El Santo Padre ha presidido la Santa Misa en la Basílica de Santa Sabina y ha instado a «no tener miedo de quitarnos los revestimientos mundanos y volver al corazón, a lo esencial»
El Papa Francisco ha presidido este miércoles de ceniza la Santa Misa que marca el inicio de la Cuaresma, un período de reflexión y penitencia para los católicos en todo el mundo. En medio de los rituales tradicionales de imposición de ceniza, el Papa instó a los fieles a renovar su compromiso con la fe y el servicio a los demás, recordando la importancia de la humildad, la compasión y la solidaridad en un mundo marcado por desafíos y sufrimientos. La ceremonia, celebrada en la Basílica de Santa Sabina, fue un llamamiento a la reflexión espiritual y a la búsqueda de la paz interior en un momento de incertidumbre y cambio.
El Santo Padre ha indicado que este tiempo «nos sumerge en un baño de purificación y de despojamiento; quiere ayudarnos a quitar todo “maquillaje”, todo aquello de lo que nos revestimos para parecer adecuados, mejores de lo que realmente somos. Volver al corazón significa volver a nuestro verdadero yo y presentarlo tal como es, desnudo y despojado, frente a Dios. Significa mirarnos por dentro y tomar conciencia de quiénes somos realmente, quitándonos las máscaras que a menudo usamos, disminuyendo el ritmo de nuestro frenesí, abrazando la verdad de nosotros mismos».
En referencia a la imposición de la ceniza, ha destacado que «es un gesto que quiere remitirnos a la realidad esencial de nosotros mismos. Somos polvo, nuestra vida es como un soplo, pero el Señor no permite que ese polvo que somos se desvanezca; Él lo recoge y lo plasma para que no lo dispersen los vientos impetuosos de la vida y no se disuelva en el abismo de la muerte».
«Somos amados con amor eterno»
Francisco ha explicado que «cada uno de nosotros somos amados con amor eterno. Somos ceniza sobre la que Dios sopló su aliento de vida, tierra que Él plasmó con sus manos, polvo del que resurgiremos para una vida sin fin preparada desde siempre para nosotros. La limosna, la oración y el ayuno no pueden reducirse a prácticas exteriores, sino que son caminos que nos reconducen al corazón, a lo esencial de la vida cristiana. Nos hacen descubrir que somos polvo amado por Dios y nos vuelven capaces de esparcir el mismo amor sobre la “ceniza” de tantas situaciones cotidianas, para que en ellas renazca esperanza, confianza y alegría».
«Vuelve al corazón»
Ha invitado en esta Cuaresma a escuchar la voz del Señor, «que no se cansa de repetirnos: entra en lo secreto, vuelve al corazón. Es una sana invitación para nosotros, que a menudo vivimos en la superficie, que nos inquietamos para hacernos notar, que siempre necesitamos ser admirados y apreciados».
«Volver a lo esencial»
Por último, el Pontífice ha animado a «volver a Dios con todo el corazón. En estas semanas de cuaresma, dejemos espacio para la oración silenciosa de adoración, en la que permanecemos en presencia del Señor a la escucha, como Moisés, como Elías, como María, como Jesús. No tengamos miedo de quitarnos los revestimientos mundanos y volver al corazón, a lo esencial. Pensemos en san Francisco, que después de haberse despojado completamente, abrazó con todas sus fuerzas al Padre que está en los cielos. Reconozcámonos por lo que somos: polvo amado por Dios, y gracias a Él renaceremos de las cenizas del pecado a la vida nueva en Jesucristo y en el Espíritu Santo».