Homilías y ángelus para el 4º domingo de Cuaresma, A, (30-3-2014)
Textos recopilados por fray Gregorio Cortázar Vinuesa, OCD
NVulgata 1 Ps 2 E – BibJer2ed (en) – Concordia y ©atena Aurea (en)
(1/3) Benedicto XVI, Ángelus 2-3-2008 (ge hr sp fr en it po)
(2/3) Benedicto XVI, Ángelus 3-4-2011 (ge hr sp fr en it po)
(3/3) Juan Pablo II, Homilía en la parroquia de San Sabas 29-3-1981 (sp it po):
«Queridísimos hermanos y hermanas: Deseo juntamente con vosotros saludar a Cristo Buen Pastor con las palabras del Salmo responsorial de la liturgia de hoy, que colma nuestros corazones de tanta confianza: “El Señor es mi Pastor, nada me falta” (Sal 23, 1) (…).
El Salmo responsorial del cuarto domingo de Cuaresma dirige nuestras almas hacia el misterio pascual, en el que Cristo se revela realmente como Pastor que ofrece la vida por las ovejas (cf Jn 10, 11-15).
La imagen que emerge del Salmo 22 es una preparación en el Antiguo Testamento de la figura que Cristo mismo ha delineado con la parábola del Buen Pastor (…). Su mensaje es fácilmente comprensible: Jesús, el Verbo divino, se encarnó precisamente para conducir las almas hacia la verdad: “En verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas”.
Jesús vino para alentarnos en el camino de la vida, para guiarnos en el camino justo de la salvación, para prepararnos la mesa de la gracia, para darnos la alegría de la certeza. Jesús está con nosotros todos los días de nuestra existencia: la fe en él nos da seguridad y valentía, aun cuando a veces tengamos que caminar en un valle oscuro.
¡Ánimo, pues, queridos hijos! Es la primera exhortación que nos sugiere la liturgia de hoy. A pesar de las penas y de los contrastes de la vida, a pesar de las situaciones sociales y públicas que a veces pueden llegar a ser dramáticas, no perdáis la confianza en Cristo Buen Pastor, Redentor de nuestras almas, Salvador de la humanidad.
Cristo es precisamente el Pastor eterno de toda la humanidad, porque en él todos nosotros hemos sido elegidos por el Padre como sus hijos adoptivos. Y por medio de su obra redentora hemos sido unidos al Espíritu Santo, de manera que participamos así también de la misión de Cristo “Sacerdote, Profeta y Rey” (cf Lumen gentium, 31).
Hacia estos pensamientos nos orienta la primera lectura del libro de Samuel, que narra la elección y la unción del futuro rey David por parte del Profeta.
Del relato del episodio histórico resulta que en el Antiguo Testamento solo alguno era elegido por el Altísimo para la realización de sus designios. En este caso, uno solo de los siete hijos de Jesé fue elegido y consagrado rey de Israel. En cambio, la revelación de Cristo y la enseñanza perenne de la Iglesia afirman que, en el Nuevo Testamento, la elección es universal: toda la humanidad y, por esto, cada uno de los hombres, es llamado y elegido en Cristo para participar de la misma vida divina mediante la gracia.
Así pues, sentíos dichosos y estad agradecidos por haber no solo conocido estas realidades divinas, sino por haber recibido la “unción” y la “consagración” mediante el bautismo y la confirmación. Acordaos siempre de vuestra dignidad, de vuestra grandeza, de vuestra riqueza, y comportaos de modo que también los demás puedan conocerla y vivirla.
Sin embargo, el pensamiento sobre el que pone más fuertemente el acento la liturgia de hoy es que Cristo es el Pastor de nuestras almas en cuanto que nos abre los ojos para ver la luz de Dios.
El relato de la curación del ciego de nacimiento, como nos lo presenta el evangelista Juan, es ciertamente una de las páginas más espléndidas del Evangelio. Sería necesario detenerse largamente para analizar los valores literarios, para saborear la composición de la escena, para profundizar en la sicología de los diversos personajes, para seguir la dinámica de la acción, para descubrir su valor apologético, para meditar su mensaje doctrinal (…).
Para este encuentro es suficiente una sola pero fundamental observación: Jesús realizó el llamativo milagro de la curación del ciego de nacimiento para demostrar su divinidad y la consiguiente necesidad de acoger su persona y su mensaje.
El ciego, una vez curado, no sabe todavía quién es Jesús, pero lo intuye, y contra la incredulidad de los judíos y el temor de sus mismos padres, afirma: “Jamás se oyó decir que nadie abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si este no viniera de Dios, no tendría ningún poder” (Jn 9, 33). Cuando después Jesús le dice claramente que es el “Hijo del hombre” (Jn 9, 35), esto es, el Mesías, el Hijo de Dios, el ciego curado no tiene ninguna duda e inmediatamente hace su profesión de fe: “Creo, Señor” (Jn 9, 38).
He aquí, pues, el significado inmediato del milagro realizado por Jesús: Él es verdaderamente Dios, el cual, como pudo dar enseguida la vista a un ciego, mucho más puede dar la vista al alma, puede abrir los ojos interiores para que conozcan las verdades supremas que se refieren a la naturaleza de Dios y al destino del hombre. Por eso, la curación física del ciego, que luego es causa de su fe, se convierte en un símbolo de la conversión espiritual.
