En plena Segunda Guerra Mundial -1943- con miles de mutilados y heridos, nació esta asociación, cuyo trabajo es promover el cuidado de los inválidos en el trabajo y la inversión en seguridad. Con motivo del 80º aniversario de la fundación, el papa Francisco les ha recibido para darles las gracias por su labor.
El Pontífice ha destacado su atención a la seguridad en los lugares de trabajo, puesto que a día de hoy, todavía suceden muchas desgracias en los entornos laborales. Lo hacen, por una parte, al promover iniciativas para mejorar la legislación civil y la reinserción profesional de las personas en situación de invalidez. Francisco ha aprovechado la oportunidad para pedir a empresarios y responsables «garantizar el cuidado asistencial del que sufre y dar nuevas oportunidades a personas que puedan reinsertarse y cuya dignidad debe ser reconocida en plenitud».
Las noticias sobre accidentes laborales -ha insistido el Papa- a veces parecen un parte de guerra. La razón de que esto suceda es que «el trabajo se deshumaniza, las tragedias comienzan cuando el fin deja de ser el hombre y pasa a ser la productividad, puesto que el hombre se convierte en una máquina de producción».
Para explicar la indiferencia hacia las víctimas de los accidentes laborales ha utilizado la parábola del Buen Samaritano. Para no contaminarse, el sacerdote y el levita pasan de largo. Es lo mismo -dice Francisco- que lo que sucede en el mundo del trabajo. Por eso, hace un llamamiento a «no aceptar el descarte de la vida humana», porque «las muertes y los accidentes son un trágico empobrecimiento social que nos afecta a todos, no solo a las empresas o a las familias afectadas».
De hecho, el cuidado de los trabajadores debería ser la primera y prioritaria tarea de un empresario. Se nos olvida, cita Francisco a San Pablo- que el cuerpo es templo del Espíritu Santo, también en el mundo del trabajo. Y advierte a aquellos que lavan su conciencia con obras benéficas pero no cuidan las horas que trabajan sus empleados. Porque olvidan, señala el Papa, que «cada persona es un regalo para la comunidad»