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¡Hágase tu voluntad!

Al escribir estas palabras, resuena en mi corazón la primera lectura del II Domingo del Tiempo Ordinario. El pequeño Samuel «no conoce» aún la voz del verdadero Señor, a quien sirve y adora como centro de su vida, y acude a su maestro Elí en dos ocasiones. Pero sí está pronto y a la escucha, aun en la noche y durmiendo. Qué buen icono, también para esta Jornada XXVIII de la Vida Consagrada que celebramos con el lema Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad. Palabras que siguen siendo desafío y reto para los que nos sentimos llamados y amados, para contribuir con lo mejor de cada uno a servir y adorar al Señor que, incluso en la noche y en medio de dificultades en este mundo tan convulso, cuenta con nosotros. Y cuenta con nosotros para seguir empeñados en hacer del servicio, la misericordia y la ternura las claves para la construcción de la civilización del amor, la fraternidad universal, donde todos, acogiéndonos como pueblo de Dios en salida, hacemos de este mundo un nosotros que irradia compromiso profético hasta dar la vida al estilo de Jesús.

De ahí que decir, como Samuel, como María, ¡aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad!, con otros muchos hombres y mujeres, nuestros fundadores, es desear acrisolar nuestra voluntad, a la luz y al compromiso del envío pascual, saber que Él está y nos acompaña a edificar la comunión hasta las últimas consecuencias. Como recoge el mensaje para esta jornada, decir sí, aquí estoy, supone apostar todo, apoyados en la gracia que nunca nos deja, con la única seguridad de ser portadores de una promesa de vida con mayúsculas, de felicidad que no tiene fin, de promesa que recoge los dolores y sinsabores, las carencias de comunión en medio de una sociedad tan sin sentido, para gritar con la grandeza de los pequeños que la promesa del Dios-con-nosotros es más fuerte que las dudas y las dificultades.

¡Feliz Jornada de la Vida Consagrada! 

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