Anima a los profesores a combatir el cansancio de espíritu, que impide la búsqueda de la verdad, y el racionalismo sin alma
El papa Francisco se ha encontrado esta tarde con profesores universitarios en la Universidad Católica de Lovaina, una de las más antiguas del mundo y por cuyas aulas pasaron Erasmo, Joseph Mercier o George Lemaître. Desde allí, el Pontífice ha señalado la gran misión de la universidad: «Ensanchar las fronteras del conocimiento y ser un espacio abierto para el hombre y para la sociedad».
Y esto es importante, ha explicado en el discurso, porque vivimos en una época en la que los márgenes se estrechan, esto es, la cultura está marcada por la renuncia a la verdad y nos hemos refugiado en la comodidad de un pensamiento débil, en la convicción de que todo es igual.
«Tenemos el cansancio del espíritu, que nos relega a una incertidumbre constante y a la ausencia de pasión, como si fuese inútil buscar un sentido en una realidad que permanece incomprensible», ha dicho.
Por otra parte, ha señalado que en contextos universitarios y en otros ámbitos se cae muchas veces en una actitud racionalista cuando se habla de verdad, de modo «solo se puede considerar verdadero lo que podemos medir, experimentar, tocar, como si la vida se redujese únicamente a la materia y a lo visible».
Esto es, para el Papa, un racionalismo sin alma, condicionado por la cultura tecnocrática: «Cuando se reduce al hombre a la mera materia, cuando se quiere forzar la realidad a los límites de lo que es visible; cuando la razón es únicamente aquella matemática, cuando la razón es aquella de laboratorio, entonces se pierde el asombro, se esfuma esa maravilla interior que nos empuja a buscar más allá, a mirar al cielo, a desentrañar la verdad escondida que afronta las preguntas fundamentales: ¿por qué existo?, ¿qué sentido tiene mi vida?, ¿cuál es el objetivo final y la última meta de este viaje?».
Y ha concluido: «Queridos profesores, contra el cansancio del espíritu y el racionalismo sin alma».