José María Ferré es embajador de España. Actualmente, cónsul en Burdeos
La celebración de elecciones europeas dentro de unas semanas plantea varias cuestiones. Todas ellas aparecerán en el debate electoral en su parte europea, porque también habrá una parte nacional en cada uno de los estados miembros. En España, lo nacional parece que se centrará en el apoyo o no al Gobierno. Siempre ha habido esta dicotomía entre lo europeo y lo nacional en estos comicios, pero, poco a poco, se ha ido avanzando en dar la importancia que le corresponde a lo europeo.
Futuro
Durante la reciente presidencia española del Consejo de la UE se fijaron unas prioridades que reflejan bien el futuro y lo que será la próxima legislatura europea (2024-2029). Eran los siguientes: la reindustrialización y la autonomía estratégica, la transición ecológica, una mayor justicia social y económica y reforzar la unidad de Europa. Todas estas prioridades se habían consolidado a lo largo de la legislatura europea que termina y vemos bien cómo ha influido la guerra en Ucrania, la COVID-19 o el conflicto en Oriente Medio.
Se impone la necesidad de más trabajo juntos y, aunque no se ha logrado el consenso, se avanza lentamente.
Por ejemplo, se han dado pasos adelante en Ucrania y se ha empezado a hablar de una política europea de defensa y de seguridad, que tiene como principal referencia la Brújula Estratégica 2022.
En el futuro se seguirá trabajando en las uniones económica y monetaria (€), política, bancaria (BCE y SEBC) e incluso social o de defensa.
Recientemente, Mario Draghi —en la Conferencia Europea sobre derechos sociales en La Hulpe, Bélgica— ha señalado la necesidad de un cambio radical en el proceso de toma de decisiones y los métodos de financiación. Es necesario ceder soberanía y plantear políticas económicas y fiscales más allá de las nacionales. Hay que trabajar juntos en economías de escala, bienes públicos y aprovisionamiento de recursos esenciales.
Retos
Los retos inmediatos son las propias elecciones europeas, la inmigración y la agricultura. Estos dos últimos centran, en buena parte, el debate electoral inmediato para capturar votos.
Hace poco, el Parlamento Europeo aprobó un nuevo pacto migratorio —con apoyo en general de PPE, socialistas y liberales y rechazo en general de conservadores, identitarios, verdes e izquierda—. Se pretende una gestión más equitativa, humana y eficiente de los flujos migratorios, invertir más en los países de origen y tránsito y combatir las mafias. El pacto endurece las condiciones para solicitar asilo y fija un mecanismo de solidaridad para distribuir los inmigrantes entre los miembros de la UE. También se prevé un régimen excepcional ante situaciones de crisis. En 2023, llegaron irregularmente a la Unión Europea un total de 286.122 migrantes y 3.711 fallecieron al intentar llegar, según los datos de la Organización Internacional de Migraciones (OIM).
Hemos visto las reacciones de los agricultores contra las medidas que se les impone para combatir el cambio climático o por otros motivos difíciles de entender. El reto es cómo tener una autonomía estratégica —algo que estaba en el planteamiento de la Política Agrícola Común—; equilibrar la seguridad alimentaria y la sostenibilidad medioambiental, económica y social; y mantener la cohesión social, territorial y económica del medio rural y las zonas costeras, entre otras cuestiones.
El reto de las elecciones europeas aparece con un Eurobarómetro que prevé un aumento de la participación respecto a las pasadas elecciones de 2019. En España también aumenta. Quizá se debe a que el europeísmo sigue con fuerza y también a que las tensiones durante la última legislatura provocan un aumento de interés. La colaboración europea para las vacunas contra la COVID-19 o el endeudamiento común han sido logros europeos. Lo europeo se ve menos respecto al medio ambiente o la inmigración.
Identidad
La identidad de la UE se refleja en el modo de vida europeo. Es un modo de vida basado, entre otras cuestiones, en la gran relevancia de la justicia social y de la solidaridad, y en la construcción y mantenimiento de un estado de bienestar. Es fácil ver la influencia originaria de la doctrina social de la Iglesia aportada por los padres fundadores europeos como Schuman —en proceso de beatificación—, Adenauer o De Gasperi, todos ellos católicos. Hubo una larga etapa de establecimiento de la identidad europea con unos planteamientos muy próximos a los de esos padres fundadores. Recientemente, hay un cambio y una inquietud bien expresada por monseñor Luis Argüello (Valladolid, 7-4-2024) al decir que «Europa rechaza a inmigrantes y aprueba el aborto como derecho humano».
En la identidad europea estaba la paz en Europa y establecer libertades de circulación de personas, servicios, mercancías y capitales que forman el Mercado Único. A ello se han ido añadiendo cuestiones propias de una ciudadanía europea con su garantía de libertad de circulación o de establecimiento. Todo ello se ha consolidado y debe ser mantenido.
La unidad entre los europeos, el sentirse europeo y el conocer Europa forman parte de la identidad. La voluntad política para emprender los cambios necesarios acordes con la identidad europea dependerá, en buena parte, del resultado de las elecciones europeas.