, el papa Francisco ha dedicado la audiencia general de este miércoles, 10 de enero, a meditar sobre la gula. Tras sus reflexiones previas acerca de la importancia de custodiar el corazón y dar el combate espiritual, el Pontífice ha destacado la importancia que tiene para el hombre moderno establecer una relación sana con la comida. Y lo ha hecho mirando a Cristo, cuyo primer milagro en las bodas de Caná pone de manifiesto su simpatía por las alegrías humanas en torno a la mesa.
Así, ha subrayado que, si bien Juan es recordado por su ascetismo, Jesús, en cambio, es el Mesías, cuyo comportamiento «suscita escándalo, porque no solo es benévolo con los pecadores, sino que incluso come con ellos; y este gesto demostraba su voluntad de comunión y de cercanía con todos». «Pero Jesús —ha detallado Francisco—, con una hermosa parábola, afirma sobre todo un nuevo principio: los invitados a la boda no pueden ayunar cuando el novio está con ellos; ayunarán cuando el novio les sea quitado. Ahora todo es relativo a Jesús. Cuando él está en medio de nosotros, no podemos estar de luto; pero a la hora de su pasión, entonces sí, que ayunemos (cf. Mc 2,18-20). Jesús quiere que estemos alegres en su compañía —Él es como el esposo de la Iglesia—; pero también quiere que compartamos sus sufrimientos, que son también los sufrimientos de los pequeños y de los pobres. Jesús es universal».
Un aspecto fundamental en la reflexión del Papa ha sido la abolición que hace Cristo de la distinción entre alimentos puros e impuros que establecía la cultura judía: «Jesús nos enseña que no es lo que entra en el hombre lo que lo contamina, sino lo que sale de su corazón. Por eso, el cristianismo no contempla alimentos impuros. Pero la atención que debemos tener es aquella interior: no respecto al alimento en sí, sino respecto a nuestra relación con él».
En este sentido, ha aseverado que «cuando una persona tiene una relación desordenada con la comida, come de prisa, con ganas de saciarse y nunca se sacia, es esclavo de la comida». «Se come demasiado, o demasiado poco. A menudo se come en soledad. Se extienden los trastornos alimentarios: anorexia, bulimia, obesidad… Existe una conexión entre el desequilibrio psíquico y la forma de comer los alimentos. Dime cómo comes, y te diré qué alma posees. En nuestra forma de comer revelamos nuestro interior, nuestros hábitos, nuestras actitudes psíquicas», continuó. Por tanto, se trata de «un vicio que se injerta en una de nuestras necesidades vitales, como la alimentación. Estemos atentos a esto», advirtió Francisco.
La gula social
De la vigilancia personal de las pasiones, el Pontífice ha pasado a lo general: «Desde un punto de vista social, la gula es quizá el vicio más peligroso que está acabando con el planeta». Y explicó: «La voracidad con la que nos hemos desatado hacia los bienes del planeta está comprometiendo el futuro de todos. Nos hemos abalanzado sobre todo, para hacernos dueños de todo, cuando todo había sido consignado a nuestra custodia, no para nuestro aprovechamiento. Hemos abjurado del nombre de hombres, para asumir otro: consumidores. Estábamos hechos para ser hombres y mujeres eucarísticos, capaces de dar gracias, discretos en el uso de la tierra, y, en cambio, nos hemos convertido en depredadores. Ahora nos estamos dando cuenta de que esta forma de gula nos ha hecho mucho daño a nosotros y al medio ambiente en el que vivimos».
Por último, el Santo Padre invitó a los fieles a trabajar el Evangelio y pedir al Señor «que nos ayude en el camino de la sobriedad, para que ninguna forma de gula se apodere de nuestras vidas».