La Catedral de Cádiz acogió la apertura solemne de la causa de beatificación y canonización de la fundadora de la familia eclesial Hogar de Nazaret
El pasado sábado 24 de febrero tuvo lugar en la Catedral de Cádiz la apertura solemne de la causa de beatificación y canonización de la fundadora de la familia eclesial Hogar de Nazaret, María del Prado Almagro Roldán. Una mujer que los que tuvieron la suerte de conocerla la califican como «una mujer de Dios, excepcional, de oración y entregada a los demás». ECCLESIA ha querido hablar con Manuel Jiménez, postulador de esta causa de beatificación, quien ha querido definir a María del Prado como «nuestra madre».
Jiménez ha explicado como fue la niñez de María del Prado, que nació en el año 1932 durante unos años de desorden social en España. «Después de la Guerra Civil ella hizo la comunión por su cuenta aconsejada por un sacerdote. Por la circunstancia social se perdió incluso el hecho de la primera comunión, pero ella quería comulgar y así lo pidió. Dios siempre estará en su corazón y el sacerdote la vio preparada para la edad que tenía en ese entonces, por eso fue una mujer de Dios desde que nació».
Añade que «en su pueblo fue catequista, participando en la acción católica y en su parroquia. Tuvo mucha participación en muchas ciudades de la costa mediterránea, enviada por el padre José Soto, a hacer apostolado y se entregó completamente durante más de 10 años, sobre todo en Andalucía, pero también en Valencia, Alicante o Cataluña».
Uno de los grandes momentos en la vida de ‘Prado’, como cariñosamente la llama Manuel Jiménez, fue cuando comprendió lo que Dios le iba pidiendo en ese apostolado. Llega un momento en el que «convoca un grupo de mujeres para montar el Hogar de Nazaret. Ella simplemente quería congregar un grupo de mujeres que se dedicase a servir a Dios en los más pobres, que eran los niños». María del Prado Almagro Roldán estuvo dirigiendo el Hogar de Nazaret durante 45 años y acompañando el crecimiento y la configuración de dicha obra.
Apertura de la causa
En referencia a la apertura de la causa de beatificación y canonización, expone que «solo teníamos claro antes de morir Prado, que no sabíamos cómo funcionaba el asunto y la apertura de la causa, pero que en cuanto el obispo nos diese permiso, íbamos a abrir la causa. A los cinco años de morir Prado iniciamos los trámites de la apertura de la causa y a los seis años y medio, después del visto bueno de los obispos y de Roma hemos podido abrir la causa en la diócesis de Cádiz, donde Prado vivió sus últimos 30 años y también murió. Para nosotros es una gran alegría, porque aunque sepamos que todavía es el principio del camino, el hecho de recorrerlo ya es una bendición. Poder estudiar la figura de nuestra madre más en profundidad y sus escritos es una maravilla. Va a ser un trabajo muy serio, que ojalá algún día culmine con su beatificación y canonización».
Sobre el Hogar de Nazaret
Manuel Jiménez expone que la principal misión del Hogar de Nazaret desde su fundación en 1978 es «acoger a menores y a familias, acompañando espiritualmente a los menores en todas sus facetas. En la medida de las posibilidades viven con nosotros. Como carisma tenemos los valores de la Sagrada Familia, una vida oculta, de oración, de trabajo y de servicio».
Un tiempo de ilusión
«Yo soy sacerdote consagrado por ella, porque ella me ayudó mucho en mi vocación. Si Prado no hubiera apostado por mí, no sé qué hubiera sido de esta vocación incipiente que había. A nosotros nos hace mucha ilusión, estamos muy agradecidos a la Iglesia y Dios por poder abrirlo y también es una figura que repercute mucho a nivel social. Ella quería que los niños y los menores fuesen educados desde los derechos que tienen todos los menores a una familia. Por eso apostó por pisos pequeños con dos hermanas dedicadas a un número pequeño de niños».
Por último detalla que en la formación que Prado daba, «siempre tenía artículos del Papa, de obispos o de educadores católicos y nos los transcribía ella personalmente. Nos lo encuadernaba y nos lo daba como material de formación. Fue una mujer que nos enseñó a amar la Iglesia y a seguir con amor a su magisterio. Era una mujer incansable. Dedicaba muchas horas de su vida a la oración y también mucho trabajo. Tenía una fuerza asombrosa y solamente en los últimos 13 días de su vida que estuvo en el hospital fue cuando tuvo que frenarse», finaliza.