El purpurado pronuncia un discurso centrado en la figura del obispo. La Asamblea Plenaria elegirá este martes a su sucesor
«El obispo, según san Juan Pablo II, es el primero que, en su camino espiritual, tiene el cometido de ser promotor y animador de una espiritualidad de comunión. Debe esforzarse incansablemente para que esa espiritualidad sea «uno de los principios educativos de fondo en todos los ámbitos en que se modela al hombre y al cristiano»».
Esta ha sido una de las muchas referencias a la comunión entre los obispos que el arzobispo de Barcelona, cardenal Juan José Omella, ha realizado en su último discurso como presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE). La Asamblea Plenaria, reunida en Madrid desde este lunes, elige este martes, 5 de marzo, a su sucesor, así como al resto de cargos que componen la CEE, a excepción del secretario general.
Tomando como base la exhortación apostólica de san Juan Pablo II, Pastores gregis, ha afirmado que «solo seremos creíbles si vivimos esa comunión que nace del Espíritu Santo». «Caminemos sin prisa, siempre unidos, cohesionados, mirando hacia adelante. San Pablo, como también nos ha dicho Jesús, nos invita a no mirar atrás, sino siempre adelante», ha agregado.
Una comunión que tiene consecuencias, pues debe impulsar a practicar «entre nosotros, sobre todo en el seno de la Conferencia Episcopal, las diversas formas de hermandad sacramental, que van desde la acogida y consideración recíprocas hasta las atenciones de caridad y la colaboración concreta».
Y ha subrayado, citando a san Juan Pablo II: «Viviendo la comunión episcopal, cada obispo ha de sentir como propias las dificultades y los sufrimientos de sus hermanos en el episcopado. Para reforzar esta comunión episcopal y hacerla cada vez más consistente, cada uno de los obispos y las conferencias episcopales han de examinar cuidadosamente las posibilidades que tienen sus Iglesias de ayudar a las más pobres».
En concreto, y tras haber subrayado que la Iglesia en España está siempre cum Petro et sub Petro —ha recalcado con intensidad que los obispos españoles están con el Papa—, ha puesto sobre la mesa «la gravedad de la hora presente de proceder con generosidad y resolución colegial a la reforma de nuestros seminarios». «Ningún motivo puede distraernos de esta empresa», ha recalcado.
En el discurso, centrado fundamentalmente en el ministerio episcopal, ha dicho que los obispos deben ser «portadores de esperanza y sanación en un mundo herido, que sufre ante la violencia, la polarización y la desigualdad». «Tenemos el deber de reunir a la familia de los fieles y fomentar en ella la caridad y la comunión fraterna», ha afirmado.
También ha resaltado que a los obispos se les ha confiado a todo el pueblo de Dios y no solo a unos pocos. Y ha continuado: «Todas las personas, sean de la religión que sean, son llamadas por la Santísima Trinidad a alcanzar la meta y a ganar el premio que Dios nos ha revelado por medio de Jesucristo».
Año de la oración
El purpurado ha dedicado un apartado de su intervención a hablar del Año de la oración, convocado por el papa Francisco para el 2024, como preparación para el Jubileo del 2025. Después de constatar que «asistimos a un creciente deseo de vida espiritual y a un redescubrimiento de la oración», ha subrayado que la Iglesia ha de ser «maestra que enseña e introduzca a los fieles en el arte de la oración».
«El Año de la Oración pretender ser un oasis al abrigo del estrés cotidiano, un espacio donde la oración se convierta en alimento para la vida cristiana de fe, esperanza y caridad», ha explicado.
Así, ha propuesto la lectura de ocho volúmenes titulados Apuntes de la oración, elaborados por el Dicasterio para la Evangelización y editados y publicados por la Biblioteca de Autores Cristianos. También ha sugerido las 38 catequesis impartidas por el papa Francisco entre el 6 de mayo de 2020 y el 16 de junio de 2021.
