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«Los frutos del Espíritu» (Ga 5,22)

Los frutos del Espíritu son el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre y la sobriedad, escribe el apóstol. Nuestra Iglesia de Girona recoge este domingo los frutos del Espíritu: un grupo de hermanos recibirá en nuestra iglesia madre, la Catedral, los sacramentos de iniciación cristiana, y otro grupo, la confirmación. Debemos dar gracias a Dios por estos frutos del Espíritu y pedir al Señor que sean semilla de esperanza para nuestra Iglesia.

Este hecho gozoso nos debe llevar a nosotros a ser a la vez frutos y semillas: frutos en tanto que vivamos con gozo y bondad nuestra fe, y entonces en tanto que nuestra fidelidad, nuestra mansedumbre y nuestra sobriedad sean una muestra de cómo se puede vivir la fe en nuestros tiempos. Y que esto lleve a otros hermanos y hermanas a caminar con nosotros junto con Cristo hacia la vida eterna.

También hoy hay quien está llamado a formar parte de nuestra Iglesia, y esto debe ser para nosotros, creyentes, motivo de gozo y también motivo para vivir nuestra fe con más autenticidad y sinceridad. La fe es un regalo del Espíritu, una gracia que a muchos nos ha sido dada ya de niños por el bautismo, cuando nuestros padres decidieron compartir con sus hijos lo que creían mejor para nosotros: la fe. No nos damos cuenta mucho de este regalo, de esta gracia de Dios.

Creer en Cristo, vivir la fe, debe ser siempre una alegría. Nunca debe acabar siendo una rutina, porque una fe rutinaria es una fe muerta, carente de vida. Para vivirla con alegría y esperanza necesitamos dejar actuar en nosotros la fuerza del Espíritu, para que nos pueda guiar hacia el conocimiento de la verdad entera. No podemos conformarnos con vivir una fe a medias, a tiempo parcial, a medio gas. Es necesario vivir la fe en toda su plenitud. Que algunos hermanos nuestros se incorporen a la Iglesia hoy oa lo largo de la Pascua nos muestra cómo el Espíritu sigue soplando, y cómo desciende sobre quién quiere y cuándo quiere.

«El Espíritu Santo, que es la caridad eterna, el vínculo de la unidad en la Trinidad, une con su fuerza en la caridad divina a los hombres dispersos, creando así la gran y multiforme comunidad de la Iglesia en todo el mundo» (Benedicto XVI, 7 de mayo de 2008). Dejemos, pues, que el Espíritu nos ayude a dar frutos de amor, gozo, paz, paciencia, bondad, fidelidad, mansedumbre y sobriedad.

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