Poco se conocía en España a Carlo Casini, magistrado y político italiano, fundador del Movimento per la Vita allá por el año 1980 y, más tarde, fundador y presidente honorario de la Federación Europea One of Us; también miembro de innumerables comités de bioética, nacionales y europeos, profesor a su vez de Derecho Internacional o Derechos Humanos, y presidente en tal o cual ocasión de la Comisión Jurídica y de la Comisión de Asuntos Constitucionales del Parlamento Europeo. Poco se le conocía, decimos, a despecho de sus logros y méritos que, según reza semejante currículum, no fueron pocos. Laguna imperdonable de la sociedad española que la Fundación Jérôme Lejeune, en rica y provechosa colaboración con la Biblioteca de Autores Cristianos, parece empeñada en solventar, acaso sea porque aquello a lo que Carlo dedicó su vida está, hoy, otra vez, de rabiosa actualidad: la vida naciente, la vida que —siendo vida— aún está por nacer. Tal es, por cierto, el título del libro que se acaba de publicar y que se presentó el pasado jueves 26 de octubre en Madrid: La vida naciente (BAC, 2023) cuyo subtítulo constituye, además, toda una declaración de intenciones: La primera piedra de un nuevo humanismo. A ello dedicó sus trabajos y desvelos Carlo Casini, a fundar ese humanismo nuevo sobre el reconocimiento de la dignidad de la vida humana, incluso —o sobre todo— en los momentos más extremos, en las situaciones de mayor vulnerabilidad.
Nace el libro como respuesta a «la tesis victoriosa y generalizada en la actualidad de considerar el aborto como principio de libertad de la mujer» (p. 15), pero ese es solo el arranque, pues resulta ser en su desarrollo y resultados mucho más: una verdadera reflexión sobre lo que es «ser humano» a título pleno. Reflexión que no puede acometerse sin tener en cuenta principios jurídicos, bioéticos, filosóficos o teológicos; y en todos ellos demuestra el profesor Casini moverse como pez en el agua y ser autoridad incuestionable. Lo que se diría todo un humanista, en el pleno sentido del término.
Dará este libro muchos y muy buenos argumentos a quienes hoy se hallen en medio del debate sobre el aborto, ya no tanto sobre su legalidad —que es creciente a lo largo y ancho del mundo— sino sobre su legitimidad, debate que está a pie de calle y que salta, cada cierto tiempo, a los parlamentos y congresos de toda Europa. Se trata de un argumentario sólido, bien distribuido en tres bloques: el primero, titulado «No “una”, sino “la” cuestión», se apoya sobre lo dicho por san Juan Pablo II y santa Teresa de Calcuta para elaborar un discurso que, lejos de condenar enérgicamente el aborto, proteja por encima de todo al ser humano concebido. Ese, y no otro, es el enfoque: evitar a toda costa el empleo de términos como «asesinato» u «holocausto», lo que no hace sino «agravar las heridas del alma de tantas mujeres que han atravesado la tragedia del aborto» (p. 17). Un segundo bloque que da en titular «La mirada» y que centra el foco sobre el niño, sobre el que a menudo se toman decisiones sin más criterio que el utilitarista —signo muy de nuestros tiempos—, desatendiendo al valor que tiene en sí mismo; no como futuro contribuyente, consumidor empedernido o simple mano de obra eventual, sino en su existencia misma.
Y un último bloque que, bajo el rótulo «La primera piedra» buscará analizar los fundamentos que tiene la familia en la sociedad actual, refundar la política poniendo en el centro de su actividad la contemplación del ser humano más indefenso y, por último, abrirse a la trascendencia, colocándose en la línea de un Chesterton o, más actual, de un Hadjadj, para cerrar el libro con la siguiente frase: «La meditación sobre el hijo introduce al hombre en el camino hacia Dios». Una sentencia que no solo fijó el itinerario de la vida pública y privada de Carlo Casini sino que se mantiene, casi como un dogma, en el trabajo diario de tantos y tantos hombres y mujeres que continúan hoy con su labor.