El titular de Anse-à-Veau-Miragoâne habla con ECCLESIA tras el reciente secuestro de seis religiosas y el clima continuado de violencia que se vive en el país
Pierre-André Dumas es obispo de Anse-à-Veau-Miragoâne en Haití, un país que vive sumido en una permanente crisis, con un Gobierno provisional y con una violencia creciente. El último episodio, solo hace unos días, cuando fueron secuestradas seis religiosas mientras viajaban en autobús con otros muchos pasajeros. Dumas
¿Cómo es la situación del país en estos momentos? ¿Cómo están viviendo el drama de la violencia y los secuestros continuos?
En primer lugar, debo decir que Haití atraviesa una aguda crisis sociopolítica y humanitaria. Son momentos extremadamente difíciles y graves. Estamos alarmados y preocupados por los terribles casos de violencia sistemática y selectiva. Tenemos la impresión de que el Gobierno provisional, que realmente carece de legitimidad, se encuentra de alguna manera desbordado por la magnitud de los acontecimientos y por el deterioro de las estructuras coercitivas del Estado.
Algunas personas piensan, incluso, que la ola de secuestros que destruyen la imagen del país y hacen sufrir a la población, como el secuestro de las seis monjas, con la inacción de las autoridades, muestra, en parte, un Estado fallido, que ya no es capaz de cumplir su misión. Esto es: garantizar la seguridad pública, asegurar la libre circulación de las personas, proteger la vida y los bienes de los ciudadanos, y cumplir sus grandes y dignas responsabilidades como Estado.
La situación es realmente dramática…
De este modo, los que ahora mandan se muestran un tanto incapaces de salvaguardar los logros del Estado de Derecho, controlar el estallido de violencia de las bandas criminales, contener la agitación de las brigadas de autodefensa y restaurar la paz social. La inconsciencia colectiva y el letargo histórico no nos permiten trabajar de inmediato hacia la integración fraterna con miras a lograr resultados en términos de inclusión comunitaria y mayor armonización entre las diferentes capas de la población.
¿Qué está haciendo la Iglesia en este contexto?
Según informes de la ONU, más de 8.000 personas fueron asesinadas en 2023. Alrededor de 250.000 haitianos se desplazaron internamente o fueron forzados al exilio humanitario. Sin embargo, aún queremos creer, en nombre de la fe, que el reino del terror, el caos y la anarquía no tendrán la última palabra. Nos atrevemos a tener esperanza por nuestros hermanos y hermanas. Rezamos y luchamos denodadamente por el nacimiento de un nuevo Haití. Queremos ver amanecer un nuevo día sobre Haití. La Iglesia, acompañando al pueblo, está haciendo todo lo que está en su mano para aliviar el sufrimiento de un pueblo crucificado en su historia. La Iglesia llama a despertar la conciencia del pueblo. Invita a los hijos e hijas del país a sentarse juntos en torno a una mesa para encontrar un amplio consenso a través de la consulta y el diálogo. También busca allanar el camino para que los haitianos se unan en una verdadera armonía nacional para salvar al país.
¿Qué pide a las autoridades?
Pedimos que asuman su responsabilidad para normalizar la vida de la población, restablecer las instituciones democráticas y restaurar la autoridad del Estado mediante un pacto de gobernabilidad, la puesta en marcha de un plan nacional de recuperación y un gran proyecto de desarrollo humano integral para todos. Los hijos e hijas de la nación tienen que volver a tomar en sus manos el destino de su nación trabajando juntos por la resurrección histórica de su país