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Las conclusiones del Sínodo se incorporan al magisterio del Papa


Francisco asume el Documento Final aprobado, que recoge, entre otras indicaciones, la necesidad de fomentar la participación del pueblo de Dios

Después de tres años de consulta y reflexión sinodal, la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, titulada Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión, alumbró el Documento Final, completamente respaldado por el papa Francisco. Esa fue la sorpresa de la tarde-noche del sábado 26 de octubre. El Pontífice, en la última de las congregaciones generales, una vez votado el Documento, anunciaba que no tenía intención de escribir una exhortación apostólica postsinodal. «Basta con lo que hemos aprobado», dijo.

«En el texto hay ya indicaciones muy concretas que pueden servir de guía para la misión de las Iglesias, en los distintos continentes, en los diferentes contextos. Por eso, lo pongo inmediatamente a disposición de todos y, por eso, he pedido que sea publicado. Quiero de esta forma reconocer el valor del camino sinodal cumplido a través de este documento entregado al santo pueblo fiel de Dios», concluyó el Papa entre los aplausos de los participantes. La constitución apostólica Episcopalis Communio sobre el Sínodo de los Obispos, en su artículo 18, contempla la posibilidad de que el Papa ratifique y firme el texto emanado de la asamblea sinodal. «Si es aprobado expresamente por el Romano Pontífice, el Documento Final participa del magisterio ordinario del Sucesor de Pedro», señala este texto firmado por Francisco el 15 de septiembre de 2018. 

Más de 1.000 enmiendas

El Documento Final del Sínodo sobre la sinodalidad consta de 155 puntos que fueron aprobados esa misma tarde de sábado por 355 sinodales. La inmensa mayoría de los apartados obtuvieron un gran consenso. Antes de la aprobación, la Comisión para la Redacción había recibido más de 1.100 enmiendas al borrador. Las 48 horas previas a la lectura en el Aula Pablo VI resultaron frenéticas. Sin embargo, a diferencia del año pasado, la presentación del texto se produjo según el horario previsto. 

En cualquier caso, y como recoge el propio texto, «el proceso sinodal no termina con el final de la actual Asamblea del Sínodo de los Obispos, sino que incluye la fase de implementación». Francisco ha pedido a los participantes en el Sínodo que «hagan accesible el contenido del Documento Final en las Iglesias locales». «El texto, sin el testimonio de la experiencia realizada, perdería mucho de su valor», añadía. 

En la rueda de prensa de presentación del texto, el cardenal Mario Grech, secretario general de la Secretaría del Sínodo y hombre sobre cuyas espaldas ha recaído toda esta empresa, abundaba precisamente en el valor de esa experiencia que se ha concretado en el texto. «Para mí, personalmente, este documento es importante, pero hay uno que no está escrito, que es el de la experiencia, que ha sido hermosísima», aseveraba. Su compañero de fatigas, el cardenal Jean-Claude Hollerich, relator general, coincidía en esta valoración y ponía de relieve la satisfacción generalizada de toda la asamblea con el texto alcanzado. «A través de la conversación en el Espíritu, ha nacido algo que ha hecho que este año haya sido diferente. Claro que ha habido opiniones distintas, pero no parecía un mitin político donde el objetivo era obtener mayorías», comentaba subrayando así la menor conflictividad con respecto a la sesión de 2023.

Ese proceso más fluido se debe en buena parte a la exclusión de ciertos temas del debate en el Aula Pablo VI. Sin ir más lejos, el del diaconado femenino, aunque ha vuelto a emerger en el Documento Final. Es el punto 60 y es el que mayores votos en contra ha recibido de parte de la asamblea, un total de 97. Establece que «sigue abierta la cuestión del acceso de las mujeres al ministerio diaconal», destacando que es necesario un mayor discernimiento. «Esta asamblea hace un llamamiento a la plena aplicación de todas las oportunidades ya previstas en la legislación vigente en relación con el papel de la mujer», reza el texto.

El Documento Final remite en muchos de sus contenidos a los del Instrumentum Laboris, que ponía el acento en la participación, la corresponsabilidad y la transparencia. El texto explicita que la Iglesia asume la responsabilidad «de ser fermento eficaz de los vínculos, las relaciones y la fraternidad de la familia humana en un tiempo dominado por la crisis de participación y por una concepción individualista de la felicidad y de la salvación». Por ello, afirma que «nadie puede recorrer solo un camino de auténtica espiritualidad». Alude en varias ocasiones al sensus fidei como principio de la sinodalidad, que define de la siguiente forma en el punto 28 del documento aprobado: «En términos simples y sintéticos, podemos decir que la sinodalidad es un camino de renovación espiritual y de reforma estructural para hacer a la Iglesia más participativa y misionera, es decir, para hacerla más capaz de caminar con cada hombre y mujer, irradiando la luz de Cristo».

