Empezamos este domingo el tiempo de Adviento, el tiempo de la esperanza por excelencia. Cada año recordamos los misterios centrales de nuestra fe: la encarnación, el nacimiento, la muerte, la resurrección y la ascensión de Cristo. Es una forma de tener bien presente el misterio de la redención y de cada uno de sus pasos. Como en ningún otro tiempo, la Navidad mantiene una correspondencia con el conjunto de la sociedad, las calles se llenan de luces y los deseos de buena voluntad llenan también nuestros labios. Pero muchas veces nos parece que todo ello no va más allá del consumismo, por quienes pueden permitírselo, y de cierta apariencia más exterior que de corazón.
Apenas iniciado el tiempo de Adviento, la mayor parte de nuestras villas y ciudades ya estarán celebrando la Navidad, al menos de manera externa: una costumbre bonita que se avanza cada vez más en el calendario a la vez que se va vaciando del su verdadero sentido, y devuelve en cierto modo a los cultos ancestrales, que también celebraban los solsticios de invierno y verano.
En nuestro camino de cristianos, de gente de fe, necesitamos avanzar un poco más, aún más. Debemos profundizar en lo que celebramos y en lo que estas fechas nos dicen realmente a nosotros, más que en la apariencia. De ahí que tanto Pascua como Navidad tengan unos tiempos de preparación, Adviento y Cuaresma. A veces, lo sabemos todos por experiencia, es casi más bonito vivir con intensidad la preparación de una fiesta que la misma fiesta, o al menos, la preparación hace que cuando llegue la fiesta la disfrutamos más intensamente.
Este año, durante el tiempo de Navidad se iniciará el año Jubilar 2025 en el que el papa Francisco ha puesto como tema central el de la esperanza. ¿Qué puede tener mejor, pues, que prepararnos viviendo con mayor intensidad el Adviento? Siempre podemos poner algo más de nuestra parte, desde gestos sencillos, quizás un poco infantiles, pero siempre sentidos, como tener en casa un calendario o una corona de Adviento, hasta hacer un esfuerzo por acercarnos más a la Palabra de Dios ya la oración, de la forma que más nos plazca.
Merece la pena prepararnos con intensidad para la venida de Cristo, porque en este tiempo de Adviento también nos preparamos para la última venida del Señor. Las luces y el ambiente festivo y siempre nostálgico de nuestras calles también nos ayudará; pero no debemos perder el sentido primigenio de la Navidad y del camino que lleva, el Adviento. Será bueno que avancemos un poco más en nuestra fe, y en ello nos ayudarán la oración y la caridad. No olvidemos la caridad, no olvidemos que para mucha gente se acercan unos días no siempre felices, días de carencias materiales y también afectivas. Ante la soledad de colectivos como los ancianos, enfermos, presos y tantos otros, alejados de sus hogares y familias, debemos avanzar aún más en nuestra caridad. Preparémonos pues con esperanza.