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La casa de la sucesión

*Manuel Fanjul García es el director general de Publicaciones de la Conferencia Episcopal Española

A quienes visitan la sede de la Conferencia Episcopal Española se les suele enseñar dos estancias que se encuentran justo una encima de la otra: la capilla y el aula conocida como «de la Plenaria».

En la capilla, dedicada a la memoria de la sucesión apostólica, todo —el programa iconográfico, la distribución del espacio y el mismo desarrollo de las celebraciones— está pensado y dispuesto para que los obispos españoles sientan de un modo especial, con toda la fuerza del simbolismo, que forman parte del colegio apostólico de la santa Iglesia católica, el mismo en todos los tiempos y en todos los lugares.

La concelebración de todos los obispos en la capilla de la Sucesión Apostólica, tenía lugar únicamente los miércoles de cada semana de Plenaria, hasta que monseñor don Luis Javier Argüello García, siendo secretario general, dispuso que se hiciera todos los días, para visualizar que la Santa Misa es el centro de las asambleas como fuente y culmen de todos sus trabajos, significando el misterio de unidad de la Iglesia por medio de la Eucaristía, y permitiendo a los obispos reconocerse como colegio unido por la sucesión apostólica.

Actuaciones como esta sencilla decisión, que suelen pasar desapercibidas, y con semejantes intenciones en el orden simbólico y profundo de la realidad, que pudieran parecer estrictamente organizativas, son muy del estilo del actual arzobispo de Valladolid, al que sus hermanos acaban de elegir como presidente de la Conferencia Episcopal Española. El filósofo Miguel Ángel Quintana Paz, distanciándose de la simpleza de quienes solo se han preocupado por administrar el flujo de consenso y disenso, ha destacado sobre él dos claves características: «Su pasión por el saber y su implicación en los acontecimientos de las épocas que ha vivido».

Los días previos a su elección se ha hablado mucho de «sucesión» y de «sucesor» en referencia al anterior presidente, como ocurre también habitualmente para referirse al obispo que es nombrado para una diócesis; un término que puede llevar a confusión, pues los obispos son, en realidad, y todos ellos, los sucesores de los apóstoles, una verdad cuya declaración es tan antigua como la Iglesia misma. 

Volviendo a la Casa de la Iglesia, en la antesala del aula de la primera planta, se encuentran los retratos que sor Isabel Guerra, la «monja pintora» y uno de los principales exponentes del realismo español, ha realizado a los que han sido presidentes desde 1981, cuando san Juan Pablo II inaugurara la Casa de la Iglesia, actual sede de la Conferencia. Los retratos de los tres presidentes anteriores son imágenes fotográficas retocadas digitalmente por la misma autora. El primer presidente retratado es don Gabino Díaz Merchán, el obispo que impuso las manos a don Elías Yanes en 1970 para ser obispo auxiliar de Oviedo, y que a su vez impuso las manos a don Juan José Omella en 1996 para ser obispo auxiliar de Zaragoza.

Si atendemos a la línea de sucesión del nuevo presidente, vemos que recibió la ordenación episcopal en 2016 por la imposición de manos de don Ricardo Blázquez para ser obispo auxiliar de Valladolid; quién a su vez la había recibido en 1988 por la imposición de manos de don Antonio María Rouco Varela para ser obispo auxiliar de Santiago de Compostela; y quien a su vez había sido ordenado en 1976 para ser obispo auxiliar de la misma sede compostelana por la imposición de manos de don Ángel Suquía, el segundo obispo retratado por sor Isabel.

Así, desde don Elías Yanes todos los obispos españoles que han ocupado la presidencia de la Conferencia Episcopal recibieron la ordenación episcopal por la imposición de manos de obispos que, en ese momento o posteriormente, también fueron presidentes de la Conferencia, y siempre para ser sus obispos auxiliares. 

Pero antes de que nadie se anime a encontrar fundamentación teológica para sus propias categorías de obispos, acabemos recordando que don Gabino y don Ángel habían recibido la consagración episcopal de manos del entonces nuncio apostólico, monseñor Antonio Riberi; o lo que es lo mismo, los presidentes de la Conferencia Episcopal Española que lo han sido desde que su sede está en la madrileña calle Añastro no solo comparten esa sucesión que se remonta hasta el principio y por la que son los transmisores de la semilla apostólica, sino que lo han hecho por la misma línea. Cosas de la providencia. 

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