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Homilías para el 2º Domingo de Cuaresma, C, (24-2-2013)

Textos recopilado por fray Gregorio Cortázar Vinuesa

«Os conviene que yo me vaya» (Jn 16, 7)

«En soledad vivía / y en soledad ha puesto ya su nido / y en soledad la guía / a solas su Querido / también en soledad de amor herido» (San Juan de la Cruz, Cántico espiritual, 35). «¡Cuán manso y amoroso / recuerdas en mi seno, / donde secretamente solo moras; / y en tu aspirar sabroso / de bien y gloria lleno, / cuán delicadamente me enamoras!» (Ib., Llama de amor viva, 4).

TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

NVulgata 1 Ps 2 EBibJer2ed (en) – Concordia y ©atena Aurea (en)

 

(1/3) Juan Pablo II, Homilía en la parroquia de San Aquiles 8-3-1998 (sp en it po):

«”Este es mi Hijo, el amado; escuchadle” (Lc 9, 35). En este segundo domingo de Cuaresma la liturgia nos invita a meditar en la sugestiva narración de la Transfiguración de Jesús. En la soledad del monte Tabor, presentes Pedro, Santiago y Juan, únicos testigos privilegiados de ese importante acontecimiento, Jesús es revestido, también exteriormente, de la gloria de Hijo de Dios, que le pertenece. Su rostro se vuelve luminoso; sus vestidos, brillantes. Aparecen Moisés y Elías, que conversan con él sobre el cumplimiento de su misión terrena, destinada a concluirse en Jerusalén con su muerte en la cruz y con su resurrección.

En la Transfiguración se hace visible por un momento la luz divina que se revelará plenamente en el misterio pascual.

El evangelista san Lucas subraya que ese hecho extraordinario tiene lugar precisamente en un marco de oración: “Y mientras oraba”, el rostro de Jesús cambió de aspecto (cf Lc 9, 29). A ejemplo de Cristo, toda la comunidad cristiana está invitada a vivir con espíritu de oración y penitencia el itinerario cuaresmal, a fin de prepararse ya desde ahora para acoger la luz divina que resplandecerá en la Pascua.

En la segunda lectura, tomada de la carta de san Pablo a los Filipenses, se nos dirige una apremiante exhortación a la conversión: “Fijaos en los que viven según el modelo que tenéis en nosotros” (Flp 3, 17). Con estas palabras, el Apóstol propone su experiencia personal, para ayudar a los fieles de Filipos a superar el clima de relajación y negligencia, que estaba difundiéndose en esa comunidad, tan querida para él.

Su tono llega a ser aquí particularmente fuerte y conmovedor. San Pablo se dirige a sus cristianos de Filipos “con lágrimas en los ojos”, para ponerlos en guardia contra quienes “viven como enemigos de la cruz de Cristo”, puesto que “solo aspiran a cosas terrenas” (Flp 3, 18-19). A las dificultades de esa comunidad, fundada por él, contrapone la imagen de su propia vida, entregada sin reservas a la causa de Cristo y al anuncio del Evangelio (…).

Os recuerdo lo que escribí en la carta apostólica Tertio millennio adveniente: “El Espíritu es también para nuestra época el agente principal de la nueva evangelización” (n. 45) (…). En este itinerario apostólico nos sostiene la certeza de que Dios es fiel. En la primera lectura hemos escuchado la narración de la alianza que Dios selló con Abraham. A la promesa divina de una descendencia, Abraham responde “esperando contra toda esperanza” (Rm 4, 18); por eso se convierte en padre en la fe de todos los creyentes.

“Abraham creyó al Señor y le fue reputado por justicia” (Gn 15, 6). La alianza con el padre del pueblo elegido se renueva más tarde en la gran alianza del Sinaí. Esta, después, alcanza su plenitud definitiva en la nueva Alianza, que Dios sella con toda la humanidad, no por la sangre de animales, sino por la de su mismo Hijo, hecho hombre, que da su vida para la redención del mundo.

