Francisco invita a los católicos de Indonesia a confiar en Jesús y a seguir sembrando, incluso cuando no aparecen los frutos esperados: «No permanezcamos encerrados en nuestros fracasos»
Primera Eucaristía multitudinaria del viaje apostólico del papa Francisco por Asia y Oceanía. En Yakarta, en el estadio Gelora Bung Karno, el Pontífice lanzó dos invitaciones a los fieles católicos allí congregados: que escuchen la Palabra de Dios y la vivan.
«Necesitamos la Palabra de Dios, la única que sirve de brújula en nuestro camino, la única que, frente a tantas heridas y pérdidas, es capaz de devolvernos al significado auténtico de la vida», ha dicho Francisco en su homilía.
Así, ha recordado que la primera tarea del discípulo no es «vestir el hábito de una religiosidad exteriormente perfecta, ni hacer cosas extraordinarias o grandes proyectos», sino ponerse a la escucha de la Palabra que salva. «Nuestra vida de fe comienza cuando acogemos humildemente a Jesús en la barca de nuestra existencia, cuando le hacemos un espacio, cuando nos ponemos a la escucha de su Palabra y dejamos que esta nos interpele, nos agite y nos cambie», ha abundado.
Pero la Palabra lleva a la acción, a la segunda invitación del Papa: a vivirla. «La Palabra del Señor no puede permanecer como una bonita idea abstracta, o suscitar solo la emoción del momento, más bien nos pide que cambiemos nuestra mirada, que nos dejemos transformar el corazón a imagen del de Cristo; nos llama a echar con valentía las redes del Evangelio en medio del mar del mundo».
El Pontífice ha reconocido que siempre hay excusas u obstáculos para emprender la acción. Incluso cuando sentimos la llamada de construir una sociedad más justa y de avanzar por el camino de la paz, «podemos sentirnos insuficientes, sentir el peso de tanto compromiso que no siempre da los frutos esperados». «No permanezcamos encerrados en nuestros fracasos —ha continuado el Papa—, miremos a Jesús y confiemos en Él».
Parafraseando a santa Teresa de Calcuta, cuya memoria se celebra este jueves, ha invitado a los católicos de Indonesia a que no se cansen de sembrar, también cuando no tengan nada que cosechar. «No se cansen de zarpar y echar las redes, no se cansen de soñar y seguir construyendo una civilización de paz. […] Sean constructores de esperanza, de esa esperanza del Evangelio que no defrauda y que nos abre a la alegría que no tiene fin», ha concluido.