«Fomentar la participación más amplia posible de todo el Pueblo de Dios en los procesos de toma de decisiones es la manera más eficaz de promover una Iglesia sinodal», sentencia el Documento Final. De esta forma, en el punto 77 invita a «ofrecer más oportunidades de participación» a los fieles laicos, hombres y mujeres, «explorando otras formas de servicio y ministerio en respuesta a las necesidades pastorales de nuestro tiempo, en un espíritu de colaboración y corresponsabilidad eclesial y sinodal». En el punto 66 puntualiza que «no todos los carismas deben configurarse como ministerios, ni todos los bautizados deben ser ministros, ni todos los ministerios deben ser instituidos».

Elección de obispos

Una forma novedosa de participación que propone el Sínodo es la referida a la elección de los obispos. En el punto 70 dice así: «El obispo es un servicio en, con y para la comunidad, realizado a través de la proclamación de la Palabra, presidiendo la celebración de la Eucaristía y de los demás sacramentos. Por ello, la Asamblea sinodal desea que el Pueblo de Dios tenga más voz en la elección de los obispos».

No pasa por alto las dificultades que los pastores encuentran en su ministerio. El punto 74 exhorta a «obispos, presbíteros y diáconos a redescubrir la corresponsabilidad en el ejercicio de su ministerio, que requiere también la colaboración con otros miembros del Pueblo de Dios». «Una distribución más articulada de tareas y responsabilidades, un discernimiento más valiente de lo que pertenece propiamente al ministerio ordenado y de lo que puede y debe delegarse en otros, favorecerá su ejercicio de una manera espiritualmente más sana y pastoralmente más dinámica en cada uno de sus órdenes», apunta.

Los procesos de toma de decisión serán, por tanto, más sinodales. Ese es otro punto fuerte en el que incide el Documento final: la implicación en el discernimiento eclesial. Se lee en el punto 82: «El discernimiento es tanto más rico cuanto más se escucha a todos. Por eso es esencial promover una amplia participación en los procesos de discernimiento, cuidando especialmente la implicación de quienes se encuentran en los márgenes de la comunidad cristiana y de la sociedad». El Documento indica cómo se ha de llevar a cabo ese discernimiento partiendo de la Palabra de Dios y sirviéndose de la Tradición y el Magisterio. «El discernimiento eclesial exige el continuo cuidado y formación de las conciencias y la maduración del sensus fidei, para no descuidar ninguno de los lugares donde Dios habla y sale al encuentro de su pueblo», asegura.

Formación integral

Cabe destacar, como revela el punto 143, que una de las peticiones «que ha surgido con más fuerza» a lo largo de todas las etapas del proceso sinodal es la necesidad de una formación «integral, continua y compartida». Otra de las peticiones fundamentales que recogía el Instrumentum Laboris era la rendición de cuentas y la evaluación de la transparencia. El apartado número 99 afirma que «si la Iglesia sinodal quiere ser acogedora, la rendición de cuentas debe convertirse en una práctica habitual a todos los niveles».

Sanación tras los abusos

Por su parte, el 46 recoge que «en todas las etapas del proceso sinodal, resonó la necesidad de sanación, reconciliación y reconstrucción de la confianza dentro de la Iglesia, en particular tras demasiados escándalos de abusos, y dentro de la sociedad». La asamblea recuerda que los terribles casos de abusos sexuales cometidos por los miembros de la Iglesia han provocado un enorme y duradero sufrimiento a las víctimas. Por eso, recalca que «la Iglesia necesita escuchar con particular atención y sensibilidad las voces de las víctimas y sobrevivientes de abusos sexuales, espirituales, económicos, institucionales, de poder y de conciencia». «Aunque se han tomado medidas para prevenir los abusos —señala el punto 150—, es necesario reforzar este compromiso ofreciendo formación específica y continua a quienes trabajan con niños y adultos vulnerables».

Por otro lado, el Sínodo también apunta a que la transparencia y la responsabilidad no son solo exigibles cuando se trata de casos de abusos, sino que «también conciernen al estilo de vida de los pastores, los planes pastorales, los métodos de evangelización y el modo en que la Iglesia respeta la dignidad de la persona humana, por ejemplo, en lo que respecta a las condiciones de trabajo dentro de sus instituciones». De esta forma, los participantes invitan a que, además de las normas canónicas sobre los mecanismos de control, las Iglesias locales busquen sinodalmente procedimientos para la rendición de cuentas y la evaluación.

El Documento Final es amplio y toca multitud de temas que van desde el ecumenismo, pasando por el papel de la familia, la violencia y las guerras o la misión hasta el ministerio petrino, el bautismo o el respeto por los derechos de los empleados de las instituciones eclesiales.  

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