El papa Francisco ha pedido recientemente que se prohíba la maternidad subrogada. Analizamos con el médico español las implicaciones morales, sociales y médicas de esta práctica
Las contundentes palabras del Papa sobre la maternidad subrogada, que calificó de «deplorable», han sido muy aplaudidas desde muy distintas posiciones ideológicas. El doctor José María Simón Castellví, presidente emérito de la Federación Internacional de Asociaciones Médicas Católicas, explica a ECCLESIA «los serios problemas morales» que presenta esta práctica, «aunque se presente como un bien».
Qué opinión le merecen las palabras que Francisco pronunció durante el tradicional saludo a los diplomáticos acreditados ante la Santa Sede: «En este sentido, considero deplorable la práctica de la llamada maternidad subrogada, que ofende gravemente la dignidad de la mujer y del niño, y se basa en la explotación de la situación de necesidad material de la madre. Un hijo es siempre un don y nunca el objeto de un contrato. Por ello, hago un llamamiento para que la Comunidad internacional se comprometa a prohibir universalmente esta práctica».
El Santo Padre se dirige inteligente y valientemente a la comunidad internacional, que es como decir a toda la humanidad, porque la gestación subrogada, aunque se presente como un bien, presenta serios problemas morales. Para un cristiano, lo primero es hacer la voluntad de nuestro Creador y no ofenderle ni abusar de sus criaturas. La transmisión de la vida humana es algo muy importante para todos, Dios incluido. El Sumo Hacedor ha dispuesto muy sabiamente que los nuevos seres humanos nazcan en una familia, de un padre y una madre —hombre y mujer— que se han comprometido para siempre ante la más alta autoridad que reconocen y que se unen afectiva y sexualmente para forjar una unión más plena y transmitir la vida. En la gestación subrogada, unos padres intencionales se ponen —o los ponen— de acuerdo con una mujer que alojará en su útero un embrión de los mismos —o de otros— con una contraprestación económica que muchas veces se considera simplemente «precio de coste», pero que normalmente constituye un negocio. La madre de alquiler sufre siempre secuelas después de entregar al niño gestado. Muchos embriones se pierden en las diversas técnicas. El acto matrimonial no es el que conduce al hijo en este caso. Los hijos, pasados los años, sufren y desean ardientemente saber qué pasó y con quién.
Tras las mencionadas declaraciones, el Pontífice ha sido muy alabado desde posiciones ideológicas de lo más variopintas e incluso diametralmente opuestas a la Iglesia católica. Parece, por tanto, que hay bastante consenso. ¿Por qué cree que hay tanto interés entonces en promoverla?
La reproducción artificial, que se suele llamar «asistida», pero que en realidad es «sustitutiva», es un gran negocio para clínicas y bufetes varios. Ellos necesitan alimentar la cadena de producción. Tampoco deja de ser cierto que algunas parejas, e incluso algunos médicos y otros profesionales, creen erróneamente que están haciendo un bien a quienes quieren ser padres, aunque no es raro que vean que algo no va bien.
¿Qué tiene que saber un católico sobre la gestación subrogada desde el punto de vista bioético y moral?, ¿A qué documentos u orientaciones puede acudir?
Los médicos podemos y debemos ayudar a los esposos que nos consultan. La medicina puede hacer mucho. Sin embargo, no todo es posible y ayudar no significa sustituir. En la reproducción artificial, se sustituye en todo o en parte el acto matrimonial. Ello no es antropológicamente correcto. Desde la Federación Internacional de Asociaciones de Médicos Católicos proponemos distintos textos con información sobre la realidad de la maternidad subrogada. Uno de ellos titulado Maternidad Subrogada: Explotación, recuerda en el punto 5 que «no existe un derecho a la procreación y, por tanto, un derecho al hijo que justifiquen un pretendido derecho a la maternidad subrogada. Los deseos, por muy loables que sean, deben diferenciarse de los verdaderos derechos, basados en títulos legítimos, y con la perspectiva del bien común».
¿Hay estudios o casos documentados sobre las consecuencias psicológicas para las madres biológicas que se separan de sus hijos nada más nacer?
La mujer psicológicamente no perturbada que porta en su seno un ser humano durante nueve meses, lo ama, y siente mucho su pérdida cuando se llevan al hijo. De hecho, muchas mujeres solo lo hacen por pura subsistencia y son, por ello, víctimas de un tipo de tráfico de personas. Además, muchos de los conflictos de la subrogación estallan, precisamente, porque la gestante no quiere entregar al hijo.
Mujeres famosas, que han recurrido a esta técnica, han llegado a reconocer una cierta dificultad para sentir como propios a esos bebés, ¿tienen constancia de esta circunstancia?
Hoy se sabe que la madre que ha concebido y gestado un hijo conserva células madre del mismo en su cerebro. El amor materno-filial se ve comprometido si hay un tercer progenitor.
¿Qué riesgos médicos, sociales y morales comporta la gestación subrogada?
Podemos enumerar varios, que van desde la pérdida de embriones o la existencia de cientos de miles congelados, pasando por los abortos si se producen malformaciones hasta llegar al abuso, el tráfico de seres humanos, la pérdida del sentido de la paternidad…