Textos recopilado por fray Gregorio Cortázar Vinuesa
NVulgata 1 Ps 2 E – BibJer2ed (en) – Concordia y ©atena Aurea (en)
(1/2) Juan Pablo II, Homilía en la parroquia de San Timoteo 10-2-1980 (sp it po):
«1. Estoy contento de encontrarme aquí en medio de vosotros, queridos fieles de la parroquia de San Timoteo (…), de volver a descubrir y profundizar con vosotros, en los textos de la liturgia de este domingo, la fundamental vocación-misión del cristiano que, como los Profetas, como los Apóstoles, está llamado a desarrollar el ministerio de anunciar y evangelizar a Cristo, haciéndolo actual mediante el propio testimonio vivo (…).
2. A propósito de esta vocación, el Evangelio de hoy nos ofrece abundante materia de reflexión y todas las lecturas de la liturgia dominical nos permiten comprender aún más a fondo su contenido.
He aquí el cuadro más frecuente en el Evangelio: Cristo enseña. Enseña a cuantos «se agolpan» en torno «para oír la Palabra de Dios» (Lc 5, 1). Primero enseña en la orilla del lago de Genesaret, luego «subió a una de las barcas, que era la de Simón», y rogándole que se alejase un poco de la tierra, continuó enseñando a la multitud desde la barca (cf Lc 5, 5). Cuando terminó de hablar, se alejó de la muchedumbre y mandó a Simón hacerse a la mar y echar las redes para la pesca (cf Lc 5, 4).
El acontecimiento, que podría parecer ordinario, toma de allí a poco un carácter extraordinario. En efecto, la pesca resulta especialmente abundante, lo que sorprende a Simón y los otros pescadores, cuya fatiga precedente, que duró toda la noche, no había dado resultado alguno: «Toda la noche hemos estado trabajando y no hemos pescado nada» (Lc 5, 5), dice Simón cuando Jesús le pide echar las redes. Lo hacen únicamente por respeto a las palabras de Jesús, movidos por un motivo de estima y obediencia.
La inesperada abundantísima pesca, que incluso exige la ayuda de los compañeros de la otra barca, suscita en Simón Pedro una reacción típica de él. Se echa a los pies de Jesús y dice: «Señor, apártate de mí, que soy hombre pecador» (Lc 5, 8). Los otros testigos del acontecimiento milagroso, los hermanos Santiago y Juan, no reaccionan del mismo modo, pero también se llenan de estupor por la extraordinaria pesca realizada (cf Lc 5, 9).
Entonces Jesús dirige a Simón las palabras que dan el significado profético a todo el acontecimiento: «No temas; en adelante serás pescador de hombres» (Lc 5, 10).
3. En diversos pasajes podemos comprobar que el Señor Jesús enseña a todos los que se acercan para oír su palabra; sin embargo, él se propone instruir de modo particular a los Apóstoles, para introducirlos en los «misterios del reino», que ellos sobre todo deben conocer, para creer en la propia misión. Jesús los educa en la tarea de futuros testigos de su potencia y de maestros seguros de esa verdad que él ha traído al mundo desde el Padre, de la verdad que es él mismo.
El pasaje evangélico de hoy nos muestra uno de los momentos particulares de esta solicitud mediante la cual Jesús confirma a los Apóstoles y ante todo a Simón Pedro en la propia vocación. El método que usa el Maestro divino sobrepasa la simple enseñanza, el anuncio de la Palabra y su explicación. Para que penetre en profundidad, Jesús confirma la verdad de la Palabra anunciada con la revelación de su potencia sobrehumana y sobrenatural de Dios, que se dirige directamente a todo el hombre.
Frente a la revelación de esta potencia, la reacción del hombre es siempre la que manifestó Simón Pedro: la toma de conciencia de la propia indignidad y estado pecaminoso. ¿No decimos nosotros siempre, antes de la santa comunión: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa…»? Pedro, a su vez, afirma: «Apártate de mí, que soy hombre pecador» (Lc 5, 8). San Pablo movido por el mismo sentimiento, escribirá: «No soy digno de ser llamado Apóstol, pues perseguí a la Iglesia de Dios» (1Co 15, 9). Y así Isaías se defiende de la llamada del Señor, que querría eludir, oponiendo la impureza de los propios labios, indignos de pronunciar las palabras del Señor (cf Is 6, 5).
Este profundo sentido de estado pecaminoso personal y de indignidad permite actuar a Dios mismo, permite a su gracia –gracia a la llamada divina– hacerse eficaz.
Los labios de Isaías, tocados por un carbón encendido, se vuelven puros y el profeta puede decir: «Heme aquí, envíame a mí» (Is 6, 8). Pablo, convertido de perseguidor en Apóstol, afirma: «Por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia en mí no ha sido estéril» (1Co 15, 10). Simón Pedro, por su parte, escucha de labios de Cristo las palabras confortadoras: «No temas; en adelante vas a ser pescador de hombres» (Lc 5, 10).
4. En las lecturas de hoy se encierra una profunda lección que demuestra nuestra verdadera relación personal con Dios. Ante todo es necesario que tengamos un sentido profundo de su santidad y a la vez un vivo sentimiento de nuestra culpa e indignidad. Cuanto más caemos en la cuenta de esto último, tanto más se nos revela lo primero: Dios en la Majestad inefable de su potencia y de su amor, Creador y Redentor del hombre, Sabiduría, Justicia, Misericordia, Dios Omnipresente, Omnisciente, Omnipotente.
