Amanece en la cárcel de Castellón I. La mañana es fresca y poco luminosa, pero la Navidad ya apunta maneras en el patio y en las ventanas de este lugar aislado, pero no dejado de la mano de Dios. Pronto será Nochebuena y, en unos meses, llegará mi futurible libertad. Celebraremos la Misa con nuestro capellán, rezaremos, cantaremos y pediremos al Niño que nace que su espíritu nazca también en cada una de nosotras, así como en los corazones de nuestros compañeros de los módulos para hombres.
La Navidad en la cárcel es siempre una celebración íntima, sensible y en la que, con disimulo, se nos escapa alguna lágrima. Recordamos a nuestras familias, recordamos nuestros sueños…
Durante siglos, los humanos hemos buscado incansablemente la fórmula de la felicidad, pero ¿quién me iba a decir a mí que yo la encontraría dentro de una cárcel y rodeada de gente extraña que ahora son mi familia? ¿Es posible una Navidad feliz entre rejas? SÍ, en letras mayúsculas. Por supuesto que SÍ.
Todas juntas, llevamos meses adornando el módulo, ensayando villancicos con un coro improvisado, donde lo esencial no es tanto entonar, sino participar. Hemos celebrado nuestro festival de villancicos, acompañados por nuestro obispo, don Casimiro. Todos los módulos queremos ganar, ser los mejores, pero al final se impone el espíritu de la Navidad.
En un cuartito, al que llamamos «oscuro», tenemos un belén, con figuritas, la Virgen y el Niño, y no nos falta un detalle. Si sacáramos una foto sería una postal preciosa de Navidad. «Con mi burrito sabanero voy camino de Belén» cantamos. Las comisuras de mis labios se arquean dibujando una sonrisa: no me falta de nada y esta noche es Nochebuena.
Nuestra fe y el sentimiento de hermandad que se despierta aquí dentro están por encima de nacionalidades y fronteras. Marroquís, nigerianas, croatas, colombianas, españolas, payas y gitanas, todas juntas cantamos y nos abrazamos en estas fechas tan especiales. Somos familia. En prisión, pero familia.
Somos presas RESILIENTES, y en nuestro corazón ha germinado la semilla de la esperanza que conduce a la libertad. Esperanza de que, quizás… las próximas Navidades las celebremos en libertad y arropadas por nuestras respectivas familias, a las que queremos y añoramos. ¡Feliz Navidad!