«Para que todos sean uno» (Jn 17,21), con estas palabras Jesús nos anima a todos los cristianos a no dejar nunca de orar y trabajar por la unidad. Hoy, siguiendo la interpelación de Jesús, quiero pediros que os unáis a la oración que los cristianos de todas las confesiones hacemos con motivo de la semana de oración por la unidad de los cristianos que tiene lugar cada año del 18 al 25 de enero.
Desgraciadamente, los discípulos de Jesús, alejándonos de la guía y la fuerza del Espíritu Santo, no siempre hemos sabido mantener esta unidad tan deseada por Él, y la hemos roto de diversas formas. Afortunadamente, hace ya más de cien años que renació el deseo de trabajar para rehacer la unidad entre los cristianos con la celebración de un octavario de oración.
Además, desde 2004, la Iglesia Católica, a través del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, y el Consejo Mundial de las Iglesias, editan y publican conjuntamente y en un mismo formato el libreto de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Los materiales para 2024 han sido preparados por un equipo ecuménico de Burkina Faso.*
Los cristianos de Burkina Faso han elaborado los puntos de oración y meditación a partir de la parábola evangélica del buen samaritano (Lc 10,25-37). En ella, Jesús reafirma la enseñanza judía tradicional recogida en el libro del Deuteronomio 6,5: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» y del Levítico 19,18: «Ama a tu prójimo como a ti mismo», y muestra cómo el amor debe estar abierto también a quienes no son de nuestra propia familia o de nuestro propio grupo.
Autores cristianos de los primeros siglos -como Orígenes, san Juan Crisóstomo o san Agustín- vieron la parábola del buen samaritano como un ejemplo del plan de salvación que Dios tenía para la humanidad. La persona herida junto al camino sería Adán que bajaba del paraíso al mundo y simbolizaría a toda la humanidad. Los bandoleros que le asaltan les sugerían la imagen de las fuerzas terrestres que nos azotan. Estos autores veían en el buen samaritano al mismo Cristo que, compadecido, ayuda al hombre medio muerto, le venda las heridas y le lleva a un hostal. Este hostal, para ellos, era como la imagen de la Iglesia. Más aún, en la promesa del regreso del samaritano al hostal, veían un anuncio de la promesa del regreso del Señor.
En las oraciones de estos ocho días pedimos, pues, al Señor que nos ayude a vivir abiertos a él, a amarle y servirle, a él y al prójimo, con todo lo que somos y tenemos. A los cristianos nos une la llamada de Jesús a cuidar a los más vulnerables, a curar sus heridas y a acogerlos en nuestras comunidades eclesiales, llamadas a ser signos del Reino de Dios, presente ya entre nosotros.
Y coincide también hoy, tercer domingo del tiempo litúrgico de durante el año, el Domingo de la Palabra de Dios bajo el lema «Permaneced en mi palabra» (Jn 8,31). Es necesario leer la Palabra de Dios en el silencio de nuestros hogares. Es imprescindible escucharla comunitariamente cuando la Palabra se proclama en la liturgia. En ella es Cristo mismo quien habla. Y es una oportunidad compartir en grupo la repercusión que esta Palabra produce en cada persona.
Queridos hermanos y hermanas, nunca dejemos de orar y actuar con esperanza, para que, cada día más, se acerque la unidad de todos los cristianos, guiados por el Espíritu Santo e iluminados por la Palabra del Señor.