Cristo nos manifiesta con su enseñanza este misterio inescrutable de Dios y, al mismo tiempo, nos lo acerca, hablando el lenguaje de los hombres sencillos, haciendo presente la potencia de Dios mismo con signos visibles, como por ejemplo la pesca del lago de Genesaret.
Reflexione cada uno de nosotros si su relación interior con Dios tiene los rasgos que se manifiestan en el comportamiento de Simón Pedro, de Pablo de Tarso, del profeta Isaías; si nuestra relación con Dios no es demasiado superficial, unilateral, interesada. ¿Tenemos miedo del pecado por no ofender al Padre y al Hijo, su Unigénito, que ha aceptado por nosotros la pasión y la muerte en la cruz? ¿O más bien nos falta esa conciencia de profunda indignidad en relación con Aquel es el solo y único Santo? Comprometámonos en este sentido.
5. Además de esto, las lecturas de hoy contienen pensamientos e indicaciones importantes para la vida de la parroquia, como comunidad del Pueblo de Dios.
Cristo dijo a Pedro: «En adelante serás pescador de hombres» (Lc 5, 10). Esta pesca misteriosa corresponde a la misión incesante de la Iglesia, de cada una de las comunidades en la Iglesia y de cada uno de los cristianos. Llevar a los hombres vivos, a las almas humanas a la luz de la fe y a la fuente del amor; mostrarles el Reino de Dios presente en los corazones y en el designio de la historia de la humanidad; reunir a todos en esa unidad cuyo centro es Cristo: he aquí la misión continua de la Iglesia (…).
Y como en los tiempos de Jesús, así también hoy, esta misión exige un constante anuncio que prepare y facilite la acogida de la verdad divina y del amor fraterno. Exige que cada una de las personas, de los grupos, de los ambientes «se aparten a veces de la tierra» para «alejarse» (…). Es necesaria particularmente una intimidad familiar exclusiva, ferviente con Cristo y con el Padre en el Espíritu Santo, para que maduren los apóstoles, es decir, los cristianos perfectos, prontos a dar a los demás, sacando de la propia plenitud, para que la gracia de Dios en ellos no sea estéril (cf 1Co 15, 10; 2Co 6, 1) (…).
«Maestro…, por tu palabra echaré las redes» (Lc 5, 5). Vuestra comunidad, vuestros Pastores, todas las almas apostólicas, religiosos, religiosas y laicos responsables, todos los feligreses no cesen de pensar así, animados por este mismo espíritu de fe, y no cesen de actuar en consecuencia. ¡El Maestro y Señor está constantemente presente en nuestra barca!
6. (…). Os asista en vuestros generosos esfuerzos la divina protección, que os asegura, por lo demás, la gracia de vuestra vocación cristiana; os ayude la intercesión de María, Madre de Cristo y de la Iglesia y os conforte el convencimiento de que el Papa, vuestro Obispo, está con vosotros para confirmaros y daros seguridad, a fin de que vuestra parroquia «pueda realizar con eficacia en esta hora de gracia, la misión inalienable, recibida del Maestro: Id, pues, y enseñad a todas las gentes» (Exhortación Apostólica Catechesi tradendae 16-10-1979 ge sp fr en it lt pl po)».
(2/2) Benedicto XVI, Ángelus 7-2-2010 (ge hr sp fr en it po)
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LA PALABRA DEL PAPA.– «Jesús, al dar a Simón (…) el título, más aún, el don, el carisma de la fuerza, de la dureza, de la capacidad de resistir y sostener –como es precisamente la naturaleza de una piedra, de una roca, de un peñasco–, asociaba el mensaje de su palabra a la virtud nueva y prodigiosa de este apóstol, que había de tener la función, él y quien le sucediera legítimamente, de testimoniar con incomparable seguridad ese mismo mensaje que llamamos Evangelio» (Pablo VI, Audiencia general 3-4-1968 fr it). «El mensaje de Cristo, de generación en generación, nos ha llegado a través de una cadena de testimonios, de la que Nos formamos un eslabón como sucesor de Pedro, a quien el Señor confió el carisma de la fe sin error» (Pablo VI, Homilía 20-9-1964 it). «Junto a la infalibilidad de las definiciones «ex cáthedra», existe el carisma de asistencia del Espíritu Santo concedido a Pedro y a sus sucesores para que no cometan errores en materia de fe y de moral y para que, por el contrario, iluminen bien al pueblo cristiano» (Juan Pablo II, Audiencia general 24-3-1993 sp it). «Al escogerme como Obispo de Roma, el Señor ha querido que sea su Vicario, ha querido que sea la «piedra» en la que todos puedan apoyarse con seguridad» (Benedicto XVI, Homilía en la capilla Sixtina 20-4-2005 ge sp fr en it lt po).
LOS ENLACES A LA NEO-VULGATA.– «Esta edición de la Neo-Vulgata puede servir también (además de especialmente para la liturgia) para que la tengan en cuenta las versiones en lengua vulgar que se destinan a uso litúrgico y pastoral, y (…) como base segura para los estudios bíblicos» (Juan Pablo II, Constitución apostólica Scripturarum thesaurus 25-4-1979 ge sp fr en lt po). «La palabra sagrada debe presentarse lo más posible tal como es, incluso en lo que tiene de extraño y con los interrogantes que comporta» (Benedicto XVI, Carta al presidente de la C.E. Alemana sobre un cambio en las palabras de la Consagración 14-4-2012 ge sp fr en it pl po).