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Luis Marín de San Martín, subsecretario del Sínodo: «La llama de la sinodalidad ha prendido, pero queda mucho por hacer»

El obispo español afirma que la segunda sesión responderá a la cuestión fundamental de cómo ser una Iglesia sinodal misionera

En el inicio de la segunda sesión de la Asamblea del Sínodo de los Obispos sobre la sinodalidad, hablamos con Luis Marín de San Martín, OSA, subsecretario de la Secretaría General del Sínodo, sobre los acentos de esta etapa, lo que se espera de la reunión y sobre si ha calado la sinodalidad en el conjunto de la Iglesia.

¿Cuáles son los principales acentos o focos de esta segunda sesión de la Asamblea del Sínodo de los Obispos?
Continúa lo estudiado en la primera sesión, ya que se trata de una única Asamblea, pero no vuelve sobre las convergencias, sino que supone un avance en el proceso de discernimiento sobre el tema del Sínodo 2021-2024 Por una Iglesia sinodal: comunión, participación, misión. Dentro de este tema general, en la segunda sesión trataremos de responder a una cuestión fundamental: cómo ser una Iglesia sinodal misionera. El documento de trabajo es el Instrumentum laboris para la segunda sesión.

Como acentos principales resalto los siguientes: eclesiología del Pueblo de Dios, unidad-pluralidad, carismas y ministerios, discernimiento y transparencia, Iglesias locales en la Iglesia una, Iglesia en el mundo: misión, obispo de Roma y servicio a la unidad.

¿Qué se espera de esta reunión?
Debemos continuar el proceso de discernimiento sobre la sinodalidad en la Iglesia para poder ofrecer al Papa propuestas concretas y sugerencias al respecto. No debemos olvidar que el Sínodo de los Obispos tiene carácter consultivo y que su función es la de ayudar al Santo Padre con propuestas sobre el tema solicitado, buscando siempre el bien de la Iglesia. Estoy seguro de que las sesiones se desarrollarán en un clima de gran fraternidad y en un ambiente sereno, en el que cobra gran importancia la dimensión espiritual.  Nos encontraremos con una gran variedad, no solo cultural y geográfica, sino también de carismas, vocaciones, sensibilidades y experiencias. Todo esto constituye una impresionante riqueza porque a todos nos une Cristo. También avanzaremos en la reforma de la Iglesia, buscando la coherencia con el Evangelio y el modo de testimoniarlo en el mundo de hoy. Igualmente, espero que el Sínodo suponga un paso adelante, fundamentados en el único depósito de la fe, hacia una Iglesia profética, corresponsable y misionera: la Iglesia del Señor Jesús, la Iglesia de sus Apóstoles, la única Iglesia.

¿Y después?
Al finalizar la Asamblea del Sínodo de los Obispos entregaremos al Papa el documento con las propuestas. A él le corresponde aceptarlas o no, tomar las decisiones oportunas y establecer el modo de llevarlas a cabo. Se pasará entonces a la llamada “fase de implementación” para que todas las Iglesias locales reciban las conclusiones sinodales e inicien su desarrollo y puesta en práctica.

¿Ha calado la sinodalidad en el conjunto de la Iglesia?
La sinodalidad es una dimensión constitutiva de la Iglesia, como lo son también la comunión, la jerarquía, la evangelización, etc. Es decir, pertenece a su esencia, a lo que la Iglesia es. No se trata de una moda y mucho menos de una invención: basta acudir a la Sagrada Escritura, a los Padres de la Iglesia y a la Historia.  El Papa Francisco ha querido revitalizar esta dimensión, desarrollarla y concretarla. Este es el objetivo del proceso sinodal que estamos viviendo y en el que se inscribe el Sínodo de los Obispos.

Se trata, por tanto, de un proceso: hay diferentes velocidades y diversos modos de concretarlo. Y esto a todos los niveles: parroquial, diocesano, nacional, continental y de la Iglesia toda. Hace falta conversión —apertura sincera al Espíritu—, formación —sobre lo que es y lo que significa la sinodalidad— y concreción —desarrollar las estructuras de corresponsabilidad—, siempre desde una perspectiva orante, inculturada y misionera.

 La llama, sin duda alguna, ha prendido y en algunos lugares con mucha fuerza. Tenemos preciosos testimonios en todo el mundo. Basta haber acompañado este proceso para advertir que es irreversible porque se orienta a la coherencia (comunión, participación, misión). Pero todavía queda mucho por hacer: disipar algunos miedos, ciertas resistencias, diversos equívocos; dinamizar más, considerando las diversidades culturales; cuidar la comunicación; desarrollar la misión compartida. Y para eso hace falta ayudar a vivir esta experiencia desde la cercanía y el acompañamiento. Con humildad y disponibilidad. Y con alegría.

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