En la audiencia general de este miércoles, Francisco ha tratado la segunda de las virtudes teologales: la esperanza
El papa Francisco continúa con las catequesis dedicadas a los vicios y virtudes. Tras dedicar el miércoles pasado a la fe, este 8 de mayo se ha centrado en la esperanza, la segunda de las virtudes teologales. «La esperanza —ha dicho el Pontífice— es la respuesta que se ofrece a nuestro corazón cuando surge en nosotros la pregunta absoluta: ¿Qué será de mí? ¿Cuál es la meta del viaje? ¿Cuál es el destino del mundo?»
Si falta la esperanza, «todas las demás virtudes corren el riesgo de desmoronarse y acabar en cenizas. Si no hubiera un mañana fiable, un horizonte luminoso solamente podríamos concluir que la virtud es un esfuerzo inútil». Pero la esperanza del cristiano, insiste, no es mérito propio, porque «no emana de nosotros, no es una obstinación de la que queremos convencernos, sino que es un don que viene directamente de Dios». Como decía san Pablo, «si crees en la resurrección de Cristo, entonces sabes con certeza que no hay derrota ni muerte para siempre».
Aun así, es fácil pecar contra la esperanza, pecamos contra la esperanza «cuando nos abatimos ante nuestros pecados, olvidando que Dios es misericordioso y es más grande que nuestros corazones (…) Dios perdona todo, Dios perdona siempre». También cuando «el amor de Dios deja de ser para nosotros un fuego eterno y nos falta la valentía para tomar decisiones que nos comprometen para toda la vida».
En los saludos finales, el Santo Padre ha recordado la solemnidad de la virgen de Luján, patrona de Argentina, por lo que ha aprovechado para pedir por su país natal.