De este modo Jesús vuelve a confirmar la verdad de las palabras que ya había pronunciado: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12). Cristo es Buen Pastor porque es la luz de nuestras almas. No podemos menos de creer en él, seguirle, amarle, escucharle.
De la meditación de las lecturas de la liturgia de hoy debemos sacar ahora alguna conclusión práctica (…). Ante todo, tened siempre un profundo sentido de responsabilidad sobre vuestra fe cristiana.
El relato evangélico nos hace comprender cuán preciosa es la vista de los ojos, pero cuánto más preciosa es aún la luz de la fe. Pero sabemos que esta fe exige firmeza y fortaleza, porque está siempre insidiada. Frente a la luz que es Cristo, hay a veces una actitud de abierta hostilidad, o de rechazo y de indiferencia, o también de crítica injusta y parcial.
Sentíos responsables de vuestra fe en la sociedad moderna en la que debéis vivir, cada uno en su puesto de vida y de trabajo, cada uno en el ámbito de sus relaciones de familia y de profesión. Y por esto, profundizad cada vez más en ella, con una catequesis sana, completa, metódica (…).
Una segunda consecuencia práctica se puede sacar de la carta de san Pablo a los cristianos de la ciudad de Éfeso. “En otro tiempo erais tinieblas –escribe el Apóstol–, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz” (Ef 5, 8). La exhortación de san Pablo es siempre actual: “Buscad lo que agrada al Señor” (Ef 5, 10). “No toméis parte en las obras estériles de las tinieblas” (Ef 5, 11).
Sed luz también vosotros (…) con la frecuencia asidua y convencida a la Santa Misa dominical y festiva; sed luz eliminando escrupulosamente las palabras soeces, la blasfemia, la lectura de diarios y revistas pornográficas, la visión de espectáculos negativos; sed luz con el ejemplo continuo de vuestra bondad y de vuestra fidelidad en todo lugar, pero especialmente en el ambiente privilegiado de la familia, recordando que “toda bondad, justicia y verdad son frutos de la luz” (Ef 5, 9).
Queridísimos: El cuarto domingo de Cuaresma eleva nuestros pensamientos y nuestros corazones hacia Cristo que, al ofrecer su vida por los hombres en la pasión y en la cruz, se revela como el único Buen Pastor que abraza a todos y a cada uno, se cuida del verdadero bien de cada hombre y de la humanidad aquí en la tierra; y, en definitiva, se cuida de nuestra salvación eterna.
Estemos dispuestos a seguir a Cristo por los caminos que él nos indica, también mediante la enseñanza de la Iglesia que él ha instituido. Estemos dispuestos a sacar fuerza de las fuentes de la gracia que él nos abre en la Iglesia mediante los sacramentos de la fe: Penitencia y Eucaristía. Y, finalmente, estemos dispuestos a buscar en él el apoyo en todas las dificultades de nuestra vida y de nuestra conciencia.
No nos separemos nunca de él. Él es la luz del mundo».
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LA PALABRA DEL PAPA.– «Jesús, al dar a Simón (…) el título, más aún, el don, el carisma de la fuerza, de la dureza, de la capacidad de resistir y sostener –como es precisamente la naturaleza de una piedra, de una roca, de un peñasco–, asociaba el mensaje de su palabra a la virtud nueva y prodigiosa de este apóstol, que había de tener la función, él y quien le sucediera legítimamente, de testimoniar con incomparable seguridad ese mismo mensaje que llamamos Evangelio» (Pablo VI, Audiencia general 3-4-1968 fr it). «El mensaje de Cristo, de generación en generación, nos ha llegado a través de una cadena de testimonios, de la que Nos formamos un eslabón como sucesor de Pedro, a quien el Señor confió el carisma de la fe sin error» (Pablo VI, Homilía 20-9-1964 it). «Junto a la infalibilidad de las definiciones “ex cáthedra”, existe el carisma de asistencia del Espíritu Santo concedido a Pedro y a sus sucesores para que no cometan errores en materia de fe y de moral y para que así iluminen bien al pueblo cristiano» (Juan Pablo II, Audiencia general 24-3-1993 sp it). «Al escogerme como Obispo de Roma, el Señor ha querido que sea su Vicario, ha querido que sea la “piedra” en la que todos puedan apoyarse con seguridad» (Benedicto XVI, Homilía en la capilla Sixtina 20-4-2005 ge sp fr en it lt po).
LOS ENLACES A LA NUEVA VULGATA.– «Esta edición de la Neo-Vulgata puede servir también (además de especialmente para la liturgia) para que la tengan en cuenta las versiones en lengua vulgar que se destinan a uso litúrgico y pastoral, y (…) como base segura para los estudios bíblicos» (Juan Pablo II, Constitución apostólica Scripturarum thesaurus 25-4-1979 ge sp fr en lt po). «La palabra sagrada debe presentarse lo más posible tal como es, incluso en lo que tiene de extraño y con los interrogantes que comporta» (Benedicto XVI, Carta al presidente de la C.E. Alemana sobre un cambio en las palabras de la Consagración 14-4-2012 ge sp fr en it pl po).