María, que como Abraham creyó contra toda esperanza, nos ayude a reconocer en Jesús al Hijo de Dios y al Señor de nuestra vida. A ella le encomendamos (los días) la Cuaresma (…), para que sean momentos privilegiados de gracia y den abundantes frutos para la comunidad cristiana».

(2/3) Benedicto XVI, Ángelus 8-3-2009 (ge hr sp fr en it po): «La Transfiguración de Jesús fue esencialmente una experiencia de oración (cf Lc 9, 28-29). En efecto, la oración alcanza su culmen, y por tanto se convierte en fuente de luz interior, cuando el espíritu del hombre se adhiere al de Dios y sus voluntades se funden como formando una sola cosa.

Cuando Jesús subió al monte, se sumergió en la contemplación del designio de amor del Padre, que lo había mandado al mundo para salvar a la humanidad. Junto a Jesús aparecieron Elías y Moisés, para significar que las Sagradas Escrituras concordaban en anunciar el misterio de su Pascua, es decir, que Cristo debía sufrir y morir para entrar en su gloria (cf Lc 24, 26. 46).

En aquel momento Jesús vio perfilarse ante él la cruz, el extremo sacrificio necesario para liberarnos del dominio del pecado y de la muerte. Y en su corazón, una vez más, repitió su “Amén”. Dijo “sí”, “heme aquí”, “hágase, oh Padre, tu voluntad de amor”. Y, como había sucedido después del bautismo en el Jordán, llegaron del cielo los signos de la complacencia de Dios Padre: la luz, que transfiguró a Cristo, y la voz que lo proclamó “Hijo amado” (Mc 9, 7)».

(3/3) Juan Pablo II, Homilía en la parroquia de San Roberto Belarmino 2-3-1980 (sp it po).

LA PALABRA DEL PAPA.– «Jesús, al dar a Simón (…) el título, más aún, el don, el carisma de la fuerza, de la dureza, de la capacidad de resistir y sostener –como es precisamente la naturaleza de una piedra, de una roca, de un peñasco–, asociaba el mensaje de su palabra a la virtud nueva y prodigiosa de este apóstol, que había de tener la función, él y quien le sucediera legítimamente, de testimoniar con incomparable seguridad ese mismo mensaje que llamamos Evangelio» (Pablo VI, Audiencia general 3-4-1968 fr it). «El mensaje de Cristo, de generación en generación, nos ha llegado a través de una cadena de testimonios, de la que Nos formamos un eslabón como sucesor de Pedro, a quien el Señor confió el carisma de la fe sin error» (Pablo VI, Homilía 20-9-1964 it). «Junto a la infalibilidad de las definiciones “ex cáthedra”, existe el carisma de asistencia del Espíritu Santo concedido a Pedro y a sus sucesores para que no cometan errores en materia de fe y de moral y para que, por el contrario, iluminen bien al pueblo cristiano» (Juan Pablo II, Audiencia general 24-3-1993 sp it). «Al escogerme como Obispo de Roma, el Señor ha querido que sea su Vicario, ha querido que sea la “piedra” en la que todos puedan apoyarse con seguridad» (Benedicto XVI, Homilía en la capilla Sixtina 20-4-2005 ge sp fr en it lt po).

LOS ENLACES A LA NEO-VULGATA.– «Esta edición de la Neo-Vulgata puede servir también (además de especialmente para la liturgia) para que la tengan en cuenta las versiones en lengua vulgar que se destinan a uso litúrgico y pastoral, y (…) como base segura para los estudios bíblicos» (Juan Pablo II, Constitución apostólica Scripturarum thesaurus 25-4-1979 ge sp fr en lt po). «La palabra sagrada debe presentarse lo más posible tal como es, incluso en lo que tiene de extraño y con los interrogantes que comporta» (Benedicto XVI, Carta al presidente de la C.E. Alemana sobre un cambio en las palabras de la Consagración 14-4-2012 ge sp fr en it pl po).

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