El prelado africano estuvo recientemente en España para recibir el Premio a la Fraternidad 2023, que concede la revista Mundo Negro
De Matthew Hassan Kukah —Anchuna, 1952— se ha dicho en los círculos más destacados que es «una de las referencias morales de Nigeria» y «conciencia de la nación», que «es un hombre profético» y que «si gobernara nuestro país, nos iría mucho mejor». Aunque pueda resultar llamativo que un obispo sea considerado candidato al sillón presidencial, la sorpresa deviene un tanto menor al descubrir su trayectoria como presidente de la Comisión de Reconciliación Ogoni-Shell —de compensación por el desastre ecológico causado por la petrolera en el delta del Níger—, o en su calidad de miembro de la Comisión Nigeriana de Investigación de las Violaciones de Derechos Humanos, de la Conferencia Política Nacional, o del Comité de Reforma Electoral. Obispo de Sokoto desde 2011, preside también el Comité para el Diálogo Interreligioso de la Conferencia Episcopal Regional de África Occidental. Con un doctorado por la Universidad de Londres, su compromiso con la vida pública le llevó a fundar en 2008 el Kukah Centre, un think tank o laboratorio de ideas del que han brotado algunas de las iniciativas más importantes a favor de la paz y la democracia en Nigeria en lo que llevamos de siglo. Actualmente, trabaja en la fundación de una Escuela de Gobierno que aproveche el conocimiento de profesionales y académicos locales para elaborar estrategias políticas que favorezcan el crecimiento y desarrollo de Nigeria. El pasado mes de febrero visitó España para recibir el Premio a la Fraternidad 2023 que concede la revista Mundo Negro y atendió a ECCLESIA.
El periodista Teófilo Abbah le dedicó un perfil en The Insight en el que se refería a usted como un «sacerdote más conocido por sus discursos políticos que por sus homilías». ¿Se siente cómodo con esta visión que se tiene de usted en su país?
Obviamente, no puedo controlar la percepción que se tiene sobre mí. Es cierto que en Nigeria aún se sorprenden de ver a un sacerdote tan implicado en política. Por este motivo, hay gente que se ha referido a mí como si fuera un político, y yo les digo que soy una persona con conciencia política, pero no soy un político.
No hace falta que le diga los recelos que hay en Europa cada vez que la Iglesia se acerca al mundo de la política…
Es algo natural, pero que nace de una lectura pobre del papel que debe jugar la religión en la vida pública. No es algo propio de Europa, en África también se produce esta tergiversación sobre el rol político de la Iglesia. El propio Jesús recibió esta acusación. Lo que debemos entender es que, cada vez que desafías al poder, este te acusa de ser un actor político. Y yo me pregunto: ¿si mi presidente jura su mandato sobre la Biblia y ha sido elegido por el pueblo, por qué no puedo ser libre de criticarle políticamente?
¿En qué medida pasan por el catolicismo las esperanzas de una democracia real para África y el antídoto contra la corrupción?
La Iglesia es la institución con los agentes mejor formados del país. La nigeriana es la Conferencia Episcopal más grande de África. Nos tomamos como una responsabilidad no tanto confrontar con el Gobierno, como llamar su atención sobre sus obligaciones políticas y morales. Tenemos buena relación con nuestros gobernantes, pero nuestra posición sobre los temas sociales son muy claras. Y debo decir que, a menudo, son muy respetadas y valoradas. A lo largo de toda África, las conferencias episcopales sirven de guía al pueblo para que pueda llegar a lograr una verdadera democracia al servicio de la gente.
Ha comentado que buscan un gran referente político católico. Sin ir más lejos, Joe Biden en Estados Unidos se declara católico, pero parece que, entre ser político o ser católico, elige siempre lo primero. ¿Cree de verdad que este orden de cosas se puede revertir?
Nuestra responsabilidad es exponer a nuestros miembros a la doctrina social de la Iglesia. Lamentablemente, en África, la gente se une primero a un partido y, ya cuando logra algo de notoriedad, se define como católico, en el caso de serlo. Nosotros nos inspiramos y aspiramos a un Adenauer: exponer y formar en la doctrina social de la Iglesia a las personas para que, desde ahí, con una buena formación, puedan servir en el ámbito político.
