Skip to content Skip to sidebar Skip to footer

La Presentación del Señor

En este domingo celebramos este año en nuestra diócesis el encuentro de los religiosos y de la vida consagrada. El motivo de este encuentro, que se celebra cada año en estas fechas, es la proximidad de esta fiesta de la Presentación del Señor, imagen de su consagración al Padre y también, por tanto, de toda vida consagrada a Él. Por eso, agradeciendo a Dios este misterio, agradecemos también el don de la vida consagrada y el testimonio de nuestros hermanos y hermanas que viven su consagración bautismal en la vida religiosa y en las diversas instituciones y carismas de la Iglesia.

Popularmente conocido como fiesta de la candelaria es el día en que, según la tradición, se retiran los belenes y la decoración navideña. Recibe el nombre de candelaria ya que se celebra con una procesión con candelas. Las candelas hacen presente la luz de Cristo que entra en el templo y que nos representa también a nosotros.

Esta fiesta, proveniente de la antigua liturgia de Jerusalén, tiene lugar 40 días después de la Navidad, momento en que la ley judía disponía presentar a los niños recién nacidos y purificar a las madres en el santuario del Templo tras el nacimiento y circuncisión a los 8 días (cf. Lv 12, 2-5).

La primera lectura de la Misa del día de la Presentación, el 2 de febrero, la profecía de Malaquías sobre el Mesías, anuncia que Él entrará un día en el Templo de Dios (Ml 3,1-4), y la carta a los hebreos nos da el sentido de esta presentación en el Templo de Jerusalén, de su vida y de la grandeza del misterio de su Encarnación: Jesucristo es el sumo sacerdote compasivo y acreditado por Dios para expiar los pecados de todo el pueblo (cf. Hb 2,17). Se acabaron los sacrificios de la Antigua Alianza porque desde ahora Él es el verdadero sacerdote, el único sacrificio y la víctima que nos salva.

Nosotros, como cristianos, contemplamos ese misterio de la vida del Señor que cumplía un precepto judío. Pero esta escena nos puede ayudar a preguntarnos de qué forma nos presentamos y seguimos presentando -ofreciendo- al Señor en nuestras vidas. Porque ciertamente un día fuimos llevados a la Iglesia para ser bautizados, y entrar así a formar parte de su Cuerpo, de la familia de Dios.

Al revivir ese misterio, la Iglesia vuelve a dar la bienvenida a Cristo. Éste es el verdadero sentido de la fiesta. Es una fiesta de encuentro entre Cristo y su Iglesia. Dramatizando el recuerdo de este encuentro de Cristo con Simeón en el Templo, la Iglesia nos pide que profesemos públicamente nuestra fe en la Luz del mundo, luz que se revela a todas las naciones y a todos los hombres y mujeres que esperaban y esperan su venida.

En esta fiesta pedimos al Señor por la Iglesia, por nuestra diócesis y por cada uno de los diocesanos -laicos, religiosos, diáconos, presbíteros y obispo-. Como Simeón, también nosotros podemos decir: “Mis ojos han visto al Salvador” (Lc 2,29-30). Seamos, pues, nosotros esta luz en el mundo.

This Pop-up Is Included in the Theme
Best Choice for Creatives
Purchase Now