La Iglesia celebra la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos del 18 al 25 de enero de este año 2024 con el lema «Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo» (cf. Lc 10,27). Los cristianos de Burkina Faso han propuesto como tema de reflexión la parábola del buen samaritano, en la que Jesús explica en qué consiste amar al prójimo. San Agustín y otros Padres de la Iglesia interpretaron esta parábola en sentido cristológico: El camino de Jerusalén a Jericó aparece como imagen de la historia universal, el hombre que yace medio muerto al borde del camino es imagen de la humanidad, herida por el pecado, y Nuestro Señor Jesucristo es el Buen Samaritano.
La constitución pastoral Gaudium et spes del Concilio Vaticano II, nos recuerda en el número 22 que “en realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. El que es imagen de Dios invisible (Col 1,15) es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el primer pecado. En él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejantes en todo a nosotros, excepto en el pecado”.
El corazón de nuestro mundo y el corazón de nuestros contemporáneos se hallan profundamente heridos. Como consecuencia de las divisiones entre las personas, entre diferentes colectivos dentro de la sociedad, o entre las naciones. Las causas de estas divisiones son variadas, desde los antagonismos ideológicos o políticos a la contraposición de intereses económicos, pasando por cuestiones socio-religiosas. A la luz de la revelación y de la fe, la raíz profunda de todas las heridas es el pecado, que separa de Dios, de uno mismo y del hermano. Las consecuencias de esta división profunda se manifiestan en todos los niveles, ya sea en la relación entre naciones, entre ámbitos de la sociedad o entre personas.
El Buen Samaritano se compadeció, curó las heridas y subió a aquel malherido en su propia cabalgadura. Comparte lo suyo hasta el punto de ceder su medio de transporte y llevar al malherido hasta la posada próxima. Los Padres de la Iglesia han interpretado tradicionalmente esta parábola viendo en la posada una imagen de la Iglesia. El papa Francisco ha señalado en varias ocasiones que nuestra sociedad se encuentra en una situación de crisis grave, y ha utilizado la imagen de un hospital de campaña después de una batalla: “Veo con claridad que lo que hoy la Iglesia necesita más es la capacidad de curar heridas y dar calor al corazón de los fieles, cercanía, proximidad. Veo la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto. Curar heridas, curar heridas… Y hay que comenzar por lo más elemental”. Así lo expresó en una entrevista concedida al P. Antonio Spadaro, director de la revista Civiltà Cattolica.
La Iglesia ha de ser una casa siempre abierta; ha de ser una familia que privilegia a los caídos al borde del camino; ha de ser una comunidad atenta, en salida, llena de dinamismo misionero. Oremos con intensidad durante esta semana, para que nuestra Iglesia, y cada una de nuestras comunidades, sea de verdad casa de acogida, hospital que sana, posada que recibe a todos, una auténtica casa y escuela de comunión.