Pareciera impensable que un líder así surja en la Europa de hoy, en la que oponerse al aborto o defender la familia y el matrimonio conllevan automáticamente la calificación de «ultra» y la expulsión del espacio público. ¿Cree que África, si consiguiera alumbrar a políticos así, podría acabar reevangelizando Europa por contagio?
La cuestión es por qué este tipo de líderes nos parecen impensables. Una respuesta es la secularización del ámbito académico en las universidades, incluso en las católicas. ¿Por qué no hemos expuesto a nuestra propia gente a una enseñanza adecuada de la doctrina católica? Lo que decía antes de los políticos puede aplicarse a cualquier profesión: ¿uno es primero católico y luego periodista o al revés? Todo se centra en dar formación adecuada, y eso es responsabilidad de la Iglesia para con todos sus miembros. Con toda modestia, es lo que intentamos hacer en el Kukah Centre: una escuela donde se pueda transmitir el ethos católico. Qué es lo que enseña la Iglesia sobre la corrupción, el aborto, las políticas LGTBI, etc. Hoy en día, muchos de nuestros católicos están pobremente equipados para hablar y actuar sobre estas cuestiones, y nosotros tenemos que darles las herramientas.
No parece que en Nigeria, con el mayor índice de asistencia a Misa entre los fieles de todo el mundo, se dejen impresionar por los prejuicios ajenos. ¿La fe que crece entre la persecución y el martirio es de mayor calidad?
Esta persecución hace que la Iglesia en Nigeria sea más fuerte y tenga una fe más madura. Le cuento dos casos: hace un tiempo, los terroristas secuestraron a cuatro seminaristas y mataron a uno de ellos. Yo estuve en la mesa de negociación para su liberación. Al preguntar a uno de los asesinos por qué lo habían matado, declaró que aquel no se dejaba intimidar por las armas, que les miraba a los ojos y les decía continuamente que debían arrepentirse. Se llamaba Michael y tenía 18 años. Ellos se preguntaban por qué: «Él sabe que somos musulmanes, por qué insiste», se decían. Eso los llenaba de ira, lo mataron por su mirada incómoda. Otro ejemplo: en la misma zona, una mujer fue raptada con sus dos hijos. Su marido pagó el rescate, pero solo liberaron a los niños. El marido pagó un segundo rescate, pero el jefe de la banda le dijo a la mujer que, para liberarla, se tenía que acostar con él. Era una mujer hermosa. Ella le dijo que por encima de su cadáver. La mataron. La fe, cuando es perseguida, madura. Nuestra Iglesia se fortalece en medio de la persecución. Estoy seguro de que, si en España el presidente prohibiera hoy ir a Misa, no habría mejor manera de volver a llenar las iglesias. Cuando la fe es amenazada es cuando nos damos cuenta de que tenemos que defenderla.
Se ha hablado mucho de la reacción de África a Fiducia supplicans…
Como se ve en el escrito de todas las conferencias episcopales de África, no ha sido bien recibida. Nuestro presidente llevó el resumen en mano al papa Francisco y no ha habido ningún problema. Es una respuesta común: con el mismo corazón y la misma razón somos contrarios a que se pueda bendecir a una pareja de personas homosexuales; nos mantenemos en que el matrimonio es un sacramento entre un hombre y una mujer, y la procreación es una bendición de Dios.
¿Les molesta el paternalismo con que se habla de las culturas africanas?
Dentro de la Iglesia no podemos hablar de cultura africana, europea o americana, somos una Iglesia universal. Toda cultura está bajo una única cultura, la cultura de Jesucristo. Se ha intentado dar a entender que hay dos bandos: el del Papa y de los obispos africanos, cuando lo que hay es una Iglesia única, la católica, la de Cristo.
Francisco ha dejado claro posteriormente que se bendice a las personas, no a la pareja.
El problema está en el concepto bendición, y que no es tanto lo que el ministro imparte como lo que percibe quien la recibe. El peligro es que se entienda como un apoyo o aliento a determinada situación. En mi país es muy común que se pidan bendiciones de coches, de casas… El desafío aquí es saber qué quiere el que pide la bendición y cómo la interpreta. No es un problema de tensión entre Europa y África, sino en un aspecto más práctico.