La catedral de Santiago de Compostela ha acogido este martes la celebración litúrgica de la solemnidad del apóstol Santiago, durante la cual se ha presentado la ofrenda nacional al apóstol Santiago. En esta ocasión, el delegado regio ha sido Alfonso Rueda, presidente de la Xunta de Galicia. El acto ha estado presidido por el arzobispo de Santiago, Francisco José Prieto, quien ha estado acompañado de numerosos prelados en la celebración. Al inicio de la ceremonia, el nuncio de en España, Bernardito Auza, impuso a Prieto el palio arzobispal, un distintivo que portan los arzobispos y que es símbolo de la comunión de estos con el Papa.
Francisco Prieto ha comenzado su homilía indicando que Santiago es «un espacio abierto a quienes buscan a Dios o se interrogan por Él, y también a quienes nos les causa inquietud. Aquí resonó la llamada de San Juan Pablo II, aquí el Papa Benedicto XVI recordó que «la Europa de la ciencia y de las tecnologías, la Europa de la civilización y de la cultura, tiene que ser a la vez la Europa abierta a la trascendencia y a la fraternidad con otros continentes, al Dios vivo y verdadero desde el hombre vivo y verdadero».
Ha continuado afirmando que «esta plaza, como esta ciudad, nacidas en torno a la memoria y la tumba del apóstol, evocan la necesidad de una misión compartida, de un ágora contemporánea donde la fe cristiana propone y muestra, no al Dios inventado o pensado, sino al Dios revelado, aquel que no es un pensamiento, sino un acontecimiento, un encuentro: la Palabra hecha carne, que fue colgada de un madero y resucitada por Dios para darnos la salvación y el perdón, tal como Pedro anunció ante el sanedrín judío. Conviene un camino de humildad para acogerla y responderle. Una humildad razonable y una razón humilde».
«Los cristianos estamos llamados a ser alma del mundo»
Añade que los cristianos «estamos llamados a ser alma del mundo, o sea, parte viva y vivificante, con ánimo». Parafraseando al Papa Francisco, ha indicado que «deseamos integrarnos a fondo en la sociedad, compartimos la vida con todos, escuchamos sus inquietudes, colaboramos material y espiritualmente con ellos en sus necesidades, nos alegramos con los que están alegres, lloramos con los que lloran y nos comprometemos en la construcción de un mundo nuevo, codo a codo con los demás. Pero no por obligación, no como un peso que nos desgasta, sino como una opción personal que nos llena de alegría y nos otorga identidad».
Monseñor Prieto ha destacado que en el que nos encontramos ahora, «es el momento de trascender la banalidad y hacer de la profundidad y de la búsqueda de sentido un lugar y un punto de encuentro. La espiritualidad hace referencia a un plano de realidad superior del ser humano, pero que también puede ser interior a él mismo, frente al cual la persona se sitúa en una actitud de búsqueda, y a la vez de acogida, de realidades que no se poseen suficientemente, dotadas de un espesor que enriquece al ser humano y lo lleva a indagar en lo hondo de la realidad, la propia y la ajena».
Una aportación profética en la plaza pública
«La aportación de los creyentes y de la Iglesia en su conjunto, a la plaza pública tiene que ser profética, nunca acomodaticia, y tiene que responder a las necesidades y a las inquietudes del presente, vividos a menudo de forma dramática por la sociedad. Hay una manera profética de estar en el mundo, opuesta, por un lado, al espiritualismo, y, por otro, al peligro de erigirnos en árbitros o jueces del mundo. Una dimensión profética realizada con verdad, con lenguaje atractivo y mirada amable, hasta con un sano sentido del humor y una inteligencia suficiente que sepa distinguir lo importante de lo secundario».
«Solo el amor es digno de la fe»
El prelado ha instado a aprender «a vivir desde el lenguaje del testimonio y del amor, porque solo el amor es digno de la fe». Prieto ha añadido que «hemos de amar sinceramente a cada hombre y mujer con los que compartimos ciudad, vida y espacio, esforzándonos tanto en defender lo justo como en denunciar lo injusto, rechazando lo malo, así como promoviendo lo bueno, sin caer en la bondad ingenua, sino reconociendo y apoyando la bondad sincera».
Ha apelado a «ser testigos al servicio de una vida más humanizada, entendida como don de Dios y como tarea humana, promotores de una cultura de vida digna del hombre y de cada hombre». Además, ha añadido que «como ciudadanos y cristianos tenemos en nuestras manos, en nuestro corazón y en nuestra vida, una tarea irrenunciable e inexcusable: hacer de la fraternidad el sustantivo constitutivo del ser humano y, por supuesto, del ser y hacerse cristiano en medio de la sociedad».
Por último, ha encomendado la intercesión del apóstol Santiago a todos los pueblos del mundo, «especialmente a los que siguen sufriendo el drama de la guerra, del hambre que tantos exilios forzados provocan; a todos los pueblos y gentes de España, de nuestra querida Galicia, a nuestras familias, que siguen siendo, en estos momentos de crisis e incertidumbre, cuna de vida y de fe, donde todos, especialmente nuestros niños y ancianos, son cuidados, amados y consolados».
Mensaje tras las elecciones
El arzobispo compostelano ha concluido su intervención con un mensaje a todos los que han sido elegidos en las elecciones del pasado domingo, para que dediquen «sus mejores esfuerzos a las exigencias del bien común y al empeño por construir una sociedad en paz, cimentada en la verdad, la justicia y la libertad, en la que servir sea siempre el horizonte de la responsabilidad política, por encima de las legítimas diferencias políticas».
Así, ha pedido al apóstol por los reyes de España y toda la familia real y por el presidente de la Xunta de Galicia, su familia y colaboradores. «Que de nuevo desde Santiago renazca la esperanza que nunca deca y que siempre nos